a) Geopolítica y Relaciones Internacionales
El año 2011 al iniciarse con la llamada “primavera árabe” nos exige enfocarnos en los profundos cambios geopolíticos del sistema mundo del siglo XXI.
El siglo XX corto de alguna manera ya nos situaba en un “orden mundial” bipolar, que más que ideológico, era de carácter geopolítico. el fondo las Relaciones Internacionales nunca dejaron de ser un sistema geopolítico, esto más allá de teorías que exceden nuestro trabajo y que no vienen al caso. Asociar la geopolítica a doctrinas totalitarias o a la doctrina de seguridad nacional o achicarlas a un reduccionismo militarista, en muchos casos con legitimidad, corren el riesgo de eclipsar el enfoque analítico principal, que consiste en que no se puede caracterizar y analizar el sistema mundo fuera de la historia y del espacio.
Más aún, desde la geocultura de nuestro ser y estar en nuestro espacio sudamericano y latinoamericano, y desde la construcción en proceso de nuestro itinerario reintegracionista, es decir el MERCOSUR y la UNASUR, fundamento último de nuestro trabajo.
Esta afirmación que apuntamos se apoya en el análisis de Zbigniew Brzezinski, quién dice de la bipolaridad del siglo XX: “Los cincuenta años siguientes estuvieron dominados por la lucha entre Estados Unidos y la Unión Soviética. En algunos aspectos esa lucha representó el cumplimiento de las teorías más caras a la geopolítica: enfrentaba a la principal potencia marítima mundial, dominante tanto sobre el océano Atlántico como sobre el Pacífico a la principal potencia terrestre, la fuerza suprema en el territorio asiático (con el bloque sino soviético abarcando un espacio muy similar a aquel sobre el que se extendía el imperio mongol). La dimensión geopolítica no podía haber quedado más clara. América del Norte versus Eurasia disputándose el mundo. El ganador dominaría verdaderamente el globo. No había nadie más que pudiera obstaculizar el camino, una vez que se alcanzara la victoria.” (Brzezinski, 1998: 15).
En esta introducción sobre la intima vinculación entre Relaciones Internacionales y geopolítica, nos parece atinado la claridad en este punto de Michael Klare: “El término geopolítica pareciera venir de otra era, de fines del siglo XIX. Por geopolítica o competencia geopolítica quiero significar la competencia entre grandes poderes y aspirantes a ser grandes poderes para controlar territorios, recursos y posiciones geográficas importantes tales como puertos, canales, sistemas de ríos, oasis y otras fuentes de riquezas o influencia. Si se mira para atrás uno se encuentra con que tal tipo de enfrentamientos ha sido la fuente dirigente en la política mundial y especialmente del conflicto mundial en gran parte de los siglos recientes.”
“La geopolítica como un modo de análisis fue muy popular desde fines XIX y hasta la primera parte del siglo XX. Si usted estudiaba entonces lo que académicamente llamamos hoy “relaciones internacionales”, estaría estudiando geopolítica.” (Klare, 6)
Henry Kissinger, por su parte sostiene que “los países como Rusia, China, Japón e India siguen teniendo de la Nación la misma visión que tiene Estados Unidos y que tenían los Estados europeos antes de la segunda guerra mundial. Para ellos, la geopolítica no es algo execrable, es la base de su análisis interno y de sus acciones externas. El concepto de interés nacional todavía mantiene unida la opinión pública y dirigencial. El equilibrio de poder afecta sus cálculos, en particular de sus relaciones externas”. Concluye: “La mayor comprobación de que la geopolítica existe son los cambios de mapa”. (Kissinger, 2004: 19)
Al analizar el escenario mundial, Paul Kennedy reflexiona que no se puede “obviar la geopolítica, la cual puede definirse como la influencia de la geografía en la política, la forma en que la distancia, el terreno y el clima afectan los asuntos de Estados y hombres”. (Kennedy, 2004: 47)
Geopolítica es perspectiva global de la historia en la dinámica de los espacios. No hay historia sin espacios. La historia no es solo tiempo, es tiempo y espacio. Si la política és relación del hombre con el hombre tomado en sus conjuntos, es siempre relación localizada en espacios concretos. Toda política en suma es geopolítica.
Podemos distinguir que la soberanía es el grado de autonomía posible y de capacidades dentro del sistema- mundo. La soberanía, no nos remite únicamente a un concepto juridicista, nada más alejado de la realidad del sistema mundo, analizar desde la omnipresencia del derecho internacional público, de larga tradición en occidente.
Es la suma de poder tangible e intangible de un Estado el que le otorga soberanía empírica a los mismos. Podemos distinguir tres tipos de soberanía: 1) la soberanía negativa entendida como formal y legal únicamente, 2) la soberanía positiva, en la que el Estado posee capacidad para garantizar bienestar y seguridad a los ciudadanos y 3) la soberanía operativa que le permite al Estado un mayor margen de negociación para coactuar en mejores condiciones ante otros actores estatales (grandes corporaciones) con el fin de alcanzar determinados objetivos.
