Nos mudamos a Dossier Geopolítico

30 de enero de 2011

La revuelta árabe



La mancha voraz





Como anticipábamos en nuestra nota anterior sobre Túnez,


los acontecimientos allí verificados se han extendido como una mancha de aceite sobre el mundo árabe.






En El Cairo, según anuncia esta mañana The New York Times, la decisión de sacar las tropas a la calle tomada por el presidente Hosni Mubarak se está revelando contraproducente: en muchos lugares la muchedumbre se agolpa junto a los tanques y los soldados confraternizan con ella. En vez de ser puntas de lanza para suprimir la rebelión, las tropas están convirtiéndose en puntos de resistencia de la revuelta, que usa a los vehículos blindados como puntos de reagrupación y los llena de graffiti contra el gobierno, mientras los soldados invitan a los manifestantes a subirse a los tanques para fotografiarse con ellos. Para quienes tienen algunos conocimientos de historia, este tipo de situación evoca otras ocurridas en el pasado, densas a su vez de una gran significación social. Es inevitable acordarse de la revolución de Febrero en Petrogrado, en 1917, preludio de la revolución bolchevique de Octubre del mismo año, o de la revuelta húngara de 1956. No está claro que los altos mandos que responden al gobierno puedan pasar por encima de esta disposición de los cuadros inferiores y de la tropa. Las calles de El Cairo han sido abandonadas por la policía y muchas comisarías han sido incendiadas. El Ministerio del Interior fue ocupado brevemente por los manifestantes, hasta que el ejército lo recuperó. El toque de queda es desafiado en todas partes.



Todo comenzó con el estallido popular en Túnez, que desalojó del poder al dictador Ben Ali. Allí, de momento, a juzgar por la inquietud que reina en las calles, no se ha depurado todavía el escenario. La vieja clique de dirigentes sigue ocupando o rondando el gobierno, incluidos los representantes de la vieja oposición “legal”, mientras que los partidos realmente opositores (comunistas, islamistas y diversas fracciones izquierdistas) permanecen prohibidos y alejados del poder. La policía ha cambiado de actitud, pero no inspira la menor confianza. En cuanto al ejército, que es solicitado por la muchedumbre y al que se le reconoce no haber participado de la represión, de momento se mantiene en calma y a través de su máximo exponente presume de neutralidad en el conflicto que sigue oponiendo a las manifestaciones populares con el gobierno que reemplaza al de Ben Ali, el cual continúa sin modificar, salvo en apariencia, la situación preexistente.



Ahora bien, Túnez, como decimos, se constituyó en el ejemplo a imitar. En Egipto la convocatoria formulada desde Facebook arrojó primero a decenas y luego a centenares de miles de manifestantes a las calles en violenta revuelta. Hay decenas de muertos y cientos de heridos. Ahora las manifestaciones se extienden a Sudán y a Yemen. Estas muchedumbres son la primera expresión de un contagio que puede trastrocar las coordenadas sobre las que se mueve el mundo árabe. Los gobiernos árabes calificados por Occidente, de manera espuria, como “moderados”, están temblando. Duros y brutales hacia adentro, donde aplican las políticas neoliberales en la economía y favorecen a un reducido sector de la población en detrimento de la mayoría sumida en la pobreza, no son otra cosa que marionetas de Estados Unidos y su socio británico, cuyos intereses regionales sirven sin rechistar.



Egipto es la expresión máxima de este espécimen de administración domesticada por el imperialismo. Constituye asimismo la pieza maestra de la región, pues es el país más poblado y mejor armado, instalado a caballo del enclave estratégico del Canal de Suez. Los gobiernos de la región a los que el Departamento de Estado califica como moderados -Jordania, Yemen, Arabia Saudita, Marruecos, Argelia-, saben las bases falsas sobre las que se asientan y conocen que sólo con la fuerza, como es el caso del gobierno egipcio, se sostienen en el lugar en que se encuentran.



La Autoridad Nacional Palestina, una entidad que ha perdido gran parte de su representatividad y que, a partir de la misteriosa muerte de Yaser Arafat se ha convertido en un títere de Estados Unidos, no se encuentra menos amenazada. La filtración de los “Palestine Papers”(1) en los cuales la AN se manifiesta dispuesta a renunciar al derecho al retorno de los palestinos a sus hogares originarios en Israel, le ha quitado toda legitimidad, que parece haber pasado a los integristas de Hamas.



La explosión tunecina y el vertiginoso contagio que ha producido están trastrocando todos los parámetros sobre los que se mueven los países de la región. Ante esta situación brotan las incógnitas. ¿Qué fuerzas pueden aprovechar el descontento reinante y darle un cauce? ¿De qué manera y con cuáles instrumentos las masas árabes podrían ir dándose salidas que rehúsen el recetario del ajuste y del FMI y les permitan incidir mejor contra el control que el imperialismo ha ejercido en la zona tras el fracaso de los movimientos de liberación, puesto de manifiesto a partir de la década de los ‘80?



Son preguntas que quizá solo pueda contestar la historia, pero la combinación de movimientos integristas actualizados como Hamas o Hizballáh, de movimientos de izquierda y de un eventual reflorecimiento de las tendencias del nacionalismo militar de cuño nasserista podrían representar una salida a corto plazo que sin duda trastornaría todo el escenario del Mediterráneo.



Podemos estar seguros de que a la Otan no se le escapa este peligro; la cuestión es saber si podrá hacer algo eficaz para contrarrestarlo sin promover un desastre.



Un escudo “democrático” contra el cambio



En estos momentos los gobiernos occidentales se están moviendo para contener a la revuelta popular dentro del ficticio marco de las “revoluciones de color”. La “revolución de los jazmines”, llama la prensa adocenada de Occidente a la convulsión tunecina. Se quiere asimilar así a la sangrienta revuelta popular tunecina con las “revoluciones naranja” fogoneadas por Occidente para socavar, con éxito, la integridad de la ex Unión Soviética.



Pero está claro que lo que ocurre en Túnez y otras partes se encuentra en las antípodas de un reclamo destinado a autocontenerse en una reivindicación democrática formal y en un patriotismo de campanario. El imperialismo aspira a que esto suceda, pero tal cosa es improbable incluso en sociedades como la egipcia, donde existen sectores de clase media que podrían conformarse, hasta cierto punto, con una modificación superficial del sistema, que asegure cierta pureza administrativa y una recurrencia electoral asentada sobre bases más o menos limpias.



