Nos mudamos a Dossier Geopolítico

28 de mayo de 2010

La energía atómica en Argentina




31 de mayo 1950



60º aniversario de la creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica





En la Argentina, las actividades relacionadas con la incipiente tecnología nuclear comenzaron poco después de 1945, pero se institucionalizaron y consolidaron en 1950, a partir de la creación de la Dirección Nacional de Energía Atómica, posteriormente denominada Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). La primera tarea de la CNEA consistió principalmente en formar el personal especializado: envió profesionales a capacitarse en laboratorios de Europa y EE.UU., organizó la visita de numerosos especialistas extranjeros y organizó los primeros grupos de trabajo en investigación y desarrollo.



En la ciudad de Bariloche, Provincia de Río Negro, la CNEA estableció su primer Centro Atómico. Mientras tanto, en Buenos Aires, se creó otro Centro Atómico, el de Constituyentes, donde se concentraron los trabajos de metalurgia nuclear y física e ingeniería de reactores. Asimismo, en 1954, se inauguraba el primer acelerador de partículas, que dio lugar a excelentes trabajos de física nuclear, como también a un equipo de radioquímicos, que sentó las bases de las aplicaciones de los radioisótopos en múltiples actividades.





Los inicios de la radioquímica en la Argentina



Dos adquisiciones importantes de la época inicial de la CNEA fueron un acelerador en cascada de 1,2 MeV, en 1953, y un sincrociclotrón, para acelerar deuterones hasta 28 MeV, que fue inaugurado en diciembre de 1954. La disponibilidad de este equipamiento fue fundamental para que el primer grupo de radio químicos formados en la CNEA causara una gran sorpresa a los participantes en la Primera Conferencia de Ginebra sobre las Aplicaciones Pacíficas de la Energía Atómica, realizada en septiembre de 1955, cuando Argentina comunicó el descubrimiento de diez nuevos radioisótopos. Ese grupo estaba compuesto por una decena de químicos y estudiantes de química, dirigidos por el radioquímico alemán Walter Seelmann-Eggebert, que se había incorporado a la CNEA en 1951. A principios de los años sesenta, el total de los nucleidos descubiertos en Buenos Aires era de veinte.



El grupo de radioquímica fue evolucionando y sirvió de base para algunas de las actividades importantes del desarrollo nuclear del país. Los sectores de producción y aplicaciones de radioisótopos y radiaciones, de radiofarmacia, de combustibles nucleares y su reprocesamiento y de calibración de fuentes radiactivas, entre otros, se formaron sobre la base de la experiencia de ese primer grupo, atendiendo a los requerimientos tecnológicos que se iban presentando con el correr de los años.





El primer reactor en Argentina



En 1958, comenzó a funcionar el primer reactor argentino, el RA-1, de tipo Argonauta, de 10 kW de potencia, construido por la CNEA, con participación de la industria nacional, a partir de planos americanos. Al poco tiempo, fue modificado por los científicos argentinos, que elevaron su potencia hasta 150 kW.



Desde el comienzo, fue política de la CNEA producir en el país los elementos combustibles para abastecer los reactores a construir. Así fue como en 1957 se fabricaron los elementos combustibles para el mencionado reactor RA-1. A partir de ese entonces, todos los elementos combustibles para los reactores de investigación que sucesivamente entraron en operación, fueron diseñados y fabricados en la CNEA.



Al RA-1 le siguieron otros totalmente diseñados y construidos localmente: el RA-0, el RA-2 y el RA-3; este último, de 5 MW (hoy ampliado a 10 MW), fue inaugurado en 1967 y con él se satisface la demanda nacional de radioisótopos.



A mediados de 1960, la CNEA ya contaba con capacidad propia en ingeniería de reactores. Esto se complementaba con grupos que trabajaban en regulación y control, seguridad radiológica y nuclear, blindajes, desarrollo de equipos e instrumentación nuclear.



