Nos mudamos a Dossier Geopolítico

29 de mayo de 2010

29 de mayo DÍA DEL EJERCITO







Pueblo y Ejército

Por Alberto Buela (*)

Al hablar de la relación entre pueblo y ejército tenemos que comenzar a hacerlo a partir del origen popular de nuestro ejército, de esa vinculación íntima entre estas dos realidades, que desde el punto de vista del pensamiento nacional, son indivisibles.

No olvidemos que la partida de nacimiento del ejército argentino es cuando el pueblo criollo se alza en armas y se constituye en milicias contra las invasiones inglesas de 1806 y 1807. Posteriormente en 1812 el general San Martín es quien crea el programa político del primer ejercito patrio. De modo tal que el ejército surgió por imperativo de la guerra antes que como institución militar.

Así tanto los soldados, suboficiales y oficiales de los ejércitos libertadores, como los de las milicias montoneras provincianas y hasta el ejército ya rentado de Roca eran hombres del pueblo. Con la caída de Rosas en 1852 pero sobre todo después de Pavón donde se extinguió el viejo ejército de la Confederación con Mitre y su sucesor Sarmiento, cuando las leyes del libre cambio permitieron la penetración de la industria europea y la destrucción de la nacional, una multitud de trabajadores criollos quedaron sin ocupación y al no poder realizar sus oficios ingresaron en el ejército a sueldo del Estado.

Esa imbricación entre pueblo y ejército la podemos pintar en una anécdota relatada por Juan Agustín García (1862-1923): En uno de los primeros actos de egresados del Colegio Militar, fundado por Sarmiento, un joven oficial observa a un colega mayor a quienes todos llaman “coronel” pero que no tiene ese empaque castrense de los nuevos egresados, por lo que lo interroga: ¿de qué arma es Ud. coronel? . A lo que el viejo soldado responde: ¿Arma yo?. De la que raye. Hasta las boleadoras no pare de contar.

Esta es la relación intrínseca originaria entre pueblo y ejército, y cuando se rompió esta relación se produjeron los grandes descalabros sociales y políticos que vivió la Argentina durante el siglo XX. Es que el gravísimo error del nacionalismo golpista en el siglo recién terminado fue que olvidó la lección de la historia según la cual el orden militar no ha sido, no es, ni será nunca, sino una parte del orden civil o político. Y este orden político está signado en Nuestra América por la voluntad de los pueblos, a pesar de la utilización o instrumentación que de ese mismo pueblo hacen muchas veces los poderes indirectos, masmediáticos y financieros. Así, los vicios de la política no radican en el pueblo, sino en los dirigentes políticos por defecto de su formación cultural e ideológica. Se aplica aquí el dicho: La culpa no la tiene el chancho sino quien le da de comer.

Vemos como los conceptos de pueblo y ejército son relativos uno al otro. En filosofía cuando se habla de términos relativos se quiere significar que uno depende del otro para existir, para tener sentido. Así padre e hijo o derecha e izquierda o alto y bajo son términos relativos, pues el padre siempre lo es de un hijo y un hijo de un padre. De igual manera pasa con los conceptos de pueblo y ejército. De ahí que Perón con ese saber militar y popular que lo caracterizaba sostuviera al final de su último gran trabajo El Modelo Argentino: “Las fuerzas armadas deben integrarse estrecha y realmente con el pueblo del cual se nutren y a quien se deben”. (1)

Es indudable y no podemos obviar la historia política reciente de Argentina y la función espuria que le cupo al ejercito como opresor en la última dictadura militar del 76 al 83, pero ello no invalida la tesis de esta ponencia: No puede haber auténtica y duradera liberación de los pueblos hispanoamericanos sin un ejército comprometido en la misma. La liberación civil no alcanza sino se cuenta con el apoyo y la participación del ejército que, a esta altura de la historia de Iberoamérica, ha pasado a ser un órgano del Estado. En otras palabras, la liberación política es condición necesaria pero no suficiente para la consolidación de la verdadera liberación nacional de nuestros pueblos de Suramérica, se necesita el ejército participando.

Es que la relación entre pueblo y ejército en nuestros países dependientes no es una relación cultural, sobre la que se puede hablar y discutir al modo de las sociedades satisfechas al estilo de la izquierda caviar o los campus universitarios norteamericanos. No. Es una relación de poder, que funda poder y que trata sobre el poder. Por eso este tipo de temáticas son inmediatamente demonizadas por izquierda y por derecha.

¿Y cómo se alcanza hoy día esa liberación? ¿Cuál debería ser la función prioritaria del ejercito?.

Hace ya muchos años ese gran pensador nacional que fue Arturo Jauretche sostenía en su libro Ejército y Política, que la misión del ejército es pensar en términos de grandeza y no ser arrastrado por la política de las instituciones de los doctores de unitarismo, que pone el acento en la institucionalidad, en las formas. (Cfr. pág. 30 y 53).

Cuento un ejemplo que viví en estos últimos días. Viajé a Jujuy a dictar unas conferencias a la juventud peronista y me llevé las pilchas de paisano para desfilar en Bolivia el 7 de noviembre por la batalla de Suipacha. En ese mismo acto el Comandante argentino hizo entrega de material rodante por parte de nuestro ejército a su par boliviano. Y habló del compromiso visceral de nuestro ejército en la construcción de la Patria Grande suramericana. Esto es pensar en términos de grandeza como proponía Jaruretche. El grave inconveniente de este tipo de acciones es que no deben quedar limitadas al hecho filantrópico de ayuda al necesitado sino responder a una estrategia militar surcontinental.

La política de patria chica, la política institucional del ejército argentino permitió las disgregaciones oriental, altoperuana y paraguaya. Por el contrario, la política de patria grande, de grandeza, debe buscar la reintegración de las mismas. Teniendo en claro que no es cuestión de anexar sino de intentar la reintegración natural dentro de la común Confederación de las provincias unidas de América del sur.