Barack Obama y la generalidad de los medios occidentales están coincidiendo en reclamar del dictador egipcio Hosni Mubarak reformas “democráticas”. Como suele ocurrir cuando un tinglado armado por el Imperio vacila y se derrumba, los mandantes a cargo de la Casa Blanca buscan una alternativa que les permita aplicar la máxima de El Gatopardo: cambiar algo para que nada cambie. Los dictadores impuestos por el imperialismo –en el Oriente medio, pero también en América latina y en otros lugares del mundo- no son o no han sido otra cosa que marionetas de los verdaderos poderes que rigen al mundo: el Departamento de Estado, la CIA, el Pentágono, el M 16 y los conglomerados financieros que tienen a esos organismos como ejecutores de la política global del capitalismo.



Cuando esos mandatarios prepotentes pierden su autoridad y el pueblo deja de tenerles miedo, se convierten en estorbos de los cuales es preciso deshacerse para evitar que la presión siga acumulándose y dé lugar a un proceso de profundización revolucionaria del cambio. En su lugar se propician variantes, en apariencia democráticas, que deben descomprimir la situación y proseguir las mismas políticas con un refrendo constitucional que las consagre legalmente. No otra cosa ocurrió en nuestro país luego del derrumbe de la dictadura. Las políticas económicas de Videla y Martínez de Hoz se prolongaron e incluso se acentuaron a través de los mandatos de Alfonsín, Menem y De la Rúa, y aun se palpan por estos días, cuando mucho se ha revertido de ellas.



La aparición de Mohammed El Baradei en Egipto como posible referente de una alternativa a Mubarak está orientada en este sentido. Ex director de la Agencia Internacional de Energía Atómica, cargo desde el que desvirtuó las alegaciones de Bush respecto del armamento nuclear de Irak; Premio Nobel de la Paz y figura muy respetada en el ambiente internacional, El Baradei ha vuelto a Egipto y se ha ofrecido a sí mismo como un elemento capaz de asegurar la transición. La cuestión reside en saber de qué transición se habla y de qué manera puede canalizarse con ella la indignación popular. Nada puede vaticinarse a priori, pero la acumulación de agravios que existe en todo el mundo árabe y la proliferación del fundamentalismo –al que no hay que confundir con el terrorismo de Al Quaeda, incognoscible, ambiguo y en general funcional al imperialismo-, ponen las cosas en un plano inclinado donde se hará difícil que se sostengan gobiernos partidarios de una democracia representativa que no tenga en cuenta la abrumadora presencia los sectores radicales del islamismo y del nacionalismo árabes, irreconciliables con Estados Unidos y muy especialmente con su asociado regional, Israel.



Así las cosas, la partida se presenta difícil para el sistema constituido. Ha saltado un perno del engranaje que sostiene a la parte más volátil del ordenamiento global. La crisis mundial precipitada con el derrumbe bursátil de Wall Street en el 2008, se expande cada vez más.





Notas



1 - Los “Palestine Papers” son resultado de la transcripción de diversas negociaciones entre funcionarios israelíes y de la Autoridad Nacional Palestina. Obtenidos y presentados en primer lugar por Al Jazeera, este órgano de prensa árabe creó con ellos una rama en Wiki Leaks, a la vez que entregaba los papeles al diario británico The Guardian, que les dio una cumplida difusión tres o cuatro días atrás. Entre los puntos que conviene retener, pues nos toca, figura una observación de la ex secretaria de Estado Condolezza Rice en el sentido que los desplazados palestinos podrían ser reasentados en Argentina y en Chile. La desenvoltura con que los amos del mundo planifican, hacen y deshacen queda puesta de manifiesto con este simple ejemplo.


http://www.enriquelacolla.com/sitio/nota.php?id=213




De Túnez a Egipto, un viento de libertad



Alain Gresh

Le Monde diplomatique

Traducido para Rebelión por Caty R.



La tensión está a tope en Egipto, donde el presidente Hosni Mubarak decretó el toque de queda el viernes por la noche. El presidente de la Comisión de Asuntos Extranjeros de la Asamblea, miembro del Partido Nacional Demócrata (PND) en el poder, ha hecho un llamamiento al presidente a «reformas sin precedentes» para evitar «una revolución». Mustafá Al-Fekki, en sus declaraciones en Al-Yazira el 28 de enero, añadió: «La opción de la seguridad sola no es suficiente y el presidente es el único que puede hacer que paren los sucesos». Las informaciones dan cuenta de la confraternización entre policías y manifestantes. ¿Estas primeras fisuras anuncian fracturas más importantes? ¿Qué hará el ejército, el pilar del poder?


Es imposible responder mientras este 28 de enero, por cuarto día consecutivo, decenas de miles de egipcios se manifiestan en El Cairo, Alejandría, Suez y en las grandes ciudades del país. Por todas partes se enfrentan a la policía y el poder ha tomado medidas excepcionales para aislar a este país de 80 millones de habitantes del resto del mundo –el corte de Internet es una «primicia mundial», titulaba un despacho de la agencia France Presse (AF)-. Sin embargo las imágenes, transmitidas por teléfono móvil o por las cadenas vía satélite, impiden la cuarentena del país.



Al mismo tiempo en Jordania y Yemen miles de personas salen a la calle y llaman a seguir el ejemplo de Túnez. En cada caso, el contexto es particular: tensiones entre el norte y el sur en Yemen; fricciones entre Jordanos «de pura cepa» y palestinos; la cuestión de los coptos en Egipto, etcétera. Pero, al mismo tiempo, la explosión nace de la misma acumulación de problemas, de frustraciones, de aspiraciones comunes al conjunto de la región.



