El peronismo no tiene intelectuales, tiene pensadores
(A propósito de la muerte de Enrique Oliva)
Alberto Buela (*)
En el seno de la modernidad, este gran movimiento que nace casi en la misma época del descubrimiento de América por los europeos, se da una polémica ideológica entre dos grandes corrientes de pensamiento: la ilustración y el barroco.
El mundo de los intelectuales, aquellos que pertenecen a la república de las letras, forma parte de la tradición ilustrada que tiene su esplendor en el iluminismo racionalista de los siglos XVIII y XIX, cuyas consecuencias politológicas fueron el liberalismo y el socialismo (sus derivados como el democratismo y el marxismo).
En este enfrentamiento triunfó la ilustración cuyas consecuencias, luego de dos siglos y medio de ejercicio del poder, terminó con la hecatombe de
El peronismo surge como una respuesta, entre otras, a esta contradicción fundamental del pensamiento ilustrado y Enrique Oliva nace con él, en la lejana Mendoza, a la vida política y cultural del final de la gran guerra.
Oliva nunca fue ni se creyó un intelectual, siempre se consideró un militante de la revolución peronista (fue secretario de John William Cooke y termina ofreciendo las flores de su velorio a un comedor infantil de un barrio pobre de la ciudad de Buenos Aires). Fue doctor en dos disciplinas: la política y las relaciones internacionales. Secretario académico de
Agradezco a él que me bajó el copete de la presunción del doctorado en
Lo frecuenté mucho estos últimos diez años: En el Instituto Rosas, en el Malvinas, en el CEES de
En fin, Enrique Oliva formó, quizás sin saberlo, parte de ese mundo barroco americano, que dicho sea de paso fue lo mejor y más auténtico que dio América, y que el racionalismo ilustrado e iluminista tanto desprecia por irregular, imponderable e impredecible.
Arkegueta, eterno comenzante, mejor que filósofo
Enrique Oliva
Nacido en 1923, era doctor en Ciencias Políticas y fue docente y secretario general de la Universidad Nacional de Cuyo (hoy de Mendoza).
Después del 55 y en el exilio fue cercano compañero de José María Rosa.
Más adelante, aunque no domesticado, a partir de 1964 fue fundador y primer rector de la Universidad del Neuquen, siete años después convertida en la actual Universidad Nacional del Comahue.
Funcionario fundador del Conicet en 1951, ejerció la Dirección de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto y entre 1991 y 1999 se desempeñó como asesor presidencial con rango de secretario de estado.
Como corresponsal de Clarín en Europa durante 15 años, hizo conocido el pseudónimo de François Lepot (para evitar la censura de la dictadura criminal de 1976).
Sus artículos de entonces, hoy son de colección y los que escribiera en las redes de noticias nacionales y populares, estos años, son de culto.
Sus crónicas de la Guerra de Malvinas de 1982 son imprescindibles.
Cubrió distintas guerras y cumbres y entrevistó a personajes internacionales relevantes como presidentes y primeros ministros de Europa y otros continentes, incluidos Indira Gandhi en la India y Simon Peres en Israel.
En 1986 fue el primer periodista argentino que piso suelo de las Malvinas después de la guerra.
Dedicado preferentemente al análisis político, ha escrito varios libros dentro de esa tesitura, tales como Política de Negocios, Política Universitaria, La guerra revolucionaria en los Estados Unidos, De Gandhi a Goa, En el Golfo, Malvinas: el colonialismo de las multinacionales, Desde Londres y Vida Cotidiana.
El Rey De Araucanía Y Patagonia constituye un singular trabajo de reconstrucción histórica. Allí contaba la estafa que se quería consumar con este personaje pintoresco que era avalado por los intereses franceses e ingleses en la Patagonia.
Enrique no solo escribió el libro sino que financió de su bolsillo el juicio que le hizo –ya que este pintoresco personaje que se autoproclamaba Rey había empapelado Europa con títulos de nobleza sobre el territorio patagónico, hasta que lo liquidó jurídicamente mostrando la oscuridad de su pretensión.
Oliva ocupaba hoy en día, el sillón Manuel Láinez en la Academia del periodismo.
Nunca me olvidaré de sus charlas sobre Manuel Ugarte acerca de las correrías amorosas del gran socialista nacional a la par de su galantería y discreción, sentados en el café La Biela, con un café de por medio.
Deja a sus hijos Maite, recién llegada de España (Enrique acababa de recibir la noticia de un nuevo bisnieto) y Pancho henchidos de amor y de orgullo, ya que su padre fue un padre muy querido y un patriota amado.
Enrique había dicho en oportunidad del Comandante Faber de Uturuncos -Seguramente, se mantendrá en la memoria de cuantos humildes criollos lo conocieron.
Así será con Enrique Oliva.
Por Martín García
*Los Compañeros María Julián Chequer, Pancho Pestanha, Jose Luis Di Lorenzo y Enrique Manson aportaron a este relato
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