En un segundo momento podemos pensar al ejército en términos de grandeza como gestor de desarrollo y progreso ante la inexistencia de una industria nacional como sucedió con los generales Manuel Savio, Enrique Mosconi y Alonso Baldrich, tal como lo relata José Yelpo en su libro Ejército, política, quien citando al capitán Diego E. Perkins(1941) afirma: “El progreso y el porvenir de la patria se asientan en la perfecta armonía de las dos grandes entidades que lo constituyen: Ejército y Pueblo....El ejército no es otra cosa, ni representa otra cosa, que la potencia visible de su propio pueblo” (pág. 89 y 90). Y en esta imbricación se funda la tarea nacionalizadora que el ejército cumplió con creces en el Chaco, Formosa, La Pampa, los Andes y que hoy debe continuar en los grandes espacios despoblados como nuestra Patagonia y la Antártida.

Finalmente, en tercer lugar, en términos de grandeza el ejército se piensa como instrumento para la liberación nacional como ocurrió durante las presidencias de Juan Domingo Perón, y como ocurre hoy en la república hermana de Venezuela.

Esta liberación nacional hoy no se puede pensar limitada a la Argentina, Bolivia o Venezuela, a “paisitos aislados”, hoy no queda otra posibilidad ante el debilitamiento paulatino pero creciente de los Estado-nación de pensar la liberación en términos regionales, continentales decía Perón, y así nuestros ejércitos respectivos tienen que pensar ya en unas fuerzas armadas de carácter suramericano. Esta “isla continente” con 330 millones de habitantes, 50.000 km. de vías navegables, el 30% de las reservas de agua dulce del planeta, que posee todos los minerales estratégicos del siglo XXI, con un área de 18 millones de km. cuadrados que es el doble de Europa y el doble de los Estados Unidos. Es que la América de Sur tiene que pensarse como una unidad geopolítica con sentido propio. Y esto que afirmamos hoy nosotros y que venimos sosteniendo desde el movimiento obrero de la época de “la CGT que lucha”(2000) a través de la “Teoría del Rombo”, ya lo vislumbró hace un siglo en la Real Sociedad Geográfica de Londres, Halford Mackinder, el más influyente impulsor de la geopolítica en Gran Bretaña y EE.UU, cuando dijo: “El desarrollo de las vastas posibilidades de Suramérica podría tener una influencia decisiva en el sistema de la geopolítica mundial”.

Está en los ejércitos y en las fuerzas armadas suramericanas avanzar en la consolidación de este gran espacio.

En estos días Brasil, a través del El Núcleo de Asuntos Estratégicos (NAE) (2), que asesora al presidente brasileño Lula da Silva, elabora una propuesta de creación de una fuerza militar única para Suramérica, al estilo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), según anunció el coordinador del organismo, coronel Oswaldo Oliva Neto.

“ Los objetivos de esta OTAN sudamericana serían tres. En primer

término, defender los vastos recursos naturales que dispone la zona. En segundo término, disuadir cualquier intento foráneo por intervenir en forma directa en el Cono Sur. Y en tercer término, distender las relaciones entre las propias naciones de nuestra región”.

Por su parte el presidente Chávez en julio (2006) pasado propuso crear unas fuerzas amadas comunes pero limitadas a los cinco miembros del MERCOSUR. La diferencia con el proyecto brasileño es que habló de “fuerzas armadas comunes y fusionadas” y no de fuerzas armadas al estilo de la OTAN, tal como propone el Brasil.

Esta distinción es sumamente importante pues las fuerzas armadas fusionadas y comunes a todos los miembros ( algo imposible de lograr sino es sobre la base de una Comunidad o Confederación de naciones) evitarían el manejo político ideológico, desde los centros mundiales de poder, tal como ocurrió con las fuerzas de la OTAN en los casos recientes de la ex Yugoslavia y de la primera guerra de Irak.

En cuanto a la estrategia suramericana se tornaría forzosamente común y cada uno de nuestros diez países jugaría la función para la que geopolíticamente está más dispuesto y donde tiene ventajas comparativas sobre el resto. Así Venezuela jugaría su función de “engranaje” como sostiene el presidente Chávez, Brasil con su proyección africana, Colombia su “bioceaneidad”, Perú. Ecuador, Bolivia y Paraguay su protección del “heartland” o corazón continental; Argentina, Chile y Uruguay su tendencia natural tanto al Atlántico y el Pacífico sur, como así también, a la Antártida que no puede ser otra cosa mas que una Antártida Suramericana que es la que corresponde casi exactamente al cuadrante homónimo.

Esto es brevemente lo que quisimos decir desde acá, desde la casa de los trabajadores. Más no queremos ni podemos decir, porque estos son temas muy delicados y reservados. No olvidemos que detrás de toda gran política siempre hay un arcano y no es nuestra función revelarlo a nuestros enemigos históricos. Aquellos que aún ocupan nuestro territorio americano como en Belice, Malvinas, Aruba, Martinica y tantos otros enclaves estratégicos; que manejan nuestras instituciones políticas y financieras a través de los poderes indirectos, aquellos, en definitiva, para quienes todo lo que proviene de la ecúmene indoibérica es algo menor, mostrenco e incompleto. Nada más y muchas gracias.

Bibliografía

JAURETCHE, Arturo: Ejercito y política, Peña Lillo, Buenos Aires, 1958

YELPO, José: Ejercito, política, proyecto alternativo: 1920-1943, Guardia Nacional, Buenos Aires,RAMOS, Jorge Aberardo: Historia política del ejercito argentino, La Siringa, Buenos, La Siringa, 195

SANCHEZ SORONDO, Marcelo: La argentina por dentro (cap. 29 al 33), Sudamericana, Buenos Aires, 1987

alberto.buela@gmail.com

[1] Perón, Juan: Modelo Argentino para el proyecto nacional, B.C.N., Buenos Aires, 2005, p. 371.-

[2]Es el especialista en geopolítica suramericana y miembro del CEES, el investigador Carlos Pereyra Mele, quien nos provee de tan valiosa y actual información.