En primer lugar la permanencia de regímenes autoritarios que nunca rinden cuentas a sus ciudadanos. Si existe (o más bien existía) una «excepcionalidad árabe», obviamente es ésta: esos regímenes han vivido una longevidad sin precedentes, y hasta la gran oleada de democratización que arrastró a Europa del Este, África o América Latina se ha estrellado en el muro de las dictaduras de Oriente Próximo y el Magreb: Mubarak es presidente desde 1982, M. Alí Abdalá Saleh dirige Yemen desde 1978 y, en Amán, Abdalá II sucedió en 1999 a su padre, que a su vez accedió al poder en 1952. Por no hablar de Siria, donde Bachar Al-Assad sustituyó a su padre, que había tomado el poder en 1970; de Marruecos donde el rey Mohamed VI sucedió en 1999 a su padre, quien había reinado desde 1961; de Libia, donde Gadafi castiga desde 1969 y prepara a su hijo para que le suceda. En cuanto a Ben Alí, presidía Túnez a su antojo desde 1989.



En cualquier caso, sean cuales sean las condiciones de cada país, en todos se violan los derechos individuales, políticos y de expresión. Los moukhabarat, la policía secreta egipcia, reafirman su omnipotencia y no es nada raro en Egipto, y en otros lugares, que se maltrate, torture y asesine a las personas detenidas. La publicación por parte de WikiLeaks de los telegramas enviados desde la embajada de Estados Unidos en El Cairo confirman lo que todo el mundo sabía (incluido Nicolas Sarkozy), pero que no impedía a unos y otros agasajar a ese fiel aliado de Occidente denunciando al mismo tiempo los mismos comportamientos en Irán («Egypte-Iran deux poids, deux mesures», Nouvelles d’Orient, 27 de noviembre de 2010). Esta arbitrariedad absoluta, que también se manifiesta en la vida diaria y pone a los ciudadanos a merced de las fuerzas del orden, alimenta una revolución que expresa por todas partes las ansias de dignidad.



Todos esos regímenes no sólo han acaparado el poder político, sino que además se han impuesto en el ámbito económico actuando a menudo como auténticos depredadores de las riquezas nacionales, como en el caso de Túnez. Los Estados que nacieron de las independencias, que en general garantizaban a sus ciudadanos una protección mínima, cierta cobertura social o acceso a la enseñanza, se han desintegrado frente a las embestidas de la corrupción y la globalización. Incluso el acceso a la universidad que antaño, en Egipto, abría la puerta para acceder a la función pública, ya no ofrece posibilidades a una juventud cada vez más frustrada que tiene que ver cómo se pavonean «los nuevos ricos».



En los años 70, el boom del petróleo ofrecía una salida a muchos, que emigraron al Golfo, pero esta región ya no es capaz de absorber los flujos crecientes de parados. Las cifras de crecimiento fijadas por los campeones del liberalismo económico, Egipto, Túnez o Jordania, a menudo son objetos de informes elogiosos de las organizaciones financieras internacionales –que no consiguen enmascarar la creciente pobreza-. Desde hace varios años los movimientos sociales se han afianzado en Egipto -grèves ouvrières, luttes paysannes, manifestaciones en los barrios periféricos de las grandes ciudades, etc.– así como en Túnez (Gafsa), Jordania o Yemen. Pero hasta ahora nunca se había expresado abierta y masivamente la voluntad de cambios políticos. El ejemplo tunecino ha reventado los cerrojos.



También se puede señalar que la lucha contra Israel, que ofrecía a menudo a los regímenes de Oriente Próximo un argumento para mantener su control –en nombre de la unidad contra el enemigo sionista-, ya no parece suficiente. Egipto y Jordania firmaron acuerdos de paz con Israel, y el conjunto del mundo árabe parece totalmente incapaz de reaccionar a la aniquilación sistemática de los palestinos. Que nadie se llame a engaño: un editorialista estadounidense, Robert Kaplan, remarcó en The New York Times (24 de enero) que «no son los demócratas, sino los autócratas como Sadat o el rey Hussein quienes firmaron la paz con Israel. Un autócrata sólidamente instalado puede hacer concesiones más fácilmente que un dirigente débil salido de las urnas (…)». Y en un llamamiento a los dirigentes estadounidenses a apoyar a los «autócratas» árabes se preguntaba «¿Realmente queremos que las grandes manifestaciones callejeras minen el poder de los dirigentes ilustrados como el rey Abdalá de Jordania?».



¿Y ahora? Cualquier pronóstico sobre Egipto es aventurado y nadie puede prever cómo seguirán los acontecimientos. ¿Qué harán los Hermanos Musulmanes, muy reticentes a entrar en un enfrentamiento con el poder y que finalmente han decidido unirse al movimiento? Mohammed El Baradei, el ex secretario general de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), ¿será capaz de federar a las diversas oposiciones? En cualquier caso la revolución tunecina ha abierto una puerta y ha enviado, como cantaba Jean Ferrat, «un viento de libertad más allá de las fronteras, a los pueblos extranjeros, que da vértigo…»



Fuente: http://www.monde-diplomatique.fr/carnet/2011-01-28-Egypte








24 de enero de 2011

LA GEOPOLITICA DE LA UNION EUROPEA PARA LOS ESPACIOS DEL ATLÁNTICO SUR







Prof. Patricio Carvajal Aravena






Cuando el Prof. Dr. K. Haushofer publicó su Geopolitik de Pazisfischen Ozeans (1925) tenía claro que su visión de los espacios oceánicos era abiertamente una impugnación de los dominios coloniales británicos y de sus rutas de acceso, principalmente marítima. La obra de Haushofer está comenzando a ser releída y recontextualizada a la luz de la crisis energética y de recursos hídricos que está viviendo el Planeta. Desde esta perspectiva no puede extrañar la presencia naval británica –como fuerza de la OTAN- en los espacios del Atlántico Sur y el reforzamiento de las Islas, especialmente de las Malvinas, como bases militares potenciales que les permiten adyacencia geográfica inmediata a la Antártica.



