Nos mudamos a Dossier Geopolítico

15 de mayo de 2007

Inglaterra y America del Sur

A continuacion se publica el trabajo de Roberto Dante Flores, nuevo integrantes del CeeS sobre le tema: Influencia económica británica en la política exterior argentina. El caso chileno.

Influencia económica británica en la política exterior argentina. El caso chileno.
Por Roberto Dante Flores

La influencia económica del Reino Unido en las relaciones exteriores de nuestro país persistió –directa o indirectamente- gran parte de los siglos XIX y XX. Pero esa influencia estaba siendo condicionada por una potencia emergente: Los Estados Unidos. Hoy podemos mirarnos en el espejo de la historia y aprender que las influencias dominantes en las relaciones internacionales pueden cambiar de nombre, pero la estructura sigue intacta. Debemos saber donde está el problema que impide nuestro desarrollo, para luego ejercer una política nacional y regional menos dependiente.

El mundo de fines del siglo XIX aparecía como un gran campo donde pugnaban fuerzas por dominarlo, cuyos actores principales crecieron al amparo del proteccionismo industrial. El liberalismo económico sólo servía a grandes empresas que mediante acuerdos controlaban el mercado, y a los sectores financieros y comerciales de los países periféricos asociados a las casas matrices británicas.
Inglaterra alentaba el librecambio comercial a ultranza debido a su gran influencia en la exportación de capitales y servicios en general (seguros, transporte, etc.). Este sistema era defendido por una lógica incontrastable: le posibilitaba mantener su predominio mundial con los ingresos del comercio (por ser el mayor comprador de productos primarios y su flota era la más importante del mundo). De este modo los países productores de materias primas al mantener liberados sus mercados permitían al Reino Unido introducir sus productos industriales y asegurarse ganancias adicionales por servicios (aparte de préstamos a los gobiernos de dichos países).

El sistema monetario imperante en el siglo XIX sirvió para que se consolidara en Sudamérica un régimen de dominación británica en lo financiero, que también tuvo su correlato político y militar. Al crecer el endeudamiento de las naciones americanas las oligarquías nativas -vinculadas a los financistas británicos- aumentaron su pánico a la ruina que podía significar el default de las deudas de los gobiernos, a quienes les habían prestado dinero. Ernesto Tornquist era un ejemplo de la oligarquía argentina empresario-financiera, vinculada al comercio con Europa y prestamista a diferentes gobiernos. Por otra parte, Perú y Bolivia fueron paradigma de países que cayeron en desgracia después de haber declarado el default de sus deudas. La Guerra del Pacífico (1879-1883) por el dominio del salitre peruano-boliviano, puede explicarse a la luz de ese default Los intereses salitreros británicos apoyaron a Chile porque era la nación que les brindaba mayor seguridad de recuperar sus inversiones. De allí surgió la necesidad de que Argentina, durante ese conflicto bélico, no actuara en defensa de los países díscolos con los acreedores.

El año 1879 fue clave para Sudamérica porque marcó el inició de un cambio profundo en su mapa político y económico. Mientras Argentina expandía su frontera hacia el Sur, en defensa de sus intereses ganaderos, Chile expandía su frontera hacia el Norte, en defensa de sus intereses salitreros. Ambas decisiones políticas significaron grandes beneficios económicos para Gran Bretaña, por las inversiones que brindaron al posterior desarrollo de las regiones conquistadas. Como contrapartida la deuda pública argentina (mayoritariamente en manos británicas) aumentó significativamente en 1881, año del Tratado de límites con Chile, hasta llegar a una cifra quince veces superior a fines del siglo XIX. Las causas son evidentes: la expansión de la frontera, los gastos militares, necesidad de infraestructura, etc. Entonces, en el momento de estallar la Guerra del Pacífico, el pago de la deuda del Estado argentino era de razonable preocupación por parte de los tenedores británicos de esos títulos, y aún antes de que asumiera el presidente Roca, ya que los antecedentes de esa deuda se remontan a 1824, más los fuertes compromisos asumidos posteriormente con la misma Banca Baring.