28 de mayo de 2010

La energía atómica en Argentina




31 de mayo 1950



60º aniversario de la creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica





En la Argentina, las actividades relacionadas con la incipiente tecnología nuclear comenzaron poco después de 1945, pero se institucionalizaron y consolidaron en 1950, a partir de la creación de la Dirección Nacional de Energía Atómica, posteriormente denominada Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). La primera tarea de la CNEA consistió principalmente en formar el personal especializado: envió profesionales a capacitarse en laboratorios de Europa y EE.UU., organizó la visita de numerosos especialistas extranjeros y organizó los primeros grupos de trabajo en investigación y desarrollo.



En la ciudad de Bariloche, Provincia de Río Negro, la CNEA estableció su primer Centro Atómico. Mientras tanto, en Buenos Aires, se creó otro Centro Atómico, el de Constituyentes, donde se concentraron los trabajos de metalurgia nuclear y física e ingeniería de reactores. Asimismo, en 1954, se inauguraba el primer acelerador de partículas, que dio lugar a excelentes trabajos de física nuclear, como también a un equipo de radioquímicos, que sentó las bases de las aplicaciones de los radioisótopos en múltiples actividades.





Los inicios de la radioquímica en la Argentina



Dos adquisiciones importantes de la época inicial de la CNEA fueron un acelerador en cascada de 1,2 MeV, en 1953, y un sincrociclotrón, para acelerar deuterones hasta 28 MeV, que fue inaugurado en diciembre de 1954. La disponibilidad de este equipamiento fue fundamental para que el primer grupo de radio químicos formados en la CNEA causara una gran sorpresa a los participantes en la Primera Conferencia de Ginebra sobre las Aplicaciones Pacíficas de la Energía Atómica, realizada en septiembre de 1955, cuando Argentina comunicó el descubrimiento de diez nuevos radioisótopos. Ese grupo estaba compuesto por una decena de químicos y estudiantes de química, dirigidos por el radioquímico alemán Walter Seelmann-Eggebert, que se había incorporado a la CNEA en 1951. A principios de los años sesenta, el total de los nucleidos descubiertos en Buenos Aires era de veinte.



El grupo de radioquímica fue evolucionando y sirvió de base para algunas de las actividades importantes del desarrollo nuclear del país. Los sectores de producción y aplicaciones de radioisótopos y radiaciones, de radiofarmacia, de combustibles nucleares y su reprocesamiento y de calibración de fuentes radiactivas, entre otros, se formaron sobre la base de la experiencia de ese primer grupo, atendiendo a los requerimientos tecnológicos que se iban presentando con el correr de los años.





El primer reactor en Argentina



En 1958, comenzó a funcionar el primer reactor argentino, el RA-1, de tipo Argonauta, de 10 kW de potencia, construido por la CNEA, con participación de la industria nacional, a partir de planos americanos. Al poco tiempo, fue modificado por los científicos argentinos, que elevaron su potencia hasta 150 kW.



Desde el comienzo, fue política de la CNEA producir en el país los elementos combustibles para abastecer los reactores a construir. Así fue como en 1957 se fabricaron los elementos combustibles para el mencionado reactor RA-1. A partir de ese entonces, todos los elementos combustibles para los reactores de investigación que sucesivamente entraron en operación, fueron diseñados y fabricados en la CNEA.



Al RA-1 le siguieron otros totalmente diseñados y construidos localmente: el RA-0, el RA-2 y el RA-3; este último, de 5 MW (hoy ampliado a 10 MW), fue inaugurado en 1967 y con él se satisface la demanda nacional de radioisótopos.



A mediados de 1960, la CNEA ya contaba con capacidad propia en ingeniería de reactores. Esto se complementaba con grupos que trabajaban en regulación y control, seguridad radiológica y nuclear, blindajes, desarrollo de equipos e instrumentación nuclear.



La espiral de acumulación de conocimiento rápidamente rindió sus frutos en determinados campos. Por ejemplo, el montaje y operación del sincrociclotrón había dado lugar a la formación de un grupo de electrónica que luego participó en la construcción del RA-1 y en su aumento de potencia. Tal es así que, pocos años después, los equipos electrónicos de la instrumentación del RA-3 fueron desarrollados localmente.



De la misma manera, el sector de física de reactores se había iniciado con los primeros cursos dictados a mediados de la década del '50. Su capacidad fue creciendo con la construcción, puesta en marcha y operación del RA-1, con el diseño y operación de la facilidad crítica RA-0 y con la ampliación de potencia del RA-1.



La metalurgia había nacido con los cursos locales y entrenamientos en el exterior organizados por el Prof. Jorge Sábato, a partir de 1955. El paso de la teoría a la práctica se efectuó con el desarrollo y fabricación del combustible del RA-1, en 1957. Las modificaciones a dicho reactor y a su combustible, así como las facilidades críticas, marcaron otro camino de acumulación de recursos humanos capacitados en esta área. Asimismo, los conocimientos en ingeniería nuclear se construyeron en la marcha, sobre la base de los cursos de reactores, estadías en el exterior y el carácter creativo de los profesionales que participaban en obras de complejidad creciente.



Centros de formación de recursos humanos



En 1955, se inició en San Carlos de Bariloche la formación de recursos humanos en el que posteriormente se conocería como el Instituto Balseiro, dictándose los primeros cursos de la Carrera de Física. Un convenio entre la CNEA y la Universidad Nacional de Cuyo posibilitó al Instituto obtener su condición universitaria. Hoy, la oferta académica del Instituto Balseiro incluye carreras de grado y de posgrado en diversas áreas de la Física y de la Ingeniería.