Ahora bien, si revisamos someramente los planteamiento formulados por los centros de inteligencia estratégica de los EEUU, Inglaterra y Alemania, podemos comprobar que la visión geopolítica de esos Estados, agrupados en la Alianza militar más poderosa de la Post Guerra fría, apunta precisamente a determinar los factores de riesgos, su administración y la capacidad de las fuerzas estratégicas para operar, dado el caso militarmente sobre los espacios marítimos del planeta. Estos análisis de futuro (Zukunftanalyse) son los planes estratégicos de los EEUU y de la OTAN para intervenir directamente en los espacios del Atlántico Sur. Y en este punto cabe establecer las diferencias geopolíticas entre el pensamiento norteamericano–europeo y el latinoamericano. En efecto, mientras los EEUU – EU hablan de una geopolítica comunitaria y global, sin por ello prescindir del todo del Estado nacional, los latinoamericanos continuamos atrapados en la retórica geopolítica del Estado nación. Una prueba de esta retórica es el principio de Chile en el Pacífico y Argentina en el Atlántico. ¿Cuál es la procedencia ideológica de dicho principio? Ciertamente la doctrina de la Guerra Fría. Pero una vez superada la Guerra Fría seguir repitiendo este principio geopolítico no tiene mayor sentido, excepto para los intereses de los EEUU y de la EU y su política mundial de dominio de los espacios marítimos. Si comprendemos que la Geopolítica es una ciencia convencional, y como parte de ella la cartografía y el derecho internacional, entonces podemos comprender que lo que necesita hoy América Latina para enfrentar los desafíos de una globalización, globalización perversa, como la llamó el geógrafo brasilero Milton Santos, es precisamente una nueva geopolítica de la cooperación, de la defensa y de la seguridad cooperativa. Cuando los Estados del ABC logren formular una geopolítica suramericana para esos espacios y la correspondiente fuerza estratégica para su seguridad y defensa, entonces tal vez podamos sostener con un grado cierto de razonabilidad que los reclamos regionales latinoamericanos sobre los espacios de Atlántico y Pacífico Sur están asegurados



Los informes del Zentrum für Transformation der Bundeswehr: Sicherheitspolitische Zukunktsanalyse. Ausblick auf 2035. Trends und Entwicklungen (Centro para la Transformación del Ejército Federal. Análisis futuro político de seguridad. Un panorama al 2035. Tendencias y desarrollos), o el Global Trends 2015: A dialogue about the future readactado por la CIA, o, finalmente, el The DCDC Global Stratetig Trends Programme 2007 – 20336 del MOD del UK, son una prueba fuerte de la visión geopolítica de las relaciones internacionales y de la seguridad y defensa que postulan los EEUU y la EU. Sobre la cartografía para estos espacios es necesario atender a la propuesta de dos centros de estudios geopolíticos británicos, que se encuentran entre los más reputados del mundo: IBRU: International Boundaries Research Unit, de la Universidad de Durham, centro que dirige el Prof. Dr. Martin Pratt, cuya cartografía sobre el Ártico y la Antártica revela con claridad las pretensiones espaciales de las grandes potencias, y específicamente la cartografía: New South Atlantic maritime claims maps. Argentina and UK claims to maritime jurisdiction in the South Atlantic and Southern Oceans, y el PERG (Politics and Environment Research Group), de la Universidad de Londres, que dirige el Prof. Dr. K. Dodds, uno de los más destacados geopolíticos británicos y experto en la Antártida. Su libro: Pink ice: Britain and the South Atlantic Empire (2002), debería constituir un libro de lectura obligada para los geopolíticos latinoamericanos. En este sentido cabe reiterar que el poder geoestratégico es una sumatoria de factores y variables fundadas en la Geopolítica, y no exclusivamente la fuerza militar, como se ha entendido, equivocadamente, en América Latina. No sólo son importantes los buques de una flota de guerra, sino también los de las flotas mercantes, pesqueras y de estudios y prospección oceanográficos, las cátedras universitarias y los centros de investigación. Esta última es una ventaja competitiva geopolítica de los EEUU y la UE que estamos muy lejos de alcanzar.



Chile, Enero de 2011





(*) Director Centro de Estudios de la Cuenca del Pacífico CECPAC – UPLA. Profesor Asociado de las Cátedras de Historia Moderna, Historia Contemporánea e Historia del Pensamiento Político, Universidad de Playa Ancha.

20 de enero de 2011

El Nuevo Orden Mundial II



Dicen que la decadencia ahora va en serio...


Desde hace varios años venimos afirmando la recreación de un nuevo orden mundial no basado en las premisas y objetivos que se plantearon los neoconservadores estadounidenses de fines de la década de 1970 y que lograron el poder total en los 80 y 90 del siglo pasado para instaurar el llamado Siglo XXI: Siglo Americano. Mas allá de esos planes que se ejecutaron y se intenta continuar en la actualidad, el sistema mundo empezó a dar indicios de que todo no estaba atado y bien atado como según planteaban los ejecutores del plan en cuestión. La aparición de las potencias emergentes, los conflictos internacionales con sus guerras que no se pudieron solucionar según lo planeado por Washington, sumado a una crisis económica financiera mundial que golpea el núcleo duro de sus aliados, ponen en entredicho a ese proyecto, y este articulo publicado en la conservadora revista norteamericana Foreign Policy, realizado por el especialista de política exterior del diario Financial Times ingles, diario bandera del sistema financiero globalista anglonorteamericano, ratifica las ideas fuerzas que venimos sosteniendo de los grandes cambios en el “Nuevo Orden Mundial” que se avecinan.


Lic. Carlos Pereyra Mele




Gideon Rachman, columnista de política exterior en el matutino londinense Financial Times, y autor de Zero-Sum Future: American Power in an Age of Anxiety, escribió el siguiente texto en Foreign Policy:



WASHINGTON DC (Foreign Policy). Ahora es diferente.



Dicen: “Ya hemos oído hablar otras veces del declive americano”.



Es verdad que USA ha vivido ciclos de pesimismo en otras épocas. Durante la campaña para la presidencia en 1960, John F. Kennedy se quejaba de que “la fuerza de Estados Unidos en comparación con la de la Unión Soviética ha disminuido, y el comunismo ha avanzado sin cesar en todas las áreas del mundo”. El libro de Ezra Vogel Japan as Number One se publicó en 1979 y fue el preludio de una década de paranoia creciente sobre las técnicas industriales y las políticas comerciales niponas.



Al final, por supuesto, las amenazas soviética y japonesa a la supremacía estadounidense resultaron ser quimeras. De modo que es perdonable que se considere el anuncio de la nueva amenaza que representa China como un caso más de Pedro gritando que viene el lobo. Pero suele olvidarse que, en esa fábula, Pedro acaba teniendo razón. El lobo acaba por llegar; y China es el lobo.