Alberto Methol Ferré planteó el horizonte del siglo XXI: “Un concierto de Estados continentales industriales. Los grandes Estados continentales también industriales como los Estados- Naciones, pero de dimensiones gigantescas, con mercados internos enormes, producen un salto cualitativo que producen un salto cuantitativo en la historia son Estados Unidos, China, Japón, Rusia, la India y la Unión Europea si logra consolidarse. En este contexto tiene que comprenderse el destino del MERCOSUR, la Unión Sudamericana y América Latina. La globalización no avanza sola. Avanza la vecindad y con ella la política sudamericana. (Methol Ferré, 2006: 40)
Helio Jaguaribe, divide a la globalización como proceso en tres períodos. La primera fue en el siglo XV como resultado de los descubrimientos y la revolución mercantil que modificó las formas de producción de la Edad Media. La segunda ocurrió con la Revolución industrial y la transformación que produjeron, en los modos de producción, la electrificación y otros tipos de energía alternativa. Ahora estamos viviendo la tercera ola, producto de los descubrimientos científicos de la primera mitad del siglo XX y de las innovaciones de la última década.
“Hoy en la globalización severamente agravada por el unilateralismo de Estados Unidos, el mundo se está dividiendo en cuatro niveles diferentes.
a) Nivel supremo: supremacía absoluta (o casi) de Estados Unidos
b) Nivel de elevada autodeterminación: allí se encuentran solo la Unión Europea y Japón.
c) Nivel que yo llamaría de resistencia: ahí están China, India, Rusia que tienen capacidad de limitar la interferencia de la globalización en su propio territorio. O sea, tienen autodeterminación interna y muy limitada autodeterminación externa.
d) Nivel de dependencia: el resto de los países.” (Jaguaribe, 2003: 42)
Sin embargo, en este año 2011 vemos que en el nivel supremo se ha alineado China y en el nivel de autodeterminación India, Rusia y Brasil (y posiblemente la UNASUR Y MERCOSUR)
Para culminar este punto introductorio de la relación geopolítica y relaciones internacionales, nos remitimos a Henry Kissinger. Esta sostiene que el mundo actual es “apolar, porque Estados Unidos va retirándose de su rol hegemónico pero es reemplazado por nadie”. Mucho dependerá de la posición que tomen los Estados Unidos y China. “Ambos países son menos naciones en el sentido europeo que expresiones continentales de una identidad cultural”. (Kissinger, 2010: 36)
Aquí podemos vislumbrar con nitidez, la coincidencia de Kissinger con Methol Ferré, en el hecho geopolítico clave para conformar un “orden mundial”, en el que solo serán actores los Estados continentales industriales, los sujetos con capacidad de autonomía en la mundialización. Y más allá que no desconozcamos la pluralidad de actores en el sistema mundo, el Estado continental industrial es el actor que ha desplazado al Estado Nación clásico de la modernidad europea y ratificamos, constituye el sujeto principal de las RR.II.
Siguiendo el esquema de Roberto Russell, el debate de la construcción de un orden político internacional es una de las cuestiones más complejas y espinosas desde el punto de vista práctico y teórico de la vida política de los Estados. La propia construcción del concepto de orden internacional no es unidimensional y se halla inmersa en una diversificación de interpretaciones y subinterpretaciones.
Desde un sentido funcional, podemos encontrar dos grandes definiciones: “El orden político internacional concebido como un patrón de actividad estatal orientada a la gestión del sistema internacional en función de determinadas metas o como un conjunto de suposiciones y acuerdos, formales e informales, mediante los cuales se conduce la política internacional.” (Russell, 2004: 15)
En los dos casos entran a jugar la distribución simétrica del poder, el papel de la diplomacia, el derecho, el rol de la fuerza, las organizaciones internacionales, la cooperación y el conflicto.
Para el neorrealismo el “orden” político internacional consiste en la construcción autointeresada de los grandes poderes, por lo que no es la resultante de la acción sumatoria de todos los Estados en búsqueda de la paz. Otros asocian la idea de “orden” con cooperación y, por lo tanto, ausencia de guerras.Se puede afirmar, en base a lo planteado por Russell, que se podrían identificar tres tipos ideales de orden político internacional: el equilibrio de poder, la solidaridad de las naciones y el hegemónico.El “orden” de equilibrio de poder se armoniza a partir del concepto de anarquía y se caracteriza por la existencia de dos o más poderes que se contaequilibran con el objetivo de evitar que uno de ellos domine a los demás. La guerra fría fue un equilibrio de poderes de variante bipolar- pero sostenido por dos Estados continentales industriales-.
El otro tipo ideal de solidaridad de las naciones posee como principio ordenador el “imperio de la ley”. A lo largo de la historia esta concepción ha sido más una aspiración que una realidad.
Por último, el tipo hegemónico remite a un sistema jerárquico y traduce subtipos. Se puede ir del hegemónico extremo- imperio formal - a una hegemonía benevolente, mecanismos más flexibles e informales de dominación. En la práctica, el tipo hegemónico fue el más prevaleció en la historia, si bien nunca alcanzó un dominio absoluto global, en el sentido de la globalización territorial del mundo a partir de un centro unilateral sin igual.