La espiral de acumulación de conocimiento rápidamente rindió sus frutos en determinados campos. Por ejemplo, el montaje y operación del sincrociclotrón había dado lugar a la formación de un grupo de electrónica que luego participó en la construcción del RA-1 y en su aumento de potencia. Tal es así que, pocos años después, los equipos electrónicos de la instrumentación del RA-3 fueron desarrollados localmente.



De la misma manera, el sector de física de reactores se había iniciado con los primeros cursos dictados a mediados de la década del '50. Su capacidad fue creciendo con la construcción, puesta en marcha y operación del RA-1, con el diseño y operación de la facilidad crítica RA-0 y con la ampliación de potencia del RA-1.



La metalurgia había nacido con los cursos locales y entrenamientos en el exterior organizados por el Prof. Jorge Sábato, a partir de 1955. El paso de la teoría a la práctica se efectuó con el desarrollo y fabricación del combustible del RA-1, en 1957. Las modificaciones a dicho reactor y a su combustible, así como las facilidades críticas, marcaron otro camino de acumulación de recursos humanos capacitados en esta área. Asimismo, los conocimientos en ingeniería nuclear se construyeron en la marcha, sobre la base de los cursos de reactores, estadías en el exterior y el carácter creativo de los profesionales que participaban en obras de complejidad creciente.



Centros de formación de recursos humanos



En 1955, se inició en San Carlos de Bariloche la formación de recursos humanos en el que posteriormente se conocería como el Instituto Balseiro, dictándose los primeros cursos de la Carrera de Física. Un convenio entre la CNEA y la Universidad Nacional de Cuyo posibilitó al Instituto obtener su condición universitaria. Hoy, la oferta académica del Instituto Balseiro incluye carreras de grado y de posgrado en diversas áreas de la Física y de la Ingeniería.



En 1993, como heredero de los cursos de posgrado en Metalurgia que la CNEA dictó regularmente desde 1956, nació el Instituto Sabato, con el mismo objetivo de formar profesionales en la ciencia y tecnología de materiales. Creado a través de un convenio entre la CNEA y la Universidad Nacional de General San Martín (UNSAM), el instituto funciona en el Centro Atómico Constituyentes y ofrece la carrera de grado Ingeniería en Materiales y cuatro posgrados: Maestría en Ciencia y Tecnología de Materiales, Doctorado en Ciencia y Tecnología, mención física y mención materiales y la Especialización en Ensayos No Destructivos.



A fines del año 2006, surgió el Instituto de Tecnología Nuclear Dan Beninson (IDB), también mediante convenio entre la CNEA y UNSAM. Su propósito es generar un espacio de intercambio interdisciplinario que posibilite la integración de personal académico, científico y técnico y formar recursos humanos especializados en el campo nuclear.





Medicina Nuclear



Desde sus inicios, la CNEA mostró especial atención a las investigaciones y aplicaciones de los radioisótopos y las radiaciones en Medicina. En 1952 se creó el Departamento de Biología y Medicina y, en 1957, la División de Investigaciones Radiobiológicas. Se construyeron el bioterio y los laboratorios de genética y de rayos x. En 1958, se creó el Laboratorio de Medicina Nuclear en el Hospital de Clínicas (UBA), que en 1962 se transformó en el Centro de Medicina Nuclear y pronto se convirtió en un referente local e internacional de excelencia para la formación de recursos humanos en el tema, especialmente en el ámbito latinoamericano.



En 1969, se creó el Centro Oncológico de Medicina Nuclear en el Instituto A. H. Roffo, mediante convenio entre la UBA y la CNEA y en 1991, por acuerdo entre la CNEA, la Universidad de Cuyo y el Gobierno de la Provincia de Mendoza, se creó la Fundación Escuela de Medicina Nuclear de Mendoza (FUESMEN), centro de alta complejidad y de excelencia.



Hoy, el Departamento de Radiobiología comprende tanto a los Centros de Medicina Nuclear como a las Divisiones de Investigación y Desarrollo, donde se realizan, entre otras, investigaciones sobre las alteraciones producidas por radiaciones, contaminantes y carcinógenos en sistemas biológicos, así como se estudian los efectos terapéuticos de las radiaciones.





