Nos mudamos a Dossier Geopolítico

19 de septiembre de 2009

Sordos Ruidos se deja Oir


Consejo de Defensa Suramericano




Otro tema muy importante de la semana, fue el fracaso de la reunión de los ministros de Relaciones Exteriores y de Defensa de la Unasur, que tuvo lugar en Quito, para garantizar que las tropas norteamericanas que se han estacionado en Colombia no incursionarían fuera del territorio de ese país. Colombia se negó a firmar la proposición.




La pretensión de ella era modesta, si se tiene en cuenta que lo que en realidad debería pedirse sería la sanción de un principio por el cual no se consienta la instalación de bases militares de parte de poderes extrarregionales a Suramérica. Pero aun así el compromiso de no desbordarse fuera de los límites del área donde un país puede considerarse soberano, hubiera sido un logro más que interesante. El gobierno colombiano no prestó su acuerdo a esta pretensión y ello resulta inquietante. Las declaraciones que Hillary Clinton formuló, en práctica simultaneidad a ese fracaso, en el sentido de que se advierte una carrera armamentista en América latina de la que responsabilizó al gobierno de Hugo Chávez, amén de ser cínicas tienen una resonancia siniestra. La secretaria de Estado estadounidense no ignora que las compras de armas de Caracas ascienden a un monto inferior al gasto militar que efectúan otros países de la región, en primer lugar Colombia, que recibe asistencia norteamericana en ese rubro desde hace muchos años. La situación de asedio en que se encuentra el gobierno de Hugo Chávez respecto de Estados Unidos, que intentó voltearlo hace unos pocos años a través de un golpe de Estado, justifica la búsqueda de reaseguros en materia de pertrechos militares de parte del gobierno de Caracas.




La escalada belicista no es originada por Venezuela. Reside en un proyecto geopolítico norteamericano que no piensa renunciar a la primacía que se ha asignado respecto de lo que entiende debe ser su “patio trasero”, al que quiere a la orden de sus propios intereses. Después del estrago, de la felpeada de los años ’70, cuando cortó manu militari los brotes guerrilleros que habían brotado al conjuro de la revolución cubana, la influencia norteamericana reinó a la sombra de unos gobiernos elegidos de acuerdo a una fórmula que aparentaba una pluralidad democrática, pero que de hecho aplicaban todos, a pies juntillas, las políticas del consenso de Washington. En el marco de la crisis del sistema neoliberal, esas contraposiciones formales empezaron a evolucionar dando lugar a opciones distintas, pero Estados Unidos todavía estaba demasiado distraído por su ofensiva dirigida contra la “isla mundial” y muy ocupado en los Balcanes, el Cáucaso, Europa oriental, el Medio Oriente y el Asia central para incidir de lleno en América latina. Mantenía un ojo vigilante sobre estos países, sin embargo, y parece considerar ahora que ha llegado el momento de prepararse para ponerlos otra vez en vereda. La creación de conflictos regionales es una opción bien probada cuando se cuenta con mandatarios aherrojados a Washington por sus vínculos con el narcotráfico y los paramilitares, como todo induce a pensar que es el caso de Álvaro Uribe. A menos que este se decidiera a correr la suerte del panameño Noriega. Tenemos así que en el lapso de apenas un año se verifica una serie de acontecimientos que preparan a la zona para instalarla en un período de inestabilidad perdurable, del que puede brotar cualquier cosa, desde los gobiernos de fuerza a las intervenciones extranjeras. La reactivación de la Cuarta Flota, el golpe de Estado en Honduras y la instalación de siete bases militares en Colombia, para “paliar” el hueco que significaba el cierre de la base de Manta, en Ecuador, son datos inequívocos. El Southcom, el Pentágono y el complejo militar industrial siguen dando los pasos necesarios para encuadrar a Suramérica en el marco de una política hegemónica respecto de la cual el nuevo presidente Barack Obama no parece estar en disposición de introducir ninguna reforma importante. Sin pretensiones de incurrir en predicciones apocalípticas, el proverbio latino "Si vis pacem, para bellum", si quieres paz, prepárate para la guerra, empieza, a mi entender, a cobrar vigencia. Al menos en el plano de la psicología social, a fin de evitar sorpresas o shocks que podrían resultar paralizantes.




Publicado en PERSPECTIVA


el sitio del Periodista Enrique Lacolla

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