En 1993, como heredero de los cursos de posgrado en Metalurgia que la CNEA dictó regularmente desde 1956, nació el Instituto Sabato, con el mismo objetivo de formar profesionales en la ciencia y tecnología de materiales. Creado a través de un convenio entre la CNEA y la Universidad Nacional de General San Martín (UNSAM), el instituto funciona en el Centro Atómico Constituyentes y ofrece la carrera de grado Ingeniería en Materiales y cuatro posgrados: Maestría en Ciencia y Tecnología de Materiales, Doctorado en Ciencia y Tecnología, mención física y mención materiales y la Especialización en Ensayos No Destructivos.



A fines del año 2006, surgió el Instituto de Tecnología Nuclear Dan Beninson (IDB), también mediante convenio entre la CNEA y UNSAM. Su propósito es generar un espacio de intercambio interdisciplinario que posibilite la integración de personal académico, científico y técnico y formar recursos humanos especializados en el campo nuclear.





Medicina Nuclear



Desde sus inicios, la CNEA mostró especial atención a las investigaciones y aplicaciones de los radioisótopos y las radiaciones en Medicina. En 1952 se creó el Departamento de Biología y Medicina y, en 1957, la División de Investigaciones Radiobiológicas. Se construyeron el bioterio y los laboratorios de genética y de rayos x. En 1958, se creó el Laboratorio de Medicina Nuclear en el Hospital de Clínicas (UBA), que en 1962 se transformó en el Centro de Medicina Nuclear y pronto se convirtió en un referente local e internacional de excelencia para la formación de recursos humanos en el tema, especialmente en el ámbito latinoamericano.



En 1969, se creó el Centro Oncológico de Medicina Nuclear en el Instituto A. H. Roffo, mediante convenio entre la UBA y la CNEA y en 1991, por acuerdo entre la CNEA, la Universidad de Cuyo y el Gobierno de la Provincia de Mendoza, se creó la Fundación Escuela de Medicina Nuclear de Mendoza (FUESMEN), centro de alta complejidad y de excelencia.



Hoy, el Departamento de Radiobiología comprende tanto a los Centros de Medicina Nuclear como a las Divisiones de Investigación y Desarrollo, donde se realizan, entre otras, investigaciones sobre las alteraciones producidas por radiaciones, contaminantes y carcinógenos en sistemas biológicos, así como se estudian los efectos terapéuticos de las radiaciones.





Seguridad y radioprotección



Para reglamentar el uso de radionucleidos en medicina e industria, en enero de 1958 el Gobierno Nacional aprobó el Reglamento presentado por la CNEA. Dicho Reglamento, elaborado por el Ing. Celso Papadópulos, estuvo vigente hasta la sanción de la Reglamentación de la Ley de la Actividad Nuclear en 1999.



En los considerandos del decreto de creación de la CNEA, se enunciaba en forma precisa la necesidad de establecer medidas que aseguraran la protección de la población de los efectos nocivos de las radiaciones provenientes de los materiales radiactivos. Es así que a partir de un pequeño grupo dedicado al control de la exposición del personal que trabajaba con radioisótopos y a la determinación de la precipitación radiactiva, se formó dentro de la CNEA, un organismo, convertido en la actualidad en la Autoridad Regulatoria Nuclear, que fue elaborando un conjunto de normas regulatorias que configuraron una estructura legal, sin duda de las más completas de América Latina. Esa estructura fue con el tiempo perfeccionada mediante nuevas disposiciones legales en materia de seguridad radiológica y nuclear, que acompañaron el desarrollo nuclear del país.




Minería del uranio



El estudio del territorio argentino con miras a determinar su riqueza en minerales nucleares fue también otra de las primeras preocupaciones de la CNEA. En 1952, se inició la extracción de mineral uranífero, con el objeto de determinar las posibilidades de obtención en escala industrial de concentrados de ese elemento. Los primeros minerales ensayados fueron de los yacimientos Presidente Perón, Soberanía e Independencia (denominados posteriormente Distrito Papagayos) ubicados en el Dpto. Las Heras (Mendoza) y el Yacimiento Eva Perón (posteriormente denominado Huemul) en el Dpto. Malargüe (Mendoza), instalándose en la Ciudad de Córdoba una pequeña planta experimental para el tratamiento de esas primeras extracciones uraníferas, que sirvió como base para el diseño de los posteriores ocho centros minero fabriles, productores de concentrado de uranio en la Argentina.



Además, a partir de 1955, comenzó el estudio sistemático de las reservas uraníferas. La prospección demostró la potencial existencia de recursos suficientes como para encarar un plan independiente con abastecimientos nacionales.




La generación nucleoeléctrica



Entre 1958 y 1967, de la multifacética actividad de la CNEA se destacaron el desarrollo de las aplicaciones de los radioisótopos, de las fuentes intensas de radiación y de la ingeniería de reactores experimentales. Se establecieron las primeras plantas de concentración del mineral de uranio, en Malargüe (1954-Mendoza) y en el yacimiento Don Otto (1964-Salta). En particular, se inició el desarrollo de numerosas aplicaciones de los radioisótopos en medicina, biología, industria, ciencia y agricultura.



Con el convencimiento de que el país estaba maduro en el desarrollo de la energía nuclear, por decisión del Poder Ejecutivo Nacional, en 1965, la CNEA llevó a cabo los estudios de factibilidad para la construcción de la primera central nuclear argentina. Ese fue el primer estudio de factibilidad de una obra de gran envergadura, realizado sin asistencia de consultoras extranjeras.



Para la que sería Atucha I, la CNEA optó desde el comienzo por la utilización de uranio natural como combustible y agua pesada como moderador. Ese tipo de central se decidió porque el objetivo era lograr y mantener la independencia de los dos únicos proveedores extranjeros de uranio enriquecido que existían en el mundo en ese momento. La participación nacional a través de la industria privada alcanzó un 40% del valor de la central.