Seguridad y radioprotección



Para reglamentar el uso de radionucleidos en medicina e industria, en enero de 1958 el Gobierno Nacional aprobó el Reglamento presentado por la CNEA. Dicho Reglamento, elaborado por el Ing. Celso Papadópulos, estuvo vigente hasta la sanción de la Reglamentación de la Ley de la Actividad Nuclear en 1999.



En los considerandos del decreto de creación de la CNEA, se enunciaba en forma precisa la necesidad de establecer medidas que aseguraran la protección de la población de los efectos nocivos de las radiaciones provenientes de los materiales radiactivos. Es así que a partir de un pequeño grupo dedicado al control de la exposición del personal que trabajaba con radioisótopos y a la determinación de la precipitación radiactiva, se formó dentro de la CNEA, un organismo, convertido en la actualidad en la Autoridad Regulatoria Nuclear, que fue elaborando un conjunto de normas regulatorias que configuraron una estructura legal, sin duda de las más completas de América Latina. Esa estructura fue con el tiempo perfeccionada mediante nuevas disposiciones legales en materia de seguridad radiológica y nuclear, que acompañaron el desarrollo nuclear del país.




Minería del uranio



El estudio del territorio argentino con miras a determinar su riqueza en minerales nucleares fue también otra de las primeras preocupaciones de la CNEA. En 1952, se inició la extracción de mineral uranífero, con el objeto de determinar las posibilidades de obtención en escala industrial de concentrados de ese elemento. Los primeros minerales ensayados fueron de los yacimientos Presidente Perón, Soberanía e Independencia (denominados posteriormente Distrito Papagayos) ubicados en el Dpto. Las Heras (Mendoza) y el Yacimiento Eva Perón (posteriormente denominado Huemul) en el Dpto. Malargüe (Mendoza), instalándose en la Ciudad de Córdoba una pequeña planta experimental para el tratamiento de esas primeras extracciones uraníferas, que sirvió como base para el diseño de los posteriores ocho centros minero fabriles, productores de concentrado de uranio en la Argentina.



Además, a partir de 1955, comenzó el estudio sistemático de las reservas uraníferas. La prospección demostró la potencial existencia de recursos suficientes como para encarar un plan independiente con abastecimientos nacionales.




La generación nucleoeléctrica



Entre 1958 y 1967, de la multifacética actividad de la CNEA se destacaron el desarrollo de las aplicaciones de los radioisótopos, de las fuentes intensas de radiación y de la ingeniería de reactores experimentales. Se establecieron las primeras plantas de concentración del mineral de uranio, en Malargüe (1954-Mendoza) y en el yacimiento Don Otto (1964-Salta). En particular, se inició el desarrollo de numerosas aplicaciones de los radioisótopos en medicina, biología, industria, ciencia y agricultura.



Con el convencimiento de que el país estaba maduro en el desarrollo de la energía nuclear, por decisión del Poder Ejecutivo Nacional, en 1965, la CNEA llevó a cabo los estudios de factibilidad para la construcción de la primera central nuclear argentina. Ese fue el primer estudio de factibilidad de una obra de gran envergadura, realizado sin asistencia de consultoras extranjeras.



Para la que sería Atucha I, la CNEA optó desde el comienzo por la utilización de uranio natural como combustible y agua pesada como moderador. Ese tipo de central se decidió porque el objetivo era lograr y mantener la independencia de los dos únicos proveedores extranjeros de uranio enriquecido que existían en el mundo en ese momento. La participación nacional a través de la industria privada alcanzó un 40% del valor de la central.



En el caso de la segunda central nuclear Embalse se complementó la experiencia anterior en dos aspectos fundamentales: la participación en la dirección de obra que la CNEA llevó a cabo al actuar como subcontratista principal de la empresa extranjera responsable de la parte nuclear de la obra, y el montaje, en el que las empresas privadas argentinas contribuyeron, aún en aspectos tecnológicamente complejos, como el montaje de componentes principales.