El desafío del gigante asiático a Estados Unidos es más grave por razones tanto económicas como demográficas. La URSS se hundió porque su sistema económico era muy ineficaz, un fallo fundamental que se disimuló durante mucho tiempo porque la Unión Soviética nunca intentó competir en los mercados mundiales.



China, por el contrario, ha demostrado su fortaleza económica en el escenario global. Su economía crece a un ritmo del 9 o 10% anual, como media, desde hace 30 años. Es ya el principal exportador y el mayor fabricante del planeta, y posee reservas extranjeras por valor de más de 2,5 billones de dólares. Los bienes chinos compiten en todo el planeta. No tiene nada que ver con el caso perdido que era la economía soviética.



Japón, desde luego, experimentó también muchos años de rápido crecimiento económico y sigue siendo un motor de exportaciones. Pero nunca fue un verdadero candidato a ocupar el primer puesto. La población nipona es menos de la mitad de la de Estados Unidos, lo que significa que el japonés medio tendría que ser más del doble de rico que el estadounidense medio para que la economía de este país asiático pudiera sobrepasar a la de USA. Eso es imposible.



En cambio, la población china es más del cuádruple de la estadounidense. La famosa proyección de Goldman Sachs de que la economía del Imperio del Centro superará a la de la actual superpotencia para 2027 se hizo antes de la crisis económica de 2008. Al ritmo actual, China podría ocupar el primer puesto mucho antes.



El poderío económico del gigante asiático está permitiendo ya a Pekín desafiar la influencia de Washington en todo el mundo. Los chinos son los socios preferentes de muchos gobiernos africanos y los mayores socios comerciales de otras potencias emergentes como Brasil y Suráfrica. Además, China ha comprado bonos de los miembros de la eurozona en dificultades financieras, como Grecia y Portugal.



Y China no es más que el elemento más llamativo del ascenso de nuevos actores económicos y políticos en general. Los aliados tradicionales de Estados Unidos en Europa -Gran Bretaña, Francia, Italia e incluso Alemania- están perdiendo puestos en la clasificación económica global. Es la hora del ascenso de nuevas potencias: India, Brasil, Turquía.



Cada uno de esos países tiene sus propias preferencias en política exterior, que, unidas, limitan la capacidad de Washington de influir. No hay más que ver cómo Nueva Delhi y Brasilia se alinearon con Pekín en las negociaciones sobre el cambio climático. O los votos de Turquía y Brasil en Naciones Unidas al hablar de las sanciones contra Irán. Y esto no es más que el principio.



Dicen: “China hará implosión tarde o temprano”.



No estén tan seguros. Es indudable que, cuando los estadounidenses se preocupan por el declive de su país, suelen olvidarse de los puntos débiles que tiene el más temible de sus rivales. Los fallos de los sistemas soviético y japonés sólo son obvios a posteriori. Quienes confían en que la hegemonía de USA se prolongue en el futuro alegan los posibles lastres del sistema chino. En una entrevista reciente con The Times de Londres, el ex presidente estadounidense George W. Bush sugería que los problemas internos del Imperio del Centro hacen que su economía tenga pocas probabilidades de rivalizar con la de su país en un futuro previsible. “¿Creo todavía que USA va a seguir siendo la única superpotencia?”, preguntaba. “Sí”.



Pero las predicciones del inminente desmoronamiento del milagro chino son habituales en los análisis occidentales desde que empezaron a hacerse a finales de los 70. En 1989, el Partido Comunista (PCCh) pareció tambalearse tras la matanza de la plaza de Tiananmen. En los 90, los observadores señalaban el lamentable estado de los bancos y las empresas estatales chinas. Sin embargo, su economía ha seguido creciendo y se ha duplicado aproximadamente cada siete años.



Por supuesto, sería absurdo fingir que el gigante asiático no se enfrenta a grandes obstáculos. A corto plazo, existen muchas pruebas de que está formándose una burbuja inmobiliaria en grandes ciudades como Shanghái, y la inflación está aumentando. A largo plazo, China tiene que administrar una transición política y económica muy preocupante. El PCCh no podrá conservar su monopolio del poder eternamente. Y la dependencia tradicional de las exportaciones y una divisa infravalorada recibe cada vez más críticas de Estados Unidos y otros actores internacionales que exigen un “reequilibrio” de la economía china. Además, el país tiene grandes retos demográficos y ambientales: la población está envejeciendo muy deprisa como consecuencia de la política del hijo único, y está amenazado por la escasez de agua y la contaminación.



No obstante, aun previendo unas turbulencias económicas y políticas considerables, sería un gran error suponer que el desafío chino al poder estadounidense va a desaparecer por las buenas. Cuando los países cogen el tranquillo del crecimiento económico, es muy difícil que pierdan el rumbo. La analogía con el ascenso de Alemania a partir de mediados del XIX es instructiva. El país europeo sufrió dos derrotas militares catastróficas, hiperinflación, la Gran Depresión, el fracaso de la democracia y la destrucción de sus principales ciudades e infraestructuras por las bombas de los aliados. Pese a ello, a finales de los 50, Alemania occidental volvía a ser una de las primeas economías del planeta, aunque despojada de sus ambiciones imperiales.



En una era nuclear, no es probable que China se vea arrastrada a una guerra mundial, así que no sufrirá turbulencias y desórdenes ni remotamente parecidos a los que vivió Alemania en el siglo XX. Y las dificultades económicas y políticas que atraviese, por grandes que sean, no serán suficientes para detener el ascenso del país a la categoría de gran potencia. El volumen y el empuje de su economía harán que el gigante chino siga avanzando por muchos obstáculos que encuentre en su camino.



Dicen: “USA sigue dominando en todos los sectores”.



Por ahora. En la situación actual, Estados Unidos posee la mayor economía del planeta, las primeras universidades y muchas de las principales empresas. El Ejército estadounidense también es incomparablemente más poderoso que cualquiera de sus rivales. La superpotencia tiene casi tanto gasto militar como el resto del mundo junto. Y no hay que olvidar sus activos intangibles. La combinación de olfato empresarial y poderío tecnológico le ha permitido encabezar la revolución tecnológica. A USA siguen llegando inmigrantes llenos de talento. Y con Barack Obama en la Casa Blanca, el poder blando del país se ha visto muy reforzado.