La segunda posibilidad pasa por construir un “orden” sostenido en el “equilibrio de poderes” y es la única alternativa conducente a recrear un sistema mundial autorregulado que empiece a bucear caminos concretos de paz y de brindarle un humanismo real a la globalización, como proceso histórico de alcance planetario.
Kissinger nos habla de una transición de un mundo apolar, por la emergencia de otros actores, pero cuyo sello, ya no es el Estado nación sino entidades culturales continentales y direcciona hacia un grupo G2 compuesto por China y Estados Unidos.
En nuestra opinión, sin embargo, esta apolaridad se orienta hacia una multipolaridad, en la medida que sea efectiva las respuestas de los procesos de integración regional a la globalización, por lo que esta no es incompatible con la regionalización sino que la regionalización es un fenómeno concomitante a la globalización.
En esta variante nos encontramos con que, a pesar de la multipolaridad de actores públicos y privados en la globalización, el Estado sigue siendo el principal actor y en última instancia el depositario de la política y los sujetos con capacidades de regulación ante los mercados financieros.
Esto quiere decir que no estamos ante el fin del Estado, afirmación convertida en slogam del neoliberalismo, sino en presencia del nacimiento de un nuevo tipo de Estado resultante de los procesos de integración regional y que será el único protagonista real del siglo XXI en la construcción de un “orden” multipolar: el Estado continental industrial. Nos parece importante subrayarlo porque a veces los conceptos ejes se pierden en la dinámica de la política real y se generan confusiones.
Ahora nos formularemos la pregunta ¿Cómo se enmarca esta introducción de geopolítica y Relaciones Internacionales dentro de la negociación Mercosur- Unión Europea? Consideramos, que cuando más alejado parece el tema planteado, en verdad más se ubica en el meollo de la cuestión.
Los diálogos Unión Europea- Mercosur como bloque no avanzan, están estancados, desde sus inicios en el 2005.hasta la reunión última de mayo de este año en Asunción, en el sentido que se reduce pura y exclusivamente a la liberación comercial y a una especie de “toma y daca” en lo que respecta a los subsidios para lograr un acuerdo comercial, y en el fondo, esta actuación entorpece y obstaculiza la conformación de un espacio con una agenda que trascienda el reduccionismo comercial.
Por supuesto, que sería pecar de una gran ingenuidad pretender ser indiferente a este tema crucial de la agenda, pero nos parece que desde los ámbitos académico-políticos y políticos-académicos, nuestra función consiste en buscar alternativas de una agenda amplia, que más allá de las tensiones lógicas que implica concretar la zona de libre comercio, ayuden a que el dialogo sea ininterrumpido y sin asperezas.
Y aquí toma fuerza, nuestra introducción, la Unión Europea y el Mercosur se hallan en esta desafío de autorepensarse que los procesos de regionalización solo tienen éxito, en una lógica supranacional o sea de Estado continental industrial, de lo contrario serán bloques comerciales subordinados a una lógica intergubernamental y perderán en los próximos 10 años, la posibilidad de participar como Estados continentales industriales en el sistema multipolar que reemplazará a esta fase coyuntural apolar. Y en este caso, la aseveración de un G 2, compuesto por China y Estados Unidos como sostiene Kissinger será una realidad.
Los procesos de integración son políticos, no tecnocráticos comerciales, y la academia debe unir el saber científico con el saber político, como es lo lógico, para hacer nítido lo que a veces no aparece claro. En este aspecto, nuestro trabajo, no es neutral, sino que busca generar espacios de reflexión teòrico practico superador del comercialismo puro y cortoplacista, importantisimo, pero peligroso si no lo ubicamos como un aspecto de un todo integral.
Los procesos de regionalización no son técnicos, o materializan el Estado continental industrial o fracasan en el estatalismo westfaliano anacrónico.
Es el camino más difícil, tanto para la Unión Europea como para el Mercosur, pero como dice Helio Jaguaribe, es nuestro único destino histórico.
En este escenario, cobra fundamento geoestratégico, una agenda Mercosur- Unión Europea. Si se refugia en el exclusivismo de la discusión de las rondas comerciales, se torna un proceso ahistórico, y condenado al fracaso perpetuo. Es la academia la que tiene la responsabilidad de poner el grano de arena, para darle sustentabilidad a estas negociaciones, porque se trata nada más ni nada menos, de poder jugar un papel en el sistema multipolar del siglo XXI-
b) La Unión Europea vista desde el MERCOSUR
La actualidad no existe por si misma. La actualidad es hija de un proceso histórico, de un itinerario, de un génesis. Es decir, toda actualidad es actualidad histórica, al decir de Alberto Methol Ferré.