Finalmente, en el caso de la tercera central Atucha II gracias a las experiencias anteriores, se abandonó el sistema de contratación “llave en mano” y se asumió la responsabilidad de la ingeniería y de la arquitectura industrial de la obra, en asociación con la empresa proveedora de la central. El funcionamiento pleno de Atucha I y Embalse permitió adquirir experiencia en la operación y mantenimiento de centrales nucleares que quedó demostrada por los altos valores de los factores de carga con que ambas operan.



A medida que se iban encarando estos grandes emprendimientos e iban surgiendo nuevas necesidades, la CNEA fue constituyendo empresas, en algunos casos asociada con Estados Provinciales –INVAP, ENSI (que opera la Planta de Agua Pesada) y en otros con empresas nacionales o extranjeras, alguna de ellas ya desaparecida, como CONUAR, FAE y ENACE.





El proceso de desmantelamiento del sector nuclear



La actividad nuclear tuvo hasta principio de la década de los ’80 un desarrollo sostenido, pero a mediados de ese decenio comenzó a sufrir restricciones económicas que obstaculizaron todos sus proyectos, aún los que ya estaban en marcha, como la construcción de Atucha II. La situación empeoró mucho más en la segunda mitad de los ’90, años en los que el Gobierno Nacional encuadró al sector nuclear en el marco de su política de privatización generalizada y de desmantelamiento del sector público. Las consecuencias de esos años fueron lamentables. La paralización completa de las obras de Atucha II, el desmembramiento de la CNEA, los retiros “voluntarios” y el envejecimiento de personal e instalaciones, resultaron en el total achicamiento del sector nuclear.







Relanzamiento del Plan Nuclear



En 2006, el gobierno nacional resolvió revivir la actividad nuclear argentina y lanzó el plan nuclear destinado a la “generación masiva de energía nucleoeléctrica”. En consonancia con ello, se reemprendió la construcción de Atucha II, se decidió extender la vida de la Central Nuclear Embalse y, con el propósito de diversificar la matriz energética del país, se puso en la agenda de obras públicas la construcción de una cuarta central nuclear y se impulsó la reactivación de la planta de producción de uranio enriquecido de Pilcaniyeu.



Este resurgimiento de la actividad nuclear nacional, debió enfrentar enormes dificultades generadas por las políticas de achicamiento que habían asolado al sector durante la etapa previa. Hubo que rearmar los cuadros de profesionales especializados, incorporar y capacitar recursos humanos para realizar los trabajos en todos los niveles, incluso los de las empresas subcontratistas, ya que durante años de vacantes congeladas se perdió la oportunidad de que se produjera el natural traspaso de conocimiento y experiencia de los veteranos hacia los jóvenes.



En 2009, se sancionó una Ley por medio de la cual se creó un régimen especial para la construcción de la cuarta central nuclear y la restauración a nuevo de la CNE. Por la misma norma, también se declaró de Interés Nacional y se encomendó a la CNEA el diseño, ejecución y puesta en marcha del Prototipo de la Central Nuclear CAREM, cuya ingeniería es totalmente nacional.





Exportación de know how nuclear



Desde 1977, la Argentina ha exportado reactores de investigación y producción de radioisótopos a Perú, Argelia, Egipto y Australia, y plantas de fabricación de elementos combustibles y de producción de Mo-99, siempre con tecnología de bajo enriquecimiento.



También, en 2009, la organización holandesa Nuclear Research & Consultancy Group (NRG) seleccionó la propuesta Argentina para construir un reactor multipropósito, para producir radioisótopos medicinales, irradiar silicio para semiconductores e investigar las propiedades de nuevos materiales y combustibles de equipos nucleares. Dicha propuesta fue presentada por INVAP, asociada a la española Isolux Corsán, y superó las ofertas de la empresa francesa, AREVA, y la del grupo coreano KOPEC. A inicios de 2010, la NRG informó que ha decidido suspender la ejecución del proyecto para la construcción del reactor nuclear PALLAS, extendiendo así la fase preparatoria de la misma, hasta tanto desarrolle y analice la factibilidad de varios planes de financiación.





