La Izquierda Europea (hoy llamada Progresismo), analizada por un observador privilegiado, por el Argentino radicado en Madrid desde hace mas de 25 años, Eduardo Bonugli, colaborador del CeeS en el viejo Mundo.
LA IZQUIERDA PROGRE
Resulta arriesgado decir que la izquierda europea ha desaparecido. Más bien parece que ha evolucionado hasta mostrar hoy su cara más genuina. Las proclamadas revoluciones del siglo xx se compusieron de algunos brotes violentos contra la aristocracia, y de varias explosiones de fogueo contra el sistema. A seguir quedó mucho humo romántico, acompañado del típico folclore idealista de burgueses trasnochados que querían una revolución total. Eso sí, muy lejos de su tierra y que no le afectase su nivel de vida.
De todo ello salió abundante literatura y sobre todo mucho mito y leyenda. Europa tuvo 4 grandes dictadores en el siglo XX. A dos de ellos (Hitler y Musolini) tuvieron que ser los americanos en eliminarlos y los otros dos (Franco Y Salazar) se murieron de viejos. La izquierda, acomodada en los privilegios, y maniatada en la cobardía, jamás fue capaz de hacerles frente.-
Hoy, la izquierda está donde siempre: ricamente instalada en un micro clima sectario, de espaldas al pueblo, y manejando el poder desde los medios. Con semejante paisaje la derecha está contentísima y pronostica "tiempo bueno mejorando luego".-
Es verdad que los progres realizan planteos contra la xenofobia, que dicen luchar por los derechos de las mujeres, los gays, etc. Pero la realidad tiene un perfil diferente:
La lucha progre contra la xenofobia la centran exclusivamente en los emigrantes de los países ricos. Asumen así una simpática actitud tolerante y condescendiente sobre los extranjeros. Pura limosna sensiblera. Hablan de la integración de los gitanos pero mandan a sus hijos a colegios privados. Se rasgan las vestiduras por los derechos de los ecuatorianos en España pero les importa un pimiento la realidad del pueblo ecuatoriano. Entre bambalinas el imperialismo les aplaude.-
Su lucha por los derechos de las mujeres tiene una profunda carga de demagogia. Resaltan a la mujer triunfadora como aquella que va a trabajar en Helicóptero, o la que tiene un despacho de 250 metros en la 10ª planta de la gran avenida, o la otra, súper súper liberada, que hace el amor en los aseos de una avión. El resto de las mujeres no existe. La que trabaja de 8 a 5 de la tarde, que tiene 3 hijos y un marido del está enamorada, es la traidora de su gesta y por supuesto, la gran ausente en esta reivindicación. El ilusionante feminismo de los años 80 se ha transformado en una rentable parodia hembrista. Desde los medios agitan la lucha de sexos, tratan a los hombres como macacos y alientan a las mujeres al consumo exagerado. El gran capital se declara feliz.-
Su lucha contra la discriminación gay es una carátula. Presentaron la aprobación del matrimonio homosexual como la gran ley de todo el gobierno Socialista. Aunque justa y necesaria, fue de paupérrimo alcance. Se casaron el 3 por mil de los homosexuales y ya se divorciaron la mitad. La fundamental tarea de concienciar la sociedad sobre los verdaderos valores de la libertad individual ni siquiera fue abordada. Usaron el tema para justificar su ausencia en la solución de los grandes problemas del pueblo. Nunca arremetieron contra la explotación laboral de los jóvenes, por la gran carencia de la educación, la falta de salud pública y de justicia, las drogas y la violencia. El resultado es que hoy, una docena de maricones triunfan (...y dominan...), con sus payasadas, la televisión, mientras que la audiencia, sobrevenida a tolerante y moderna, aplaude tamaña pantomima. Entretanto, los cientos de miles de homosexuales de este país, personas sencillas y anónimas , siguen con la discriminación social de siempre y con su crónica falta de adaptación.-
Por otra parte, los progres demonizan la prostitución. Hacen carne de cañón del sector más débil del negocio del sexo y paradójicamente apuestan en la panacea de la publicidad erótica mediática. Las desgraciadas mujeres de la calle son perseguidas, tanto por la izquierda como por el feminismo con el ardor de la inquisición. Y desde el poder, los propios progres, les niegan una legislación que normalice su actividad, mientras que aplauden a su propia televisión por emitir películas pornos. Dice la doctrina progre que estos actores sí son "artistas que crean cultura". Así es el pensamiento liberal de los progresistas, mientras claman por el derecho al aborto y a la eutanasia, condenan a dos adultos porque acuerdan libremente tener las relaciones sexuales en la intimidad y en las condiciones que les parezcan. Los grandes inquisidores aplauden con las sotanas.-
En resumen, en los países donde gobierna la izquierda, hay un solo y único discurso monocorde, el del libre mercado, el de la libertad de expresión y el de la libertad de ideas. Por supuesto, el mercado libre pertenece al ultra capitalismo, la expresión es libre solo para los medios, y las ideas únicamente son válidas si provienen de los progres.-
No hay cataclismo, ni renuncia, ni fracaso, ni derrota del socialismo. Está donde siempre estuvo, en la punta de lanza del capitalismo, rompiendo las defensas de la verdadera resistencia que se anida en los (re) sentimientos populares.-
La crisis económica ha llegado para quedarse. Puede que a Europa se le haya ido el tren. Y es posible que aún quede por contar un penúltimo capítulo sobre una revuelta de los marginados. Pero, si ello se produce, habría que temer que no tenga nada de heroica ni romántica, más bien de desbocada e histérica.