Generalmente se observa a la Unión Europea como un proceso modelo de integración, como un paradigma de arquitectura y diseño institucional para aplicarlo en América del Sur. Sin embargo, de un día para otro como consecuencia de la crisis financiera mundial, de las migraciones, en suma del modelo de Estado de bienestar europeo, el proceso europeo pasa a ser mirado con pesimismo.
Es decir, la impresión rápida que se percibe, es que pasamos de un polo positivo a un polo negativo, de un extremo al otro. Y esto es, porque en nuestra opinión, se analizan los procesos de integración sin perspectiva histórica o mejor decir, desde la pura actualidad y no desde la actualidad histórica que significa en el fondo una retroalimentación incesante de pasado-presente - futuro y futuro- presente- pasado.
En este punto, trataremos de mirar desde una óptica de la actualidad histórica y desde un prisma sudamericano mercosuriano a la Unión Europea, como totalidad geopolítica y no como una sumatoria neoinstitucionista.
La integración europea ha sido una novedad en las relaciones internacionales en el siglo XX.
El siglo XX produjo dos novedades al culminar la segunda guerra mundial en la historia de la globalización, entendiendo a esta como un proceso de mundialización multidimensional que abarca todas las esferas paulatinamente y que se inicia con las grandes expansiones mercantiles del siglo XV en Europa, y no como sinónimo de neoliberalismo, que constituye un subperíodo de la globalización en la última década del siglo XX, bajo el paradigma dominante del Consenso de Washington.
Esas dos novedades son: en 1945 con la aparición del “orden” mundial de equilibrio de poderes de variante bipolar surgen como reguladores del sistema mundo dos actores o Estados continentales extraeuropeos que relegan a Europa por primera vez desde el siglo XV a Estados subordinados de occidente de los Estados Unidos y por otro lado, la parición y nacimiento del proceso de integración europea como respuesta a esta situación. Esto es el sello de nacimiento de la Unión Europea en el Tratado de Paris de 1951 entre Francia y Alemania.
Esta originalidad histórica hace decir al ex canciller de Brasil, Celso Lafer: “La novedad de la Unión Europea es lo que la convierte en un bien público internacional. Esto se debe a que el proceso de integración europea es una respuesta tacita a conocidos problemas en el sistema internacional, en el que se alternan tradicionalmente la guerra y la paz. En efecto la Europa concebida por el Tratado de roma de 1.957 ha obtenido tres resultados: atraer y generar interés común, administrar y mitigar las desigualdades de poder y de recursos y resolver pacíficamente disputas y conflicto de valores”. El tratamiento de estos dos problemas surgió de las decisiones tomadas voluntariamente por sus pares vecinos, cuyo pasado consiste en un borrascoso periodo de tensiones y de guerras. Se trataba por lo tanto de una integración que ya no era el resultado de una imposición hegemónica, como las generadas por las diversas aspiraciones de figuras históricas como Carlomagno, Felipe II, Napoleón y Hitler”. Y continúa: “Los “próceres” del proceso europeo de integración combinaron el idealismo con el realismo. Construyeron la nación de un “interés europeo” vinculado con un “interés nacional” de los países” (Lafer, 2007: 45).
La Unión Europea desde el Tratado de Paris entre Francia y Alemania de 1.951 que da nacimiento a la Comunidad Económica Europea en 1957 en Roma tiene su interés geoestratégico en el Acuerdo del Carbòn y del Acero en materia energética y se caracterizó por dos procesos simultáneos: ampliación y profundización.
Sus líderes políticos Shuman, Adenauer, Monnet, De Gaspari entre otros, como muy bien lo señala José Luis De Imaz eran políticos de la frontera de raíz socialista o demócratas cristianos, y en esa lógica inspiraron a los partidos políticos que condujeron el proceso naciente.
“Uno de los significados de la palabra Europa viene de “que extrae de su mirada alo lejos” y los hombres cuyas vidas se reseñan a lo largo de las páginas de este libro fueron justamente visionarios, hombres de bien que supieron ver que la clave para garantizar una paz duradera en Europa se encontraba en el Derecho. Efectivamente, en contraposición a varios intentos anteriores de búsqueda de unificación en Europa, en su mayoría signados por el uso de la fuerza y por el sufrimiento de mucha gente, estos hombres visionarios, inspirados por Jean Monnet, propusieron y construyeron un nuevo orden jurídico común con la finalidad de garantizar a futuro una mejor calidad de vida par todos los europeos, una unión en la diversidad basada en la solidaridad y una paz duradera” (De Imaz, 2007: 15).
Es importante destacar que no todos los intentos de unión en Europa plantearon el uso de la fuerza, basta mencionar a modo de ejemplo las propuestas de Kant, Victos Hugo, Saint Simón, Charles Lemmonier, Comte, Ratzel, Arítides Brian, entre otros (Mangas Martín, Ciñan Nogueras, 1992: 2-7).
Comenzó así la integración europea con la creación de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero CECA (creada mediante el Tratado del 18 de abril de 1.951, en vigor desde el 25 de julio de 1.951).
