Nos mudamos a Dossier Geopolítico

29 de junio de 2010

Las Guerras de USA III



LA GUERRA COMO


MERCANCÍA


Por Susana Merino.








En la planetaria y desenfrenada carrera hacia el lucro la guerra se ha convertido en sí misma en una mercancía más. Hace pocos días leía en un artículo de William Pfaff, un columnista del Herald Tribune que pese a haber duplicado su presupuesto militar en la última década los EEUU “no consiguieron ganar ni una sola guerra. No hay una sola victoria y ni una sola de las intervenciones arrojó un resultado positivo”.



Pareciera que ha llegado la hora de preguntarse porqué: las guerras, las batallas ya no tienen por objetivo anexar nuevos territorios, apropiarse de los recursos de los países y las regiones más pobres, reclutar esclavos para las faenas más duras, tampoco persiguen convertir a los infieles ni abrir nuevas rutas al comercio como en el tiempo de los griegos, los romanos o las cruzadas cristianas.



Creo que lo que sucede es que existen nuevos objetivos y algunos otros reciclados que hoy en día se alcanzan por otros medios: las migraciones forzadas por el hambre o por el recrudecimiento estimulado de las persecuciones políticas y religiosas, la incentivación de las luchas tribales, para las que no se requieren otras armas que las de pequeño calibre y por lo tanto de reducido costo, los tratados de libre comercio, la amenaza nuclear de las (pre)potencias mundiales, la manipulación mediática, la corrupción de las clases gobernantes, etc. etc…Es decir una serie de alternativas que no exigen ni enormes pérdidas de vidas humanas, ni destrucción de ciudades al ras, ni inversiones en aviones de última generación, ni portaaviones nucleares, ni flotas gigantescas que ni siquiera tienen equivalentes a las cuales enfrentar (aunque los EEUU como por inercia los sigan produciendo) mientras algunos países mantienen tan solo algunos ejércitos terrestres destinados más bien a desempeñar tareas de represión lógicamente destinadas a “resguardar la paz interior” una paz que sí exigen los grandes intereses internacionales una vez que han logrado someter a la población por los medios que fueren y necesitan evitar las alteraciones frecuentemente derivadas del descontento y del agobio de esa misma población local.



Pero la guerra sigue siendo un gran negocio y es allí donde está el quid de la cuestión. La población de las grandes potencias y en especial la de de los EEUU anestesiada por los medios ignora que una parte considerable de sus contribuciones fiscales va a parar a las arcas insaciables del llamado “complejo militar-industrial” es decir a alimentar esa maquinaria bélica que termina siendo un objetivo en sí misma.



Aunque no solamente lo es en la restringida área de la fabricación del aparataje bélico sino aún más en lo que parafraseando la triste e hipócrita alusión a los “daños colaterales” podrían llamarse los “negocios colaterales” entre los que no es el menor el de la reconstrucción de las áreas y de la infraestructura de las áreas sí destruidas en los países ocupados.



Otro sector no menos importante del montaje militar desarrollado por el agresivo imperio usamericano es el de las milicias contratadas o mercenarias. Este último negocio, desarrollado inicialmente en Irak y actualmente en Afganistán y en Pakistán, por la empresa Blacwater, rebautizada Xe Services y con la que según Le Monde el Estado Mayor usamericano “para poder concentrarse mejor en la operaciones militares” ha contratado además por valores de más de 2 mil millones de dólares anuales el objeto de proteger los convoyes que transportan víveres, municiones y equipos a los soldados destacados en Afganistán”.


Da la curiosa coincidencia de que los eventuales atacantes de esos convoyes no serían otros que los Talibán por lo que se sospecha que las empresas mercenarias pagan a su vez a los Talibán para no ser atacadas de donde se deduce que son los mismos EEUU los que les proporcionan a estos últimos, recursos suficientes como para equiparse nuevamente y mantener activa y sin desmayos la lucrativa industria de las armas y todo lo que implica como producto final: la guerra como mercancía o como negocio, da lo mismo.



Todo un engendro que está siendo motivo de investigación por el Senado de los EEUU pero que a buen seguro, como siempre, no generará mayores condenas ni reflexivos cambios de rumbo.