Eduardo Bonugli
madrid, 17 de mayo de 2008
Este Blog fue creado con el objetivo de enriquecer un nuevo espacio político en la compleja realidad Suramericana. Realidad que se conforma no sólo por lo que es, sino también por lo que puede ser. Es la intención, entonces, trabajar tanto sobre lo que está en acto como lo que está en potencia. Desde este Blog estudiaremos, analizaremos y daremos nuestra opinión, sobre el fenómeno geoestratégico y geopolítico suramericano.
16 de mayo de 2008
5 de mayo de 2008
Política Exterior III
La Militarización de las Relaciones Internacionales
Por Enrique Lacolla
http://www.enriquelacolla.com/sitio/index.php
La difusa dictadura de los medios masivos de comunicación, oculta o más bien disimula la naturaleza de las tendencias que más gravitan para decidir las líneas de acción estratégicas en el mundo de hoy. Todo parece reducirse a la lucha contra el “terrorismo” o el narcoterrorismo.
Con esta etiqueta, a la que con frecuencia se suele adosar una presunta lucha por los derechos humanos, el imperio norteamericano y sus aliados están militarizando las relaciones internacionales a una escala desconocida desde los tiempos previos a la segunda guerra mundial.
Los objetivos de esta política militar son ilimitados. Irak, Afganistán, Irán, son apenas los frentes de tormenta de un intento hegemónico de relieves mucho más vastos y que avanza como una apisonadora, más allá de los eventuales altibajos que puedan producirse en su marcha. Su propósito es el dominio del mundo para constreñirlo dentro de los patrones de una globalización concebida a la medida y a la conveniencia de las regiones desarrolladas del planeta.
Para conseguir esto es necesario destruir los núcleos de resistencia que puedan oponerse al proyecto económico del neoliberalismo o reducirlos a acomodarse a este, abdicando toda posibilidad de desarrollo independiente de parte de las naciones inconclusas. Una llave maestra para conseguir este objetivo es vaciar por dentro los Estados nacionales y fomentar su fragmentación, aprovechando las eventuales cesuras, las posibles grietas, que puedan determinar la fractura de su unidad. Hasta ahora, el más claro ejemplo de esta tendencia fue la partición de Yugoslavia, primer ensayo de esta táctica a partir del derrumbe del bloque del Este y del hasta entonces relativo equilibrio bipolar. Pero en estos momentos podría estar tocándonos el turno en América latina.
Estados Unidos y la Unión Europea colaboraron en la tarea de desarticular Yugoslavia, lo que dio lugar a una guerra sangrienta. Ese proceso culminó recientemente con la declaración unilateral de la independencia de la República de Kosovo, la sexta provincia de la ex Yugoslavia que proclama su separación de Serbia, hasta los años ’90 el factor aglutinante de una nación multiconfesional y multiétnica cuya existencia la convertía en un elemento ponderador del área geopolítica que se irradia desde los Balcanes.
El control de Kosovo por la alianza noratlántica tiene objetivos muy claros para la agenda geoestratégica de Estados Unidos. En primer término consiente un mejor control sobre los potenciales oleoductos y gasoductos que irían desde el Mar Caspio y el Medio Oriente hasta la Unión Europea, y el control de los corredores marítimos que vinculan a esta con el Mar Negro. Pero también protegerá la ruta del comercio de heroína, cuya producción se ha multiplicado a partir de la ocupación de Afganistán por Estados Unidos, según lo admiten los observadores de las Naciones Unidas.