A pesar de sus problemas, las encuestas muestran que Obama sigue siendo el líder más carismático del mundo; El presidente chino, Hu Jintao, queda muy por detrás. Estados Unidos cuenta asimismo con el atractivo global de sus industrias creativas (Hollywood y otras cosas de ese tipo), sus valores, la universalidad cada vez mayor de la lengua inglesa y el gancho del Sueño Americano.



Todo eso es verdad, pero hay más vulnerabilidad de la que parece. Las universidades estadounidenses siguen siendo un bien muy preciado. Pero, si la economía del país no genera empleo, los brillantes alumnos asiáticos de postgrado que llenan los departamentos de ingeniería e informática en Stanford y el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) empezarán a regresar en masa a sus países.



La última clasificación de las mayores empresas del mundo elaborada por la revista Fortune no incluye más que dos compañías estadounidenses entre las 10 primeras: Walmart, en el número 1, y ExxonMobil, en el 3. Entre esas 10 figuran ya tres chinas: Sinopec, Red Eléctrica Estatal y Petróleos Nacionales de China. El poder de atracción de USA puede disminuir si el país deja de tener una imagen estrechamente asociada a las oportunidades, la prosperidad y el éxito. Y, aunque el Sueño Americano atrae a muchos extranjeros, existe también una profunda reserva de sentimiento antiamericano en el mundo que Al Qaeda y otros han sabido explotar muy bien, con o sin Obama.



En cuanto al Ejército, la lección de las guerras de Irak y Afganistán es que el poder militar estadounidense es menos útil de lo que pensaban el ex secretario de Defensa Donald Rumsfeld y otros. Las tropas, los aviones y los misiles pueden hacer que caiga un gobierno en el otro extremo del mundo en cuestión de semanas, pero pacificar y estabilizar un Estado conquistado es otra cosa muy distinta. Años después de la supuesta victoria en Afganistán, USA sigue empantanada por culpa de una insurgencia aparentemente infinita.



No sólo los estadounidenses están perdiendo el gusto por las aventuras en el extranjero, sino que el presupuesto militar va a estar sometido a presiones en esta nueva época de austeridad. La parálisis actual en Washington ofrece pocas esperanzas de que el país vaya a saber abordar sus problemas presupuestarios con rapidez y eficacia. El hecho de que el Gobierno siga dependiendo de los préstamos extranjeros vuelve vulnerable a la superpotencia, como dejó al descubierto en 2009 la humillante petición de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, a los chinos de que no dejaran de comprar bonos del Tesoro estadounidense. Washington está financiando su supremacía militar mediante un gasto deficitario, lo cual quiere decir que la guerra de Afganistán la está pagando, en la práctica, con una tarjeta de crédito china. No es extraño que el almirante Mike Mullen, presidente de la Junta de jefes de Estado Mayor, haya dicho que la deuda es la mayor amenaza contra la seguridad nacional de USA.



Mientras tanto, el gasto militar del gigante asiático sigue aumentando sin cesar. El país anunciará pronto la construcción de su primer portaaviones y tiene intención de construir cinco o seis en total. Lo más serio, no obstante, es el desarrollo de una nueva tecnología de misiles y antisatélites que amenaza el dominio de los mares y los cielos en el que USA basa su hegemonía en el Pacífico. En una era nuclear, no parece probable que vaya a haber un enfrentamiento entre los Ejércitos de ambos países. En China existe la opinión extendida de que Estados Unidos acabará por comprender que no puede seguir manteniendo su posición en el Pacífico. Sus aliados en la región -Japón, Corea del Sur y, cada vez más, India- tal vez estrechen sus relaciones con Washington para contrarrestar el aumento de poder chino. Pero, si USA tiene que reducir su presencia en la zona por razones presupuestarias, sus aliados empezarán a adaptarse a ese Imperio del Centro más poderoso. La influencia de Pekín se extenderá y la región de Asia y el Pacífico -el nuevo centro de la economía global- pasará a ser el patio trasero de los chinos.



Dicen: “La globalización hace que el mundo se incline hacia Occidente”.



En realidad no. Una de las razones por las que Estados Unidos no se preocupó por el ascenso de China en los años posteriores al final de la guerra fría era la convicción arraigada de que la globalización estaba extendiendo los valores occidentales. Algunos incluso pensaban que globalización y americanización eran prácticamente sinónimos.



El experto Fareed Zakaria fue profético cuando escribió que “el ascenso del resto” (es decir, las potencias no americanas) sería una de las principales características del “mundo postamericano”. Pero incluso Zakaria afirmaba que esta tendencia era esencialmente beneficiosa para USA: “El traspaso de poder... es bueno para América, si se aborda como es debido. El mundo va en la dirección de Estados Unidos. Los países son cada vez más abiertos, orientados hacia el mercado y democráticos”.



Tanto George W. Bush como Bill Clinton adoptaron una visión similar de que la globalización y el libre comercio iban a servir de vehículos para la exportación de los valores estadounidenses. En 1999, dos años antes de la incorporación de China a la Organización Mundial de Comercio, Bush declaró: “La libertad económica crea hábitos de libertad. Y los hábitos de libertad crean expectativas de democracia... Si comerciamos libremente con China, el tiempo actuará a nuestro favor”.



Había dos errores importantes en esta teoría. La primera era que el crecimiento económico llevaría inevitablemente -y con bastante rapidez- a la democratización. La segunda, que las nuevas democracias serían forzosamente más amigas y estarían más dispuestas a ayudar a Estados Unidos. Ninguna de las dos hipótesis está cumpliéndose.



En 1989, tras la matanza de la plaza de Tiananmen, pocos analistas occidentales habrían creído que 20 años después China iba a seguir siendo un Estado con un partido único y que su economía iba a crecer a un ritmo espectacular. La hipótesis más corriente (y reconfortante) en Occidente era que este país tendría que escoger entre la liberalización política y el fracaso económico. Al fin y al cabo, era evidente que un Estado monopartidista y sometido a un control estricto no podría triunfar en la era de los teléfonos móviles e Internet, ¿verdad? Como dijo Clinton durante una visita al país asiático en 1998, “en esta era de la información globalizada, en la que el éxito económico se construye sobre las ideas, la libertad personal es... fundamental para la grandeza de cualquier nación moderna”.