En el caso de la segunda central nuclear Embalse se complementó la experiencia anterior en dos aspectos fundamentales: la participación en la dirección de obra que la CNEA llevó a cabo al actuar como subcontratista principal de la empresa extranjera responsable de la parte nuclear de la obra, y el montaje, en el que las empresas privadas argentinas contribuyeron, aún en aspectos tecnológicamente complejos, como el montaje de componentes principales.



Finalmente, en el caso de la tercera central Atucha II gracias a las experiencias anteriores, se abandonó el sistema de contratación “llave en mano” y se asumió la responsabilidad de la ingeniería y de la arquitectura industrial de la obra, en asociación con la empresa proveedora de la central. El funcionamiento pleno de Atucha I y Embalse permitió adquirir experiencia en la operación y mantenimiento de centrales nucleares que quedó demostrada por los altos valores de los factores de carga con que ambas operan.



A medida que se iban encarando estos grandes emprendimientos e iban surgiendo nuevas necesidades, la CNEA fue constituyendo empresas, en algunos casos asociada con Estados Provinciales –INVAP, ENSI (que opera la Planta de Agua Pesada) y en otros con empresas nacionales o extranjeras, alguna de ellas ya desaparecida, como CONUAR, FAE y ENACE.





El proceso de desmantelamiento del sector nuclear



La actividad nuclear tuvo hasta principio de la década de los ’80 un desarrollo sostenido, pero a mediados de ese decenio comenzó a sufrir restricciones económicas que obstaculizaron todos sus proyectos, aún los que ya estaban en marcha, como la construcción de Atucha II. La situación empeoró mucho más en la segunda mitad de los ’90, años en los que el Gobierno Nacional encuadró al sector nuclear en el marco de su política de privatización generalizada y de desmantelamiento del sector público. Las consecuencias de esos años fueron lamentables. La paralización completa de las obras de Atucha II, el desmembramiento de la CNEA, los retiros “voluntarios” y el envejecimiento de personal e instalaciones, resultaron en el total achicamiento del sector nuclear.







Relanzamiento del Plan Nuclear



En 2006, el gobierno nacional resolvió revivir la actividad nuclear argentina y lanzó el plan nuclear destinado a la “generación masiva de energía nucleoeléctrica”. En consonancia con ello, se reemprendió la construcción de Atucha II, se decidió extender la vida de la Central Nuclear Embalse y, con el propósito de diversificar la matriz energética del país, se puso en la agenda de obras públicas la construcción de una cuarta central nuclear y se impulsó la reactivación de la planta de producción de uranio enriquecido de Pilcaniyeu.



Este resurgimiento de la actividad nuclear nacional, debió enfrentar enormes dificultades generadas por las políticas de achicamiento que habían asolado al sector durante la etapa previa. Hubo que rearmar los cuadros de profesionales especializados, incorporar y capacitar recursos humanos para realizar los trabajos en todos los niveles, incluso los de las empresas subcontratistas, ya que durante años de vacantes congeladas se perdió la oportunidad de que se produjera el natural traspaso de conocimiento y experiencia de los veteranos hacia los jóvenes.



En 2009, se sancionó una Ley por medio de la cual se creó un régimen especial para la construcción de la cuarta central nuclear y la restauración a nuevo de la CNE. Por la misma norma, también se declaró de Interés Nacional y se encomendó a la CNEA el diseño, ejecución y puesta en marcha del Prototipo de la Central Nuclear CAREM, cuya ingeniería es totalmente nacional.





Exportación de know how nuclear



Desde 1977, la Argentina ha exportado reactores de investigación y producción de radioisótopos a Perú, Argelia, Egipto y Australia, y plantas de fabricación de elementos combustibles y de producción de Mo-99, siempre con tecnología de bajo enriquecimiento.



También, en 2009, la organización holandesa Nuclear Research & Consultancy Group (NRG) seleccionó la propuesta Argentina para construir un reactor multipropósito, para producir radioisótopos medicinales, irradiar silicio para semiconductores e investigar las propiedades de nuevos materiales y combustibles de equipos nucleares. Dicha propuesta fue presentada por INVAP, asociada a la española Isolux Corsán, y superó las ofertas de la empresa francesa, AREVA, y la del grupo coreano KOPEC. A inicios de 2010, la NRG informó que ha decidido suspender la ejecución del proyecto para la construcción del reactor nuclear PALLAS, extendiendo así la fase preparatoria de la misma, hasta tanto desarrolle y analice la factibilidad de varios planes de financiación.





- 2010- Año del Bicentenario de la Revolución de Mayo y Sexagésimo Aniversario de la CNEA



La revisión que hemos hecho de la historia del desarrollo de la actividad nuclear argentina, aunque sea en líneas muy generales, muestra de manera clara e incontrovertible que desde el momento de su gestación hasta mediados de los ’80, el país logró la acumulación de una experiencia y capacidad de realización muy valiosas en diversos campos de la actividad y la capacitación de un nutrido grupo de profesionales y técnicos formados en las dificultades reales de este tipo de emprendimientos. Su saldo fue una industria nuclear argentina, no sólo avanzada, sino con características propias.



También queda claro que ello fue posible porque ese proceso de desarrollo estaba amparado por una política de Estado y porque prácticamente todos los proyectos estaban concentrados en la CNEA, que los dotaba de la coherencia y unidad de acción imprescindible para optimizar el uso de los recursos disponibles, evitando dilapidarlos a través de la superposición de funciones o la duplicación de esfuerzos que inevitablemente surgen cuando diferentes organismos intentan llevar adelante tareas similares.



Resulta obvio que el retroceso que padeció la actividad nuclear durante casi dos décadas no se debió a actitudes disfuncionales o a algún mal intrínseco de la CNEA, sino que fue producto de una política agresiva que tuvo la inequívoca intención de destruir ese centro de generación de tecnología y desarticular los cuadros de profesionales altamente especializados, que permitían mantener una relativa independencia tecnológica al país.