Pues, aunque suene paradójico, tanto la CIA como los circuitos bancarios internacionales tienen interés en proteger ese tráfico al que condenan de labios para afuera. La CIA porque deriva de él grandes ganancias para financiar sus operaciones encubiertas, y los segundos porque con ellas aceitan el flujo de capitales.
Pero la gigantesca pinza que se diseña sobre el Medio Oriente desde el Asia central a los Balcanes, y que gravita en última instancia contra Rusia y China, tiene otras proyecciones, listas a ser activadas a fondo cuando sea necesario o cuando la situación sea propicia. En América latina tenemos mañana el referéndum autonomista de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, lanzado en forma ilegal por los secesionistas santacruceños, que arroja la sombra de la disgregación sobre ese país. Este asunto es gravísimo, y puede significar el punto de partida para una desestabilización sudamericana que ya quedó insinuada con la incursión colombiana contra un campamento de las Farc en Ecuador.
También hemos tenido, poco tiempo atrás, la declaración oficial de la reactivación de la Cuarta Flota estadounidense, consagrada a la “custodia” de las aguas del Mar Caribe.
Esta unidad de la Armada norteamericana había sido disuelta como una organización operativa después de la segunda guerra mundial, cuando había servido como estructura dirigida a combatir la acción de los submarinos alemanes en esas aguas. El poder estadounidense en esa zona siguió siendo abrumador, desde luego, como dieron cuenta las intervenciones en Guatemala, Santo Domingo y Panamá, por ejemplo. Para no hablar de la inminencia de una invasión a Cuba en ocasión de la crisis de los misiles en 1962. Pero ese poder de intervención era cosa sabida y que no requería de una pantalla ofensiva -disfrazada de defensiva- en esos lugares. Por mera presencia, Washington campaba por sus respetos.
La callada pero ascendente preocupación por el control de los recursos naturales no renovables –petróleo y agua, fundamentalmente-, el ascenso de un gobierno popular en Venezuela y las incipientes luchas latinoamericanas para escapar del abrazo de hierro de la globalización, han hecho sin embargo que el Imperio vuelva a mirar hacia el Sur con un talante más declaradamente agresivo. Los pretextos sobre los cuales se instala esa agresividad son el narcotráfico, el combate al terrorismo, los “derechos humanos” y, por qué no, un argüído respeto hacia los “pueblos originarios”. Esto es, el combate por un mundo más limpio y más democrático.
Cómo se compaginan estos objetivos con el sostenimiento y el fomento de gobiernos turbios como el albanés o regresivos como el de Arabia Saudita y las monarquías de los emiratos petroleros del Golfo; con el fogoneo de los separatismos, con el Plan Colombia y con las aspiraciones a controlar los recursos de la Amazonia, son misterios que no se aclaran.
Para ocultarlos bajo la nube de humo de la información desjerarquizada o del comentario superficial, están los monopolios de la comunicación.
Luchemos, pues, por ensanchar los espacios de la libertad de expresión que nos quedan. A partir de ellos se podrá ir fundando un proyecto de recuperación de nuestra propia identidad. Y, en consecuencia, de la formulación de nuestros propios objetivos en el mundo y en el tiempo.
Por Enrique Lacolla
http://www.enriquelacolla.com/sitio/index.php
La difusa dictadura de los medios masivos de comunicación, oculta o más bien disimula la naturaleza de las tendencias que más gravitan para decidir las líneas de acción estratégicas en el mundo de hoy. Todo parece reducirse a la lucha contra el “terrorismo” o el narcoterrorismo.
Con esta etiqueta, a la que con frecuencia se suele adosar una presunta lucha por los derechos humanos, el imperio norteamericano y sus aliados están militarizando las relaciones internacionales a una escala desconocida desde los tiempos previos a la segunda guerra mundial.
Los objetivos de esta política militar son ilimitados. Irak, Afganistán, Irán, son apenas los frentes de tormenta de un intento hegemónico de relieves mucho más vastos y que avanza como una apisonadora, más allá de los eventuales altibajos que puedan producirse en su marcha. Su propósito es el dominio del mundo para constreñirlo dentro de los patrones de una globalización concebida a la medida y a la conveniencia de las regiones desarrolladas del planeta.
Para conseguir esto es necesario destruir los núcleos de resistencia que puedan oponerse al proyecto económico del neoliberalismo o reducirlos a acomodarse a este, abdicando toda posibilidad de desarrollo independiente de parte de las naciones inconclusas. Una llave maestra para conseguir este objetivo es vaciar por dentro los Estados nacionales y fomentar su fragmentación, aprovechando las eventuales cesuras, las posibles grietas, que puedan determinar la fractura de su unidad. Hasta ahora, el más claro ejemplo de esta tendencia fue la partición de Yugoslavia, primer ensayo de esta táctica a partir del derrumbe del bloque del Este y del hasta entonces relativo equilibrio bipolar. Pero en estos momentos podría estar tocándonos el turno en América latina.