A la hora de la verdad, el gigante asiático consiguió combinar la censura y el gobierno del partido único con el éxito económico continuado durante los 10 años siguientes. El enfrentamiento entre el Ejecutivo chino y Google en 2010 fue significativo. El icono de la era digital amenazó con retirarse del país en protesta por la censura, pero acabó por retractarse a cambio de unas concesiones simbólicas. Hoy es perfectamente lógico pensar que, cuando China se convierta en la mayor economía global -por ejemplo, en 2027-, seguirá siendo un Estado monopartidista, gobernado por el PCCh.



Y, aun en el caso de que el país se democratice, no existe ninguna garantía de que eso vaya a beneficiar a USA, ni mucho menos prolongar su hegemonía mundial. La idea de que las democracias deben estar de acuerdo en los grandes temas globales se ve hoy refutada a diario. India no coincide con Washington respecto al cambio climático ni la ronda comercial de Doha. Brasil no está de acuerdo con USA en cómo abordar las relaciones con Caracas y Teherán. La Turquía actual, más democrática, es también más islamista, y se niega a apoyar a la superpotencia en los casos de Israel e Irán. En esta vena, una China más democrática podría ser también más quisquillosa, si nos guiamos por la popularidad de los libros nacionalistas y las páginas de Internet como El Reino de El Centro.



Dicen: “La globalización no es un juego de suma cero”.



No está tan claro. Sucesivos presidentes de USA, desde el primer Bush hasta Obama, se han felicitado explícitamente por el ascenso de China. Justo antes de su primera visita al país, Obama resumió el punto de vista tradicional cuando dijo que “el poder no tiene por qué ser un juego de suma cero, y los países no tienen por qué temer el ascenso de otros... Damos la bienvenida a los esfuerzos de China para desempeñar un papel más destacado en el escenario mundial”.



Pero está claro que, digan lo que digan en sus discursos, los líderes estadounidenses están empezando a tener sus dudas, y con razón. Es un principio fundamental de la economía moderna que el comercio beneficia a los dos socios, que es una situación en la que todos ganan, y no en la que, para que una parte gane, la otra tiene que perder. Pero eso es así siempre que no se manipulen las reglas del juego. En su discurso ante el Foro Económico Mundial en 2010, Larry Summers, entonces principal asesor económico de Obama, subrayó que las normas habituales sobre los beneficios mutuos del comercio pueden no servir cuando la otra parte practica políticas mercantilistas o proteccionistas.



El Gobierno estadounidense piensa que la infravaloración de la moneda china es una forma de proteccionismo que ha provocado desequilibrios económicos globales y pérdidas de empleo en Estados Unidos. Destacados economistas, como el columnista de The New York Times Paul Krugman y Fred Bergsten del Peterson Institute, han expresado una opinión similar, y afirman que sería legítimo responder con aranceles u otras medidas de represalia. Ése es el mundo en el que todos debían salir ganando.



Y en cuanto al panorama geopolítico general, da la impresión de que el futuro consistirá aún más en un juego de suma cero, a pesar de la fina retórica de la globalización que tanto confortaba a la última generación de políticos estadounidenses. Porque USA ha actuado como si los intereses mutuos creados por la globalización hubieran refutado una de las leyes más antiguas de la política internacional: la idea de que los nuevos actores acaban chocando con las potencias establecidas.



La verdad es que la rivalidad entre una China en ascenso y un Estados Unidos debilitado es muy visible en todo tipo de asuntos, desde las disputas territoriales en Asia hasta los derechos humanos. Por suerte, es poco probable que Washington y Pekín se declaren guerra abierta, pero eso es porque los dos poseen armas atómicas, no porque la globalización haya disuelto por arte de magia sus diferencias.



En la cumbre del G-20 en noviembre, el intento de USA de abordar los “desequilibrios económicos mundiales” fracasó por la obstinada negativa de China a cambiar su política monetaria. Las negociaciones de 2009 sobre el cambio climático en Copenhague acabaron en desastre después de otro pulso entre ambos. El incremento de la influencia económica y militar china es una clara amenaza contra la hegemonía de Estados Unidos en el Pacífico.



Los chinos aceptaron a regañadientes un nuevo paquete de sanciones de Naciones Unidas contra Irán, pero el precio de obtener el voto chino fue un acuerdo endeble que no servirá para poner fin al programa nuclear de Teherán. Los dos países han participado en las negociaciones con Corea del Norte, pero su rivalidad, apenas disimulada, impide que haya una auténtica cooperación. A China no le gusta el régimen de Kim Jong Il, pero tampoco confía en una Corea reunificada como vecina, sobre todo si ésta siguiera acogiendo tropas estadounidenses. Además, el gigante asiático participa en la feroz competencia por el acceso a los recursos, en especial el petróleo, lo cual está encareciendo los precios mundiales.



Los dirigentes estadounidenses hacen bien en rechazar la lógica de la suma cero en público. Lo contrario sólo serviría para enemistarse innecesariamente con los chinos. Pero eso no debe ocultar esta realidad ineludible: a medida que el poder económico y político se traslada de Occidente a Oriente, es inevitable que surjan nuevas rivalidades internacionales.


Estados Unidos sigue teniendo activos formidables. Su economía acabará recuperándose. Su Ejército tiene una presencia en el mundo y una ventaja tecnológica que ningún otro país puede igualar todavía. Pero no volverá a experimentar jamás la hegemonía global que tuvo en los 17 años entre la caída de la URSS en 1991 y la crisis financiera de 2008. Esos tiempos han quedado a

19 de enero de 2011

Entre turcos y árabes ganan el diálogo y la comprensión



por Aldo Braccio


Eurasia. Rivista di Studi Geopolitici


www.eurasia-rivista.org




Se refuerzan las iniciativas de colaboración entre Turquía, Líbano, Siria y Jordania: es eminente la institución de un Consejo de cooperación económica entre los cuatro países, cuyo fin será promover y acrecentar la proximidad económica y política de los mismos. En este sentido puede ser interpretada la extrema atención mostrada por el ministro de Asuntos Exteriores de Ankara, Ahmet Davutoğluel teórico de la “profundidad estratégica” turca – hacia la crisis gubernamental libanesa: “Nuestro objetivo fundamental es la estabilidad del Líbano y es por esto que éramos contrarios a la dimisión de los ministros y del gobierno”.