Grande fue la destrucción cometida en esas casi dos décadas para el sector nuclear nacional e inconmensurables fueron las pérdidas resultantes para el país, muchas de las cuales no se ven a simple vista, porque el conocimiento científico y la tecnología no solían ser considerados bienes de capital, pero toda Nación que pretenda ser independiente sabe que esos son recursos estratégicos indispensables.



Después de estas consideraciones, la APCNEAN afirma que debemos aprender de nuestra propia historia. Consideramos que el proceso de recuperación de la actividad nuclear que ha comenzado en 2006 debe ser consolidado. No se puede permitir que la actividad nuclear sufra los vaivenes producidos por los sucesivos cambios de gobierno de uno u otro color político, sino que debe constituirse en una verdadera política de Estado, que la dote de continuidad, como lo fue en su época más productiva. En aquel tiempo, la CNEA dependía en línea directa del Poder Ejecutivo Nacional. Lograr esto está en nuestra agenda.



Hoy, nuestra satisfacción es grande, porque el sexagésimo aniversario de la CNEA nos encuentra en plena etapa de recuperación de la actividad nuclear y en la situación coyuntural de decidir cómo seguimos, que no es poco decir.



La APCNEAN saluda a todos los que trabajan y han trabajado en la actividad nuclear y rinde un especial homenaje a aquellos que ya no están. Asimismo brinda con todos los argentinos en el año del Bicentenario de la Patria.



BUENOS AIRES, 27 de mayo de 2010.





SECRETARIADO NACIONAL APCNEAN



Secretario General



Ing. Agustín Arbor González





Secretaria Adjunta



Dra. Elsa N. Hogert





APCNEAN es una asociación gremial que nuclea a más de 500 profesionales universitarios que se desempeñan en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN), Nucleoeléctrica Argentina S.A. (NASA) y otros organismos del sector. Desde 1966 APCNEAN atiende los intereses laborales y profesionales de los científicos y tecnólogos nucleares, pero también cuenta entre sus objetivos el apoyo a las actividades pacíficas y seguras de la energía atómica y a todos aquellos proyectos que contribuyan a satisfacer necesidades de la población y al desarrollo de las áreas técnico-científicas del país.

22 de mayo de 2010

BICENTENARIO 1810 2010











De un Centenario a otro











Al contrario de lo que afirman los personeros comunicacionales del sistema, no hay motivo alguno para comparar desfavorablemente este segundo centenario de la Revolución de Mayo en relación al primero.


El martes próximo se cumplen 200 años de los acontecimientos de Mayo de 1810. No queremos ocuparnos hoy de lo ocurrido entonces, pero quizá resulte interesante medir las diferencias que hay entre el primer centenario de la Revolución de Mayo y el segundo. Y deducir algunas consecuencias de ese cotejo.


El lapso transcurrido entre una conmemoración y otra puede ser definido como el de “las ilusiones perdidas”. Aunque puede haber un dejo melancólico en tal titulación, no deja de ser bueno que se haya producido esa pérdida: los pueblos no se articulan como proyecto en marcha, como un trabajo en progreso, si no se apean de las figuraciones tontas y pisan el duro suelo de la realidad.


Las celebraciones de 1910 estuvieron marcadas por la visita de la infanta Isabel de España, que venía a cerrar la herida de la separación de la Madre Patria, determinada por el proceso independentista; por una oleada de festejos que tiraron la casa por la ventana y por una retórica henchida de una vana autosuficiencia: Argentina era “el granero del mundo”, esta era la tierra ubérrima de las mieses y las vacas, y la fortuna sonreía a la nación que “no había sido atada al carro de ningún vencedor de la Tierra”.


Esto último, desde luego, era una figuración ilusoria. El país profundo había sido derrotado por su propia clase dirigente, en un proceso de organización nacional que había demandado décadas y mucha sangre, para terminar configurándolo en una factoría al servicio del imperio británico. De cualquier manera, a los ojos de los argentinos de 1910, en términos generales el experimento parecía haber tenido éxito: en su carácter de semicolonia privilegiada de Gran Bretaña y con una población que rondaba los siete millones y medio de personas, la inmensa extensión del país y sus zonas de cultivo intensivo y cría de ganado en la Pampa húmeda bastaban y sobraban para asegurar una balanza de pagos bien equilibrada y asegurar un rédito jugosísimo a los sectores dirigentes. Este surplus dinerario haría de Buenos Aires una de las ciudades más bellas del continente, aunque en los conglomerados suburbanos donde se concentraba una incipiente clase obrera el hacinamiento y las precarias condiciones de trabajo generasen situaciones mucho menos agradables que las que proponían los barrios elegantes del norte de la Capital. Más escondida resultaba la pobreza del interior y de la población rural descendiente de los supervivientes de las guerras civiles; pero, hablando en términos generales, la Argentina del primer Centenario se ofrecía como un espectáculo fresco y pimpante.


Esta idílica imagen se iría quebrando con el correr de los años. Dos factores confluirían a resquebrajarla. Primero el crecimiento demográfico, que iría creando masas de aspirantes a consumidores que no podían arreglarse con la restringida base productiva que la factoría les ofrecía y, segundo, por la irrupción de la crisis mundial y el precipitado declive del imperio inglés, que dejaría a la oligarquía sin su principal cliente. El ciclo de las guerras mundiales y de crisis también generó un crecimiento industrial que supuso la llegada de una inmigración interna a las ciudades que cambiaría el rostro del país y generaría un proletariado y un movimiento sindical que, a través del peronismo, se convertirían en protagonistas claves del quehacer político. La vieja clase dominante perdería peso y las clases medias oscilarían entre un polo y otro. Y la polémica política se construiría en torno de dos proyectos bien diferenciados: uno, el del país que estaba creciendo y apuntaba a darse un desarrollo de carácter nacional burgués, con una industria en crecimiento y una política exterior que abandonaba el seguidismo a los dictados de los imperios de turno; y, otro que pretendía, ahistóricamente, aferrarse a al modelo perimido.