- 2010- Año del Bicentenario de la Revolución de Mayo y Sexagésimo Aniversario de la CNEA



La revisión que hemos hecho de la historia del desarrollo de la actividad nuclear argentina, aunque sea en líneas muy generales, muestra de manera clara e incontrovertible que desde el momento de su gestación hasta mediados de los ’80, el país logró la acumulación de una experiencia y capacidad de realización muy valiosas en diversos campos de la actividad y la capacitación de un nutrido grupo de profesionales y técnicos formados en las dificultades reales de este tipo de emprendimientos. Su saldo fue una industria nuclear argentina, no sólo avanzada, sino con características propias.



También queda claro que ello fue posible porque ese proceso de desarrollo estaba amparado por una política de Estado y porque prácticamente todos los proyectos estaban concentrados en la CNEA, que los dotaba de la coherencia y unidad de acción imprescindible para optimizar el uso de los recursos disponibles, evitando dilapidarlos a través de la superposición de funciones o la duplicación de esfuerzos que inevitablemente surgen cuando diferentes organismos intentan llevar adelante tareas similares.



Resulta obvio que el retroceso que padeció la actividad nuclear durante casi dos décadas no se debió a actitudes disfuncionales o a algún mal intrínseco de la CNEA, sino que fue producto de una política agresiva que tuvo la inequívoca intención de destruir ese centro de generación de tecnología y desarticular los cuadros de profesionales altamente especializados, que permitían mantener una relativa independencia tecnológica al país.



Grande fue la destrucción cometida en esas casi dos décadas para el sector nuclear nacional e inconmensurables fueron las pérdidas resultantes para el país, muchas de las cuales no se ven a simple vista, porque el conocimiento científico y la tecnología no solían ser considerados bienes de capital, pero toda Nación que pretenda ser independiente sabe que esos son recursos estratégicos indispensables.



Después de estas consideraciones, la APCNEAN afirma que debemos aprender de nuestra propia historia. Consideramos que el proceso de recuperación de la actividad nuclear que ha comenzado en 2006 debe ser consolidado. No se puede permitir que la actividad nuclear sufra los vaivenes producidos por los sucesivos cambios de gobierno de uno u otro color político, sino que debe constituirse en una verdadera política de Estado, que la dote de continuidad, como lo fue en su época más productiva. En aquel tiempo, la CNEA dependía en línea directa del Poder Ejecutivo Nacional. Lograr esto está en nuestra agenda.



Hoy, nuestra satisfacción es grande, porque el sexagésimo aniversario de la CNEA nos encuentra en plena etapa de recuperación de la actividad nuclear y en la situación coyuntural de decidir cómo seguimos, que no es poco decir.



La APCNEAN saluda a todos los que trabajan y han trabajado en la actividad nuclear y rinde un especial homenaje a aquellos que ya no están. Asimismo brinda con todos los argentinos en el año del Bicentenario de la Patria.



BUENOS AIRES, 27 de mayo de 2010.





SECRETARIADO NACIONAL APCNEAN



Secretario General



Ing. Agustín Arbor González





Secretaria Adjunta



Dra. Elsa N. Hogert





APCNEAN es una asociación gremial que nuclea a más de 500 profesionales universitarios que se desempeñan en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN), Nucleoeléctrica Argentina S.A. (NASA) y otros organismos del sector. Desde 1966 APCNEAN atiende los intereses laborales y profesionales de los científicos y tecnólogos nucleares, pero también cuenta entre sus objetivos el apoyo a las actividades pacíficas y seguras de la energía atómica y a todos aquellos proyectos que contribuyan a satisfacer necesidades de la población y al desarrollo de las áreas técnico-científicas del país.

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