Nos mudamos a Dossier Geopolítico

22 de diciembre de 2009

La Crisis Climática II


El Bella Center se parece a una ciudad y en realidad lo es, aunque sea tan solo un inmenso centro de Convenciones, en Copenhague, Dinamarca. Como en una gigantesca colmena y en razón de los crecientes Cambios Climáticos, más de treinta mil almas trajinan sus salones, sus salas de reuniones, sus bares y comedores. En la entrada del Bella Center, un ejército de hombres y mujeres de Seguridad, reciben a la muchedumbre que arriba en las primeras horas de la mañana, y la guían por diversos andariveles, la organizan, la encolumnan y luego la hacen pasar a través de decenas de máquinas detectoras. Despojados de sus abrigos y relojes, de sus computadoras, teléfonos y maletines, son investigados concienzudamente por la máquina de rayos y luego por los propios guardias que, provistos de mini detectores manuales, los revisan por si algo incierto, pero contrario a las reglas de la gran colmena, hubiese podido atravesar los controles de los arcos de seguridad. De pasarse este último examen, puede entonces alcanzarse la verdadera puerta del Bella Center, puerta interior, en que otros guardias, provistos de unas pistolas que leen nuestros códigos de barra en las credenciales plásticas que nos han colgado del cuello como caravanas al ganado, y luego de contrastar nuestro propio rostro con el que les aparece en las pantallas de sus computadoras, nos franquean la entrada y somos admitidos al paraíso de la convención del clima. Hemos atravesado el umbral en que custodia las puertas cancerbero y estamos dentro. Ahora sí estamos en la gran Cumbre Climática respecto a la cuál se han puesto tantas pero tantas expectativas. ¿Es posible, nos preguntamos, que el destino del mundo dependa de lo que en un lugar tan poco humano se decida? El lugar parece en verdad diseñado por Ruy Bradbury, en alguna de sus famosas novelas de ciencia ficción. Miles de computadoras portátiles asisten por doquier a la muchedumbre trajeada que se supone representa a los muchos países que integran las Naciones Unidas.



Sin embargo, la impresión que causa la muchedumbre atareada, los millares de empleados que fotocopian expedientes y los círculos de hombres maduros que discuten e intercambian documentos, es la de una gigantesca reunión de negocios internacionales. Solamente la delegación brasileña, aporta a la colmena unos setecientos funcionarios y lobistas de empresas. Las oficinas de Brasil son enormes y están colmadas de hombres de empresas, mientras en las paredes, los logos de las Corporaciones configuran decoraciones obscenas que, expresarían el proyecto asociativo de Lula, con los Agronegocios, en la nueva etapa de Globalización. Observando a través de las pareces vidriadas las reuniones de lobistas con funcionarios, no puede dejar de alegrarme que nuestra Argentina carezca de oficina, aunque ello sea solamente tal como me informan en la Embajada, por razones presupuestarias. No me habría sido agradable ver reunidos en las oficinas de la delegación argentina a los Trucco, los Grobocopatel y los Elzstain, no me habría sido agradable ver nuestras oficinas en la Cumbre Climática, repletas de forestadores de eucaliptos, empresarios de pooles sojeros y ejecutivos de las empresas mineras, que habrían expresado nuestra propia versión pseudo progresista, del proyecto de país neocolonial asociado a las empresas globales.




Esta es predominantemente, una convención de CEOS corporativos, ejecutivos del Agronegocio y funcionarios de grandes ONG y de Fundaciones, incentivadas cuando no directamente pagadas por el Banco Mundial, que en esta etapa aspira a convertirse en el gran banco del Cambio Climático, y por las empresas de los nuevos econegocios y maquillajes verdes. Han resuelto que la terrible crisis planetaria a que ha conducido el proceso industrial, puede ser una oportunidad para ganar más dinero, una oportunidad para llevar adelante negocios verdes, y van resueltamente hacia delante, hacia el abismo, imbuidos de ideas de progreso y crecimiento, mientras aprenden rápidamente a manejar los conceptos que necesitan para avanzar en los nuevos territorios a conquistar: sustentabilidad, morigeración, captación de carbono de la atmósfera, adaptación al cambio climático, etc. Los CEOS de corporaciones transnacionales, los ejecutivos de empresas, los políticos devenidos operadores y administradores del poder globalizado, los ejecutivos de grandes ONG que complementan las políticas empresariales con sus maquillajes y sus intrascendentes disidencias, son los nuevos protagonistas de una farsa que amenaza con acelerar y profundizar, la crisis social, económica y ecológica del planeta.