Debido a la inconsistencia de los estratos medios y a las dificultades de crecimiento de un movimiento nacional inmaduro, la minoría social que había conformado al país de acuerdo con un interés externo conservó un poderío económico, comunicacional y militar desproporcionado a su peso numérico. Esto le permitió, en 1955, intentar volver atrás el reloj de la historia e iniciar un experimento regresivo que duró, con muchísimos altibajos, hasta finales del 2001. La década de los ’90 significó el ápice de ese proceso de desnacionalización, regresión social y destrucción industrial. Fue demasiado. A pesar de los estragos de una corrupción intelectual y moral practicada sin límites por los procesos militares, el menemato y los monopolios de la comunicación, como las sociedades no se suicidan de buen grado hubo una revulsión popular contra el estado de cosas que culminó en la pueblada de diciembre y el hundimiento del gobierno de De la Rúa. Cereza que había coronado la torta del festín desregulador de la economía y de los ajustes sobre los más pobres impuestos a machamartillo.



Lo que ha venido después es un intento para reconectar a la Argentina al proyecto nacional estructurado entre 1943 y 1955. Las insuficiencias y debilidades de este intento son obvias, pero aun más evidentes son sus logros al recuperar parte de las atribuciones del Estado como ente mediador y regulador de la economía y como garante de la paz social, comprometida por una experiencia neoliberal que apuntó –y apunta todavía, si las fuerzas que la propulsaron vuelven a ejercer el poder- , a retrotraer a la Argentina a un modelo fundado en las actividades extractivas y sin valor agregado, y en la subordinación al imperialismo. Cosas a todas luces insuficientes para hacer un país viable.


Así es como llegamos al segundo centenario. Desde el 2001 el país ostenta los síntomas de una reviviscencia nacional que poco a poco ha ido tomando fuerza. Falta mucho para convertirla en un torrente arrollador, pero hay que cuidarla. El Bicentenario nos encuentra entonces en una situación singular, en la cual se mezclan el festejo por el crecimiento y el dolor por las batallas perdidas que lo retrasaron. Pero tal vez esas batallas no se perdieron en vano: el caudal de experiencia que nos han dejado deberían servir para no hacernos recaer en los viejos errores y para visualizar mejor la conexión que existe entre el pasado, el presente y un futuro por hacerse.



La evolución argentina de estos años, por otra parte, no está sola. Se ha producido en el marco de un repunte de los movimientos populares en América latina y en especial en Suramérica, que presuponen en cierto modo la reproposición de las tendencias a la unificación continental que existían a la hora de la revolución de Mayo y que entonces, por fatalidades objetivas derivadas de la escasa demografía y los obstáculos físicos, otorgaban un lugar preponderante a la burguesía “compradora” -portuaria o costeña- proclive a mirar hacia fuera y a entenderse con el imperio inglés. La potencia centrífuga de estos condicionantes hizo inevitable la dispersión de los fragmentos del imperio español devenidos en independientes y nos colocó de espaldas a unos con otros. Hoy, esa situación se ha revertido y nuestros países empiezan a verse, otra vez, como una unidad. Una unidad incumplida todavía, pero posible y para la cual se están creando, con rapidez inédita, los marcos diplomáticos y las conexiones económicas que podrían consumarla.



No hay que dejar pasar la oportunidad. Y para ello es necesario afirmar el proceso iniciado durante esta década, no sabotear las experiencias que se están haciendo y, por el contrario, reforzarlas y empujarlas para que profundicen y aceleren su marcha.











Prof. Enrique Lacolla





http://www.enriquelacolla.com/









Articulo de José María Las Heras



“PENSAMIENTO ECONOMICO Y SOCIAL DE PERON”




(Articulo completo de José María Las Heras en www.asocivilceba.com.ar.) Ver Revista Argumento n º 2, pagina 8, mayo de 2010




Dice Moliere que “todos los hombres dicen más o menos lo mismo, sólo sus acciones permiten ver en qué difieren”. Las Heras analiza las distintas políticas económicas del peronismo gobernante en diferentes contextos. Desde el proceso de nacionalización de post guerra hasta la decisión estratégica de acotar el grado de participación del Estado a partir del Plan de Emergencia de 1952, el Segundo Plan Quinquenal y el Congreso de Productividad, dan muestra de un conjunto de “acciones” para fortalecer una alianza entre trabajadores y un emergente burguesía nacional.



Los dieciocho años perdidos, abortado por el golpe de 1955, se enlaza con la maduración del pensamiento social de la economía al retorno del peronismo en 1973 con la firma de Acuerdos Nacionales. Una nueva frustración con la muerte de Perón en 1974 y la ruptura institucional de 1976, que no es asumida por los gobiernos peronistas recuperada la democracia.



El menemismo bandeado hacia el liberalismo terminó por destruir el aparato productivo y debilitó el rol del Estado.



El kirschnerismo bandeado en una caprichosa actitud estatista que no sirve para garantizar el rol planificador, regulador y contralor del Estado para fortalecer una democracia económica como pensaba Perón.



20 de mayo de 2010

Canción Aurora opera ambientada en la Córdoba de 1810 se transformo en el saludo a la Bandera Nacional



Historia de la canción 'Aurora'


'Saludo a la Bandera'




Las vicisitudes de la dulce Aurora, simbolizan el nacimiento de la Nación Argentina



SOBRE CÓMO UNA ÓPERA ITALIANA SE VOLVIÓ EN “SALUDO A LA BANDERA”


Fue compuesta en Milán por el músico Héctor Panizza



La ópera “Aurora” fue encargada a Héctor Panizza por el gobierno argentino en 1906.



Inspirada en un trágico hecho de la historia local –narrado en un relato de Héctor Cipriano Quesada y Luigi Illica- fue compuesta por el autor en su departamento de Milán y lleva el nombre de la protagonista femenina, quien simboliza el nacimiento de la Nación Argentina.