Pero las actuales y crecientes relaciones entre Turquía y el mundo árabe – históricamente difíciles desde el período de la conflagración del Imperio Otomano– son consideradas importantes e imprescindibles por ambas partes. El martes 11 de enero y el miércoles 12 se desarrollaron en Kuwait los trabajos para la Conferencia sobre el diálogo parlamentario árabe-turco, precisamente con la finalidad de reforzar estas tendencias. El premier Erdoğan, que se hallaba presente en el encuentro, ha querido remarcar que “los árabes son hermanos de los turcos, y los turcos son hermanos de los árabes: nosotros no olvidaremos que tenemos en común religión, historia y cultura, ni daremos la espalda a la historia que hemos escrito juntos en esta área geográfica”.



El Jefe del gobierno turco ha sido muy claro: “Ha habido diferencias entre árabes y turcos desde hace cien años – también debilidades en nuestras relaciones – pero esto no puede comprometer relaciones históricas que se remontan a hace más de mil años”. Y ha criticado duramente a los que vinculan el Islam y el terrorismo. Por su parte, el jefe de la delegación árabe ha reconocido, en el primera jornada de trabajo, que las posiciones de Turquía apoyan las causas árabes, en particular en relación con el conflicto con la unidad sionista, y que los árabes y los turcos han contribuido, mediante la cultura islámica, a la Civilización del hombre.



Los países del Golfo no representan para Turquía una opción alternativa, sino absolutamente complementaria con la que atañe a los otros Estados vecinos: en esos mismos días Erdoğan ha ido a Kuwait y Qatar y el presidente Gül a Yemen, donde, entre otras cosas, ha sido abolido –de forma similar a lo que está ocurriendo entre Turquía, Siria y Líbano – el visado de entrada entre los dos países.



Todos estos son pasos consecuentes con lo establecido en el anual Foro de Cooperación turco-árabe, en cuya última edición (junio 2010) han participado más de veinte países: Turquía plantea la iniciativa en los sub-ámbitos regionales –asumiendo en perspectiva el rol de mediador y, de alguna manera, de reunificador de un mundo más bien diseminado y a menudo contradictorio – y los estados árabes acogen positivamente esta proyección.



(trad. por V. Paglione y Página Transversal)


EL NUEVO ORDEN MUNDIAL





Informe PwC:


China superará a USA en 2018








China será la potencia económica mundial Nº1 en 2018, de acuerdo a una proyección realizada por PricewaterhouseCoopers, con el título El Mundo en 2050, y que calcula la evolución de las principales economías medidas en paridad de poder de compra (PPP, que sirve para comparar el nivel de vida de diferentes países).



CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). Según las previsiones de PricewaterhouseCoopers (PwC), varias de las economías emergentes continuarán los próximos años su ascenso. El grupo formado por China, India, Brasil, Rusia, Indonesia, México y Turquía, superará al denominado G-7 (USA, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá) en 6 años y duplicará el valor de su producción en 2050.



En 2018, el producto interior bruto (PIB) de China medido en PPP superará al estadounidense (ver gráfico) y se convertirá en el mayor en el mundo "pese al freno que supondrá la política de hijo único aplicada en los últimos 30 años para la actividad productiva nacional –especialmente a partir de 2020- y al peaje temporal que tendrá que pagar el gigante asiático en términos de crecimiento si sustituye la política industrial de imitación por el desarrollo de la innovación".



En 2010, la economía china ya creció un 10,5%, según el Fondo Monterio Internacional (FMI).



En términos absolutos de PIB, es decir, medido en precios de mercado, China se proclamará primera potencia en 2032. De este modo, EEUU conservaría desde entonces su segunda posición en el ránking mundial hasta 2050.



De Bollywood al samba



En 2045 será la economía india la que supere a la de USA (medido en PPP), con un tamaño un 14% mayor que la del país americano. "India será, previsiblemente, la gran economía mundial que más crecerá en las próximas cuatro décadas, a un ritmo medio del 8,1% [en 2010 marcó un 9,7%, según el FMI], gracias a la juventud de su población activa, un colectivo que crece a un ritmo más acelerado que en China", explica el informe.



Eso sí, advierte de que para continuar esta escalada es necesario que mantenga su política fiscal actual, nivel de inversión y comercio exterior, así como que mejore el sistema educativo.



La economía mundial no sólo danzará al ritmo de las películas indias del Bollywood, la samba brasileña también ocupará un lugar destacado. No obstante, la economía carioca superará a la británica en sólo 2 años y a la alemana en 2025. En 2050, será la cuarta mundial.



Una curiosidad es que, según la previsión, España descenderá desde el puesto Nº 12 en 2009 al Nº18 en 2050 y se verá "superada por Indonesia, Canadá, Corea del Sur, Turquía, Nigeria y Vietnam".



Según sus cálculos, el PIB español tendrá un ritmo de crecimiento del 1,9% en los próximos 40 años (para 2011, el Ejecutivo prevé una expansión del 1,3%), por encima de Francia, Italia y Alemania.



Si se mide en precios de mercado (volumen total de PIB), España pasaría del puesto Nº 9 al Nº 16 entre 2009 y 2050 y perdería su posición en el 'top ten' mundial en 2012, al ser superado por India y Rusia.



Para John Hawksworth, economista jefe de PwC, el nuevo orden mundial aumentará la competencia con las multinacionales de las economías emergentes en sectores como el financiero, en los que la crisis financiera global ha golpeado más duramente en Occidente que en Asia. Pero también creará nuevas oportunidades debido "al rápido avance de los mercados de consumo en las economías emergentes, asociado con el vertiginoso crecimiento de las clases medias".



China ya superó a Japón en agosto de 2010, cuando trascendió que el Producto Interior Bruto (PIB).



China superó a Japón en términos nominales después de que el PIB japonés se desacelerara hasta el 0,4% a ritmo anual entre abril y junio y hasta el 0,1% respecto al trimestre precedente.



Hace una década, China era la 7ma. Economía mundial, pero el gran desarrollo del país asiático ha permitido que desde 2001 haya crecido un 261% acumulado, mientras Japón avanzado apenas 5%, según datos del Banco Mundial (BM).

Fuente: http://www.urgente24.com/noticias/val/2862-125/informe-pwc-china-superara-a-usa-en-2018.html