Pero en las calles de Copenhague se viven otras realidades. Pese a que es una ciudad tomada por la policía, una policía que parecen robocops, miles y miles de jóvenes han llegado de todas partes para manifestarse a favor de suspender las emisiones, rescatar al planeta de la creciente amenaza de los cambios climáticos, generar alternativas a la sociedad urbano industrial, y darle una vez más un pase libre a la vida. Las manifestaciones son alegres y coloridas, la imaginación se ha desbordado en el esfuerzo por lograr que se tome conciencia de los desastres a que la voracidad capitalista expone a la humanidad. Abundan por todas partes los disfraces y los grupos de teatro callejero, que tratan de conmover a los paseantes y a ese público entontecido por la publicidad y el consumismo que conforma legiones en las calles de Copenhague. Cada día tiene sus propias manifestaciones, pero la del día sábado, o sea de ayer, ha sido seguramente la que reunió más gente y expectativas hasta ahora. Desfilamos probablemente más de cien mil personas, kilómetros de gente encolumnada con innumerables carteles y disfraces, se desplazaron durante largas horas por las calles de Copenhague. Impresionante, realmente impresionante. La multitud venida de todos los rincones del planeta, convirtió por unas horas a la ciudad en la capital ecológica del mundo. Cánticos, carrozas, disfraces, miles de ciclistas llegados de distantes países, pancartas y banderas, esperanzas, rebeldías, disposición a un esfuerzo máximo para salir de la actual situación de crisis y sobre todo, la indeclinable decisión de sobrevivir al Capitalismo y defender la vida.



Mientras tanto, en la Cumbre, los países ricos, los que más contaminan y los que menos arriesgan en la creciente crisis de los cambios climáticos, han logrado de manera gradual, que los temas centrales de los debates y negociaciones, dejen de ser los de disminuir la contaminación, para pasar a ser los de la captación de carbono de la atmósfera. O sea que han sacado el problema de su órbita para tirárselo a las víctimas, los países pobres y periféricos, los cuales deben ver ahora cómo contribuyen o qué hacen ellos, para disminuir la contaminación. Ahora las polémicas generalizadas dividen a esos países, entre los que están a favor de la morigeración y los que se inclinan por la adaptación a los cambios. La morigeración implica participar en el mercado de los bonos de carbono para plantaciones forestales y ahora, también, para una supuesta agricultura conservacionista con labranza cero o siembra directa que, más allá de las definiciones edulcoradas y engañosas, es la que nosotros sufrimos con los cultivos de soja. La reconversión y adaptación implica transferencias tecnológicas o sea, fundamentalmente financiación, para implementar mecanismos de desarrollo limpio y semillas genéticamente modificadas para adaptarse a los cambios que vienen. O sea, que estamos en el horno…


Mientras los gobiernos polemizan y constituyen bandos, las Corporaciones hacen negocios. Volvamos nosotros a las calles de Copenhague a pasear las banderas argentinas, que hemos traído y que le gritan a Copenhague y al mundo, que no queremos continuar siendo el laboratorio de las empresas, que la soja, si acaso es responsable, lo es solamente de muerte y destrucción del ambiente, y que pretendemos un cambio del sistema, no una mera adaptación a los cambios climáticos.


Jorge Eduardo Rulli



*Transmitida por Radio Nacional desde las oficinas de la Embajada argentina en Copenhague, calle Borgergade 16.

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