La ópera está fuertemente influenciada por la cultura italiana, por cuanto Panizza (hijo de italianos) concurrió al Real Conservatorio de Milán (que hoy lleva el nombre de Giuseppe Verdi), y además porque Illica, uno de los autores del texto, fue un reconocido libretista de Giacomo Puccini.

La parte instrumental fue completada en Londres, pero, en ocasión del debut, los cantantes fueron italianos, Cesare Assanti, Amedeo Bassi, Giuseppe La Puma y Titta Ruffo, quienes llegaron a la Argentina desde Génova.

Aurora” fue representada por primera vez el 5 de septiembre de 1908 en el Teatro Colón de Buenos Aires, inaugurado ese mismo año.

En aquel histórico momento, mientras se alzaba el telón, en un profundo clima emotivo, todos los presentes escucharon la voz del tenor Amedeo Bassi, quien moduló el aria en italiano:

Alta pel cielo, un’aquila guerriera,

ardita s’erge in volo trionfale.


Ha un’ala azzurra, del color del mare,

ha un’ala azzurra, del color del cielo.

Così nell’alta aurora irradiale,

il rostro d’or punta di freccia appare,

porpora il teso collo e forma stelo,

l’ali son drappo e l’aquila è bandiera.


È la bandiera del Paese mio,

nata dal sole; e ce l’ha data Iddio!

El melodrama se desarrolla en la ciudad de Córdoba, en el interior de la Argentina, en mayo de 1810.

A un convento de la Compañía de Jesús llega un cesto de flores que un fiel devoto envía a la Virgen de los Dolores. En el cesto hay también un mensaje clandestino, enviado desde Buenos Aires:

“Muchachos: saluden a la Aurora! Ella brilla triunfal en el límpido cielo de la Patria! Empieza la lucha por la Independencia!”

Entonces aún bajo dominio español, la ciudad de Córdoba estaba sojuzgada férreamente por la represión.

El gobernador Ignacio del Puente (interpretado por el barítono Titta Ruffo), había reaccionado con fuerza brutal para restaurar el orden después de la revolución estallada en el Río de la Plata, dando enseguida una proclama:

“¡En Buenos Aires flamea un estandarte rebelde e indigno!

¡¡¡Lo ahogaré en su propia sangre!!!”

Lo que Del Puente aún no sabe es que un joven patriota se ha enamorado de su hija Aurora (interpretada por la soprano Maria Farletti ). Por ella, Mariano (protagonista de la ópera) se bate con heroico coraje, pero es capturado como espía. El gobernador no acepta esa historia de amor y jura la muerte de Mariano, diciendo:

“¡Antes que padre, soldado!”.

Los amantes consiguen escapar, pero la historia termina trágicamente,con Aurora herida mortalmente por el fuego de las armas de las tropas de su padre, y con el inmenso amor de Mariano:

Te amaré por toda la eternidad, porque el cielo es Aurora, y es

Aurora de la Patria!”.

Si bien se notan algunos errores históricos (los jesuitas habían sido expulsados por la Corona en el siglo XVIII y la bandera argentina fue creada en 1812), permanece de todas maneras el gran valor artístico de la ópera, al cual se agrega la dimensión afectiva y el profundo significado cultural que la han convertido en patrimonio de la argentinidad.

Aurora” fue representada en numerosas temporadas, siempre con gran éxito, pero su definitiva consagración popular se produjo con la traducción al español, a 35 años de su estreno.

Y ello no obstante las dificultades encontradas para conservar la métrica y la melodía del aria, de cuyos arreglos se ocuparon Angelo Pettita (un italiano con muy buen conocimiento del idioma español) y Josué Quesada (hijo de uno de los autores).

La nueva versión fue presentada en la noche de gala del 9 de julio de 1945, en un sugestivo marco de público y con la presencia de las máximas autoridades argentinas de entonces, el presidente Edelmiro J. Farrel y el vicepresidente, coronel Juan Domingo Perón.

Desde entonces y mediante un decreto gubernamental, se estableció que el aria de “Aurora”, con el nombre de “Saludo a la Bandera”, convirtiese en canción a la bandera y fuese de interpretación obligatoria en los actos oficiales y en todas las escuelas al momento de izarse la misma.

No obstante la denominación oficial de “Saludo a la Bandera” es conocida por todos como “Aurora”, la canción que más de 9.500.000 de niños y muchachos entonan cada mañana en las escuelas.


También los adultos conservan entre sus más bellos recuerdos aquellos versos inolvidables que dicen:

Alta en el cielo un aguila guerrera,

audaz se eleva en vuelo triunfal.

Azul un ala, del color del cielo,

azul un ala, del color del mar.

Así en el alta aurora irradial,

punta de flecha el áureo rostro imita,

y forma estela al purpurado cuello.

El ala es paño, el águila es bandera.


Es la bandera de la Patria mía,

del sol nacida, que me ha dado Dios.



El éxito de las representaciones de “Aurora” no reconoce épocas.


Desde 1999, el tenor argentino Darío Volontè ofrece su voz para interpretar a Mariano.

El 2 de abril de 2002, en ocasión de la conmemoración por los combatientes de las Islas Malvinas –cuando el Colón alzó el telón para honrar a los caídos-, en un clima de gran emoción y participación popular- Volonté cerró aquella memorable noche en su doble condición de tenor y sobreviviente del hundimiento del crucero “General Belgrano”.

De José Rodolfo Maragó

Fuentes: folleto alusivo del Teatro Colón de Buenos Aires y diario Clarín

Derechos exclusivos de La Voce di Sant’Onofrio (2004)



AUDIO: Opera AURORA Teatro Colon 1999 canta Darío Volonté


http://www.youtube.com/watch?v=LtKxkRA8BWg&feature=related


AUDIO: Opera AURORA registro de 1912 canta Amadeo Bassi


http://www.youtube.com/watch?v=x4S39CpQgeg&feature=related