Entre Gran Bretaña y Argentina se estaba formado una relación estructural de interdependencia asimétrica, centro-periferia, sostenida a través de una alianza entre abogados de empresas británicas, banqueros y políticos argentinos. El Estado imperial británico se sustentaba en esa íntima relación que mantenían los miembros de las élites locales con los miembros del poder financiero internacional. Así lo muestran claramente las correspondencias de Roca, Juárez Celman, Pellegrini, Berduc, Tornquist, Terry, Mitre. Lo mismo podemos afirmar que ocurría entre los sectores financieros chilenos, los políticos y los financistas británicos. La vinculación de los sectores comerciantes-financieros de Buenos Aires con la gran banca británica es evidente por la necesidad de financiamiento que requerían esas actividades. Sin embargo, para probar que esos sectores influyeron en la política exterior argentina es necesario un análisis más detenido.

La influencia de los diplomáticos británicos en las decisiones políticas argentinas se remonta al período de Urquiza, cuando el vicecónsul de GB impulsaba la unificación de Buenos Aires con la Confederación. Este objetivo de la política británica fue alcanzado cuando Mitre asumió la presidencia de la República Argentina. Esta coincidencia de Mitre con los intereses británicos continuó durante años a través de su Partido Liberal y del diario La Nación. La política atlántica y de no-intervención en el área del Pacífico, iniciada durante su presidencia, pregonada desde su diario y seguida por Roca, era funcional a los intereses de los mayores banqueros ingleses (Baring en Argentina y Rothschild en Chile).

La política exterior argentina de espaldas al continente americano y pro atlántica tuvo sus defensores en Ernesto Tornquist y Bartolomé Mitre. Ellos fueron exponentes de las posiciones a favor de la no-intervención de Argentina en los conflictos de otros países americanos y de la defensa de la mediación de Su Majestad Británica ante los problemas de límites entre Argentina y Chile. La clave de estas posiciones, en apariencia desinteresadas y pacifistas, está en el vértice de la relación entre Argentina y Chile, y ese lugar es ocupado por Gran Bretaña. Los sectores atlantistas argentinos (léase, sectores vinculados al comercio y a las finanzas con Gran Bretaña) no hubiesen tenido el poder suficiente para imponer esa política de no haber mediado los máximos representantes de las finanzas británicas (léase, prestamistas a los gobiernos de Argentina y Chile: Baring y Rothschild).

El rol decisivo de Gran Bretaña en la demarcación de la frontera entre Argentina y Chile se dio principalmente a principios del siglo XX, durante la creciente tensión militar entre esas naciones sudamericanas. Las negociaciones concluyeron en los Pactos de Mayo (1902). Allí se evidenció la existencia de una doble triangulación de intereses argentinos-británicos-chilenos, cuando "las altas partes contratantes” designaron como árbitro “al gobierno de Su Majestad Británica". No dudamos -por los testigos de la época- que esta designación se resolvió forzosamente, bajo presión del mismo gobierno británico que solicitaba ser árbitro en el conflicto, a cambio de dar ayuda financiera (pero sin destino a la compra de armas). Tanto Argentina como Chile, para continuar su carrera armamentista, intentaron conseguir créditos de otras naciones. Pero por presión inglesa se le cerraron las puertas, y entonces no tuvieron otra alternativa que ceder. Estaban en manos del poder financiero internacional.
La presión del gobierno de SMB se explica porque:
1) Los intereses británicos en la región (representados por las inversiones públicas y privadas de sus súbditos), estaban amenazados por una guerra chileno-argentina.
2) El avance de la influencia económico-política de los Estados Unidos (y de Alemania), a largo plazo, ponía en peligro la hegemonía británica en América del Sur.
3) El capital británico -golpeado por la crisis financiera de l890- era el mayor acreedor de la deuda pública de Argentina y de Chile.
Este último factor por sí solo explicaría el interés de la diplomacia británica en evitar una carrera armamentista entre Argentina y Chile. El desvío de los ingresos argentinos y chilenos en armas hubiera afectado -sin lugar a dudas- el pago a los tenedores de bonos de la gran deuda pública con Gran Bretaña. Una mirada a los años siguientes muestra que, cual premio a la posición de nuestros gobiernos -previo pago de los empréstitos acordados- aumentaron las inversiones británicas y las compras de nuestros productos de exportación. Pero la estructura primario-exportadora de interdependencia asimétrica permaneció.
Ayer la relaciones exteriores estaban influenciadas por el sistema comercial-financiero dependiente de Gran Bretaña. Esta situación desalentó el desarrollo industrial y la integración socio-territorial de Argentina. Hoy esa estructura, pese a algunas medidas por cambiarla, sigue vigente con otros Estados-mercados.