La construcción era funcionalista en el sentido que Jean Monnet le propuso a Robert Shuman una opción para Francia y Alemania, es decir una construcción paulatina de la unión en Europa, que tomara como punto de partida la puesta en común por parte de esos países, del carbón y del acero que eran en ese momento, los insumos de la guerra.
Comenzó así la integración en Europa con la creación del CECA, la primera organización de integración y germen del Derecho Comunitario Europeo. Se creó una comunidad cuyo objetivo era la supranacionalidad paulatinamente y cuya originalidad se encuentra en dos cuestiones.
En primer lugar en la existencia de un órgano supranacional llamado Alta Autoridad al cual los Estados cedieron competencias soberanas específicas, en este caso, la producción y distribución de los insumos estratégicos del Carbón y el Acero.
La Alta Autoridad representaba los intereses de la Comunidad y estaba por encima de los intereses de los Estados.
En segundo lugar, la existencia de dos o tres instituciones comunitarias que garanticen un adecuado equilibrio institucional con centros judiciales, concretamente un Tribunal de Justicia Permanente, encargado de controlar el efectivo cumplimiento del Derecho Comunitario.
La CECA condujo a los Tratados constitutivos de la Comunidad Económica Europea en el Tratado de Roma de 1957 y de la Comunidad de la Energía Atómica CEEA.
Estas nuevas comunidades se diferenciaban de las organizaciones internacionales tradicionales fundamentalmente porque crearon un nuevo ordenamiento jurídico con características muy particulares, pero cuya matriz es la búsqueda de un Estado continental industrial. Por eso Celso Lafer la define como un Bien Público Internacional-
Sin embargo la historia no es lineal y direccionada. La ampliación ha extendido el proyecto de la Unión Europea geográficamente a través de la adhesión a un sistema de negociación de sus normas, y el núcleo fundante franco-alemán del origen de la CECA y la Comunidad Europea, empezó a convivir y coexistir con tensiones geopolíticas inherentes a la complejidad de las culturas prexistentes a los Estados nacionales, y que son diversas, a diferencia de América Latina.
La actual Unión Europea con sus 27 miembros representan una lógica mucho más compleja y diferente a la de su origen.
Estamos en un mundo muy distinto de aquel de 1957. El dilema central es un mundo donde los Estados continentales industriales toman fuerza, pero la Unión Europea se halla en el dilema de la tensión entre una lógica comunitaria e intergubernamental, distinta a la visión de sus fundadores.
Por una parte, un sistema mundo en bifurcación de la apolaridad a la multipolaridad, que se expresa tanto en la rivalidad como en la negociación, de modo que los grandes actores interdependientes (EE.UU., China, Rusia, India) son al mismo tiempo socios y adversarios, por otra parte, una organización regional sui generis fundada en el derecho y la práctica del compromiso entre los Estados nación miembros, que no logran explicitar y promover intereses comunes
Nos parece de una gran importancia geopolítica la afirmación de Alan Touraine: “El triunfo de la Europa creada por Shuman, De Gaulle, Adenauer, Monnet, De Gaspari, Spaak y otros, se explican en primer lugar por la ausencia de debates teóricos e ideológicos a lo largo de su historia. Europa ha progresado paso a paso, acompañando el movimiento mundial de liberalización y manteniéndose unida por la existencia del peligro soviético” (Touraine, 2006: 51).
El gran éxito que acompañó la ampliación de la Unión Europea fue la creación de lo que se llamó “el modelo social europeo”. Lo que impide para Touraine en la actualidad que Europa sea un actor principal es “que no tiene política internacional. Y continua: “Europa ya no es un continente de combatientes sino de jubilados”. Lo que unía con fuerza a la Europa occidental y América del Norte en tiempo del peligro soviético ha desaparecido y Estados Unidos solo se ha comprometido en la defensa mundial contra el Mal”
“Es preciso concluir no solo que Europa es un Estado sin Nación, sino que ese Estado es débil y que lleva una acción más gestionaria que política” (61).
Las conclusiones de Touraine son provocativas pero sirven al propósito de nuestro análisis. Sin embargo, el prestigioso profesor de Relaciones Internacionales y Director del Departamento de Ciencias Sociales de ESADE, Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas de la Universidad Ramón Llul de Barcelona, Ángel Castiñeira Fernández, sigue desde otro matiz la lógica de Touraine.
Nos dice: “La crisis económica está poniendo contra las cuerdas la fortaleza del euro y la continuidad incluso de la Unión Europea, que se fortalece o se muere. Mi mensaje sería: o caemos todos o nos mantendremos todos. Y la vertiente más positiva : lo que estamos viendo es que una política monetaria común sin una política económica común no va a funcionar y por lo tanto, el pase adelante debería ser, como consecuencia de no hacer bien los deberes algunos países, trasladar a las atribuciones de la UE la de un auténtico gobierno económico” (Castiñeira Fernández, 2010: 46).