Estados Unidos y la Unión Europea colaboraron en la tarea de desarticular Yugoslavia, lo que dio lugar a una guerra sangrienta. Ese proceso culminó recientemente con la declaración unilateral de la independencia de la República de Kosovo, la sexta provincia de la ex Yugoslavia que proclama su separación de Serbia, hasta los años ’90 el factor aglutinante de una nación multiconfesional y multiétnica cuya existencia la convertía en un elemento ponderador del área geopolítica que se irradia desde los Balcanes.
El control de Kosovo por la alianza noratlántica tiene objetivos muy claros para la agenda geoestratégica de Estados Unidos. En primer término consiente un mejor control sobre los potenciales oleoductos y gasoductos que irían desde el Mar Caspio y el Medio Oriente hasta la Unión Europea, y el control de los corredores marítimos que vinculan a esta con el Mar Negro. Pero también protegerá la ruta del comercio de heroína, cuya producción se ha multiplicado a partir de la ocupación de Afganistán por Estados Unidos, según lo admiten los observadores de las Naciones Unidas.
Pues, aunque suene paradójico, tanto la CIA como los circuitos bancarios internacionales tienen interés en proteger ese tráfico al que condenan de labios para afuera. La CIA porque deriva de él grandes ganancias para financiar sus operaciones encubiertas, y los segundos porque con ellas aceitan el flujo de capitales.
Pero la gigantesca pinza que se diseña sobre el Medio Oriente desde el Asia central a los Balcanes, y que gravita en última instancia contra Rusia y China, tiene otras proyecciones, listas a ser activadas a fondo cuando sea necesario o cuando la situación sea propicia. En América latina tenemos mañana el referéndum autonomista de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, lanzado en forma ilegal por los secesionistas santacruceños, que arroja la sombra de la disgregación sobre ese país. Este asunto es gravísimo, y puede significar el punto de partida para una desestabilización sudamericana que ya quedó insinuada con la incursión colombiana contra un campamento de las Farc en Ecuador.
También hemos tenido, poco tiempo atrás, la declaración oficial de la reactivación de la Cuarta Flota estadounidense, consagrada a la “custodia” de las aguas del Mar Caribe.
Esta unidad de la Armada norteamericana había sido disuelta como una organización operativa después de la segunda guerra mundial, cuando había servido como estructura dirigida a combatir la acción de los submarinos alemanes en esas aguas. El poder estadounidense en esa zona siguió siendo abrumador, desde luego, como dieron cuenta las intervenciones en Guatemala, Santo Domingo y Panamá, por ejemplo. Para no hablar de la inminencia de una invasión a Cuba en ocasión de la crisis de los misiles en 1962. Pero ese poder de intervención era cosa sabida y que no requería de una pantalla ofensiva -disfrazada de defensiva- en esos lugares. Por mera presencia, Washington campaba por sus respetos.
La callada pero ascendente preocupación por el control de los recursos naturales no renovables –petróleo y agua, fundamentalmente-, el ascenso de un gobierno popular en Venezuela y las incipientes luchas latinoamericanas para escapar del abrazo de hierro de la globalización, han hecho sin embargo que el Imperio vuelva a mirar hacia el Sur con un talante más declaradamente agresivo. Los pretextos sobre los cuales se instala esa agresividad son el narcotráfico, el combate al terrorismo, los “derechos humanos” y, por qué no, un argüído respeto hacia los “pueblos originarios”. Esto es, el combate por un mundo más limpio y más democrático.
Cómo se compaginan estos objetivos con el sostenimiento y el fomento de gobiernos turbios como el albanés o regresivos como el de Arabia Saudita y las monarquías de los emiratos petroleros del Golfo; con el fogoneo de los separatismos, con el Plan Colombia y con las aspiraciones a controlar los recursos de la Amazonia, son misterios que no se aclaran.
Para ocultarlos bajo la nube de humo de la información desjerarquizada o del comentario superficial, están los monopolios de la comunicación.
Luchemos, pues, por ensanchar los espacios de la libertad de expresión que nos quedan. A partir de ellos se podrá ir fundando un proyecto de recuperación de nuestra propia identidad. Y, en consecuencia, de la formulación de nuestros propios objetivos en el mundo y en el tiempo.
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