Castiñeira Fernández solo ve destino en la UE, si toma el rumbo hacia un Estado continental. Advierte que el mundo se va hacia la desoccidentalización en un sistema multipolar en la que Europa tiene que replantear su papel global porque “corre dos grandes peligros: el peligro de convertirse en un geriátrico o en un balneario. Es una sociedad envejecida que admite mal a la inmigración. Si no hay crecimiento de la natalidad y no admite la inmigración, tienes un problema. Es una sociedad que puede ir perdiendo poco a poco un grado de ambición en nuevas metas precisamente porque los niveles de vida son muy elevados. Eso contrasta con la actitud más vital de otras civilizaciones ocultas como la de China, la norteamericana o la latinoamericana en general, donde hay un impulso a algo más joven y adolescente” (Castiñeira Fernández, 2010: 47).
El 29 de abril de 2011 se reunieron en la Isla del Pensamiento (Ría de Vigo, Galicia) un grupo de expertos prestigiosos de Europa conformando una Red Europea de Reflexión Geopolítica y al culminar el Congreso emitieron la Declaración de la Isla de San Simón, con la finalidad de rediscutir el rol de Europa en la actual reconfiguración geopolítica mundial.
Del modelo tendencial de indicadores geoeconómicos, en el 2000 EE.UU. y Europa eran las potencias dominantes, pero en el 2050 China superará con creces a ambas, seguida de la India. Estados Unidos y la UE pasan, según este esquema, a tercera posición, seguida de Rusia.
Eduardo Olier, Presidente del Instituto Choiseul de España, identificó tres factores de la debilidad de peso: el peso de las soberanías nacionales (sobre todo Alemania, Francia y Reino Unido), la tradición de no alineamiento de algunos países como Austria, Finlandia y Suecia y el vínculo trasatlántico con Estados Unidos.
Otros problemas políticos que inciden en una mayor debilidad europea, son la dificultad para asumir valores y culturas comunes (soft power), las dudas sobre la idea de Europa (¿unión económica o también política?), la indefinición sobre los límites de Europa (¿debe integrarse Turquía?), ausencia de una Constitución europea, la crisis del euro, la ausencia de una política común y la existencia de estrategias contrapuestas entre los diversos Estados de la UE, sin una política económica.
La Declaración de San Simón señala que Europa debe reinventar el concepto de soberanía europea (Declaración de la Isla de San simón-Redontela-Ponteveda. Galicia-España. 29 de abril de 2011. www.tendencias21. net/el mundo multipolar de nuevas oportunidades a Europa).
De lo analizado hasta el momento, vemos la consolidación de un paradigma neoinstitucionalista de una organización basada en la integración, pero yendo más a lo hondo, encontramos un concepto de soberanía clara en el origen de la CECA de 1.951 y una lógica híbrida que se traduce en crisis de identidad.
Solo tiene sentido el dialogo Unión Europea-MERCOSUR si esta sustentada en el objetivo político de trazar un paradigma que en el horizonte este el Estado continental industrial. Europa al finalizar el siglo XX, con la unificación de Alemania (1989) y el euro como moneda común 1999, aparece como el espacio regional.
La crisis financiera y económica de Irlanda, Grecia y Portugal afectó a la Unión Europea. La moneda común sin unión política y económica, es solo un modelo fiscal débil ante los ciclos de la globalización. Es la que plantea Ángel Castiñeira de Fernández.
El envejecimiento de la población y la baja natalidad producirán crisis en los servicios sociales. No hay crecimiento económico sustentable sin aumento demográfico.
“La incorporación, masiva de mano de obra extranjera (mayoritariamente musulmana) provoca tensiones sociales y reacciones políticas. La inestabilidad política reciente en África del Norte y Oriente Medio agrava el panorama” (De la Balze, 2011: 30).
También provoca tensiones geopolíticas la dependencia respecto del gas natural ruso, lo que provoca incapacidad para la planificación de una política energética común. Alemanas e Italia están negociando bilateralmente con Rusia.
La falta de consenso del rol de la OTAN en Libia, la reticencia alemana ante Francia, Gran Bretaña en este punto, las reacciones ente la inmigración, provoca disensos que pueden transformarse en quiebres.
Llegamos a la conclusión a partir de lo visto que no existe un consenso unánime de una Europa como Estado continental industrial, que fue su causa fundante. Es un proceso abierto y perfectible.
Pero, desde Sudamérica y el MERCOSUR, observamos sin hacer juicios, pero a partir de las evidencias de lo expuesto, de algunas insuficiencias que hacen todavía de Europa un proyecto en marcha.
El empuje inicial estuvo acompañado del lenguaje del activismo político (federalismo) y las prácticas del intervencionismo estatal (funcionalismo). La federalista pasaba por construir la Europa política, apoyándose en los valores y la funcionalista, construir solidaridades -la CECA fue justamente esto- en el ámbito económico para traspasarla posteriormente al político.
Ambos modelos partían de la premisa de la crisis del Estado nación tras el fin de la guerra. Los Estados nación deben ser reemplazados (federalista) o complementados (funcionalista) por unidades más amplias de carácter supranacional y desde luego, convergían en su objetivo final en lo geopolítico: la creación de una Unión Europea de carácter federal y la constitución de los Estados Unidos de Europa, respectivamente.
Este punto es clave, estrictamente y únicamente retomando a esta idea de soberanía, la Unión Europea jugará su rol en el sistema multipolar y cobra fuerza el diálogo con el MERCOSUR, en tanto y en cuanto este también autointerprete que la regionalización es el camino del Estado continental industrial sudamericano, como lo planteó incluso antes que la CECA, en 1946, el primer teórico político de la autonomía latinoamericana , Juan Domingo Perón en su concepción de que había llegado la hora del continentalismo.
Todo dialogo, sin esta base, quedará estancado en el juego de suma cero de la regulación y subsidio, como está ocurriendo.
Lo obvio, en la historia nunca es obvio, por eso, hay que plantear los conceptos por su nombre, tajante y contundentemente, porque el papel del saber científico en el acervo de solidificar la praxis política, para no dejar encapsulados en la tecnocracia los procesos integracionista.
Hoy sin embargo, se nos abren interrogantes y nos parece de un compromiso ético subrayarlo, porque la Unión Europea como Estado continental se torna importantísimo para ampliar la multipolaridad en el sistema mundial junto al MERCOSUR.
Se perciben actualmente cuatro modelos europeos que se debaten.
a) Europa como un gran mercado intergubernamental: representa de alguna manera la visión anglosajona de Europa basada en el libre cambio, pero donde la unidad política es secundaria.
b) La construcción de Europa como un camino: es la construcción de Monnet. Es la visión más continuista con la tradición comunitaria.
c) Avanzar en la construcción europea a través de un núcleo duro: su origen se remonta sobre consecuencias del Maastrich. Concretamente, sería la división entre un núcleo duro de la Europa política y un área gris de euroescépticos. Esto se nota, en divisiones en la política exterior, como ocurrió en la guerra de Irak o actualmente en Libia.
d) La Europa del federalismo renovado: representa una desviación de la concepción clásica del federalismo, porque pretende minimizar el rol de los organismos supranacionales en pos de una Federación formal de Estados sin compromisos supranacionales (Moreno Juste, 2003: 505).
El desafío pasa “por reinventarse como ya lo hizo con éxito durante el Congreso de Viena a inicios del siglo XIX o después de la Segunda Guerra Mundial. Para ello debe priorizar la producción, la inversión y la innovación. Simultáneamente debe avanzar en la conformación de un gobierno europeo con autoridad fiscal y presupuestaria, capacidad para regular el funcionamiento de los mercados financiaros, los medios para proveer la defensa de su territorio y población. Los próximos diez años serán decisivos para determinar el futuro de Europa y definir su posición en el escenario mundial del siglo XXI” (De La Balze, 2011: 30).
Para nosotros ello tiene un nombre, porque de lo contrario quedan difusas las capacidades que establece con claridad Felipe De La Balze que debe tener Europa: Estado continental industrial. Reiteramos nuevamente nuestra hipótesis, únicamente de esta manera toma encarnadura el diálogo Unión Europea- MERCOSUR, como espacios geopolíticos.
c) El MERCOSUR desde nosotros
El MERCOSUR, más allá de innegables tensiones entre ser una zona de libre comercio y unión aduanera, es hijo del unionismo latinoamericano del siglo XX, de la generación del 900 de Martí, Rodó, Ugarte, Blanco Fombona y Olivera Lima entre otros, y que toma cuerpo en el nuevo ABC del continentalismo de Juan Perón, cuyo antecedente fue el ABC del Barón de Río Branco y su origen más remoto fue el unionismo hispanoamericano de los Libertadores San Martín, Bolívar y Artigas (Barrios, 2007).
Estamos en la transición de los Estados agroexportadores producto de la fragmentación al Estado continental del siglo XXI.
Perón ve el núcleo de la integración de América Latina en la unidad de América del Sur, el núcleo de la América del Sur es la alianza argentino- brasilera. Y desde ese núcleo duro, generar la equipolaridad luso-hispana mestiza latinoamericana.
Somos una Nación, solo fragmentada, pero en trance de una nueva conjugación con el MERCOSUR, hacia el salto de Estados- islas a Estado continental. Es lo que llamó Perón “continentalismo” en 1951.
Es bueno aclarar la complementación y no el antagonismo entre Unasur y MERCOSUR. Lo afirma el alto Representante del MERCOSUR Samuel Pinheiro Guimaraes: “Unasur es un modo de mantener cerca de nuestros pares que comercialmente optaron por otras políticas. Es bueno que todos integremos el Consejo Sudamericano de Defensa” (Pinheiro Guimaraes, 2011: 15)
El MERCOSUR, en verdad posee un deficit institucional con respecto a la Unión Europea, pero su fortaleza reside en su historia cultural común del espacio latinoamericano donde subyace por debajo de los Estados, la Nación Latinoamericana.
El MERCOSUR tiene un único destino para no ser un segmento financiero del mercado mundial, saltar de los Estados-islas al Estado continental industrial sudamericano. Si ello, no se produce, desde nuestro enfoque en los próximos veinte años habrá fracasado el proceso de integración regional para detenerse en un proceso oscilante entre la Unión Aduanera y una Zona de libre comercio.
Concluimos este punto, afirmando que desde historias diferentes, la Unión Europea y el MERCOSUR, tienen la impostergable tarea política de trasformase en Estados continentales industriales para poder participar del sistema mundial multipolar, solo en ese marco cobra anchura estratégica el diálogo Unión Europea- MERCOSUR en una agenda que vaya más allá de la foto encapsulada y eterna del juego de suma cero de la liberalización comercial.
d) Una agenda de cooperación en el horizonte de dos potenciales Estados Continentales
En este último punto de nuestro trabajo no ahondaremos en realizar un análisis de las posibilidades de asociatividad económica existente y potenciales entre la Unión Europea y el MERCOSUR. Sin embargo se nota la perdida de peso relativo en el comercio de América Latina , la debilidad de la UE como mercado de destino y la cada vez más fuerte presencia de China y otros países de Asia según el Documento en Busca de una Asociación Renovada entre América Latina y el Caribe y las Unión Europea (CEPAL, 2011).
Remitimos a este pormenorizado documento la exploración de las potecialidades económicas y de un diagnóstico de la actualidad entre la Unión Europa y América Latina y el Caribe.
Sin embargo, el objetivo de nuestro trabajo, y nos parece que lo dejamos evidenciado, pasa por enmarcar desde un sentido estratégico el diálogo unión Europea y MERCOSUR.
Consideramos que si el mismo, es desde la dimensión exclusivista de los bloques comerciales únicamente, nos cansaremos de observar una fotografía que se viene repitiendo año a año, la falta de acuerdo en materia de regulaciones y subsidios para la liberalización comercial.
Si esto, se repite nuevamente, la dinámica geoeconómica que se mueve, mientras la visión comercialista detiene, irá disociando y alejando a Europa del MERCOSUR y viceversa, en pos de Estados continentales que se han acercado a América del Sur como China e India. Y esta tendencia, empieza a notarse nítidamente según el Documento citado.
Un diálogo tiene rumbo, aún con disenso, porque diálogo significa diversificar el temario, si la Unión Europea y el MERCOSUR, profundizan un rumbo direccionador hacia un Estado continental industrial.
Y la proyección de la UE y del MERCOSUR como virtuales Estados continentales industriales se indispensable para evitar un G 2 entre China- EE.UU. o un G 3 -China, EE.UU. y Rusia -.
Este planteo es político, las ciencias sociales deben cumplir con su triple visión descriptiva, explicativa y prescriptiva, desde un compromiso ético desde un espacio situado.
Esto lo hemos hecho como sudamericano pero preocupado por el destino del sistema mundo y del rol que jugarán en él, Europa y el MERCOSUR.
Desde este orden estratégico cobra y recobra sentido, desde una refutación de la soberanía en el marco de Estados continentales que participan del sistema mundo bipolar planteamos algunos ejes como propuestas de diálogos.
- Las dos regiones suman más de dos mil millones de habitantes, lo que implica asumir desafíos comunes globales desde nosotros, no desde una agenda impuesta, como por ejemplo, el terrorismo, el cambio climático, crimen organizado y narcotráfico, entre otras.
- El MERCOSUR puede ayudar a mitigar el impacto del envejecimiento de la población europea. Esto significa rediscutir la anacrónica Ley del Retorno y realizar un plan de reinmigración del MERCOSUR.
- El MERCOSUR como potencia en recursos naturales puede explorar inversiones europeas que no tengan la mera finalidad de la rentabilidad cortoplacista.
- España y Portugal pueden jugar como vehículo de puerta de entrada a las discusiones estratégicas con la UE. Solo la inversión española directa en los últimos años alcanzó los 136.233 millones de euros.
- Intercambio de programas partidarios y de experiencia política de Integración Regional y reformas del Estado.
- Crear Programas de formación de ciudadanìa regional en todos los niveles.
- Programas de intercambio académicos que tengan como objetivo la búsqueda de instalar una agenda común más allá de lo comercialista.
- Crear cátedras comunes de integración regional en las Universidades y Academias Diplomáticas.
- Intercambio de programas y experiencias educativas de nivel terciarios técnicos para brindarle a los jóvenes inclusión social.
- Promover Universidades virtuales de la integración
- Redefinir en un diálogo abierto y diplomático el rol de Malvinas. Si el Tratado de Lisboa considera a Malvinas, Georgias y Sandwich del sur como territorios de ultramar de la Unión Europea ello obliga a un necesario diálogo en un ámbito de redefinición de la soberanía europea en un Estado continental industrial.
Lo expuesto en forma clara y simple de una posible agenda de diálogo en construcción solo será posible si Unión Europea y MERCOSUR reorientan y profundizan un horizonte continentalista.
Es función de la Ciencias Sociales no empantanarse en lo microscópico del día a día, sin que esto sea importante, sino en ayudar en trazar el horizonte del mundo en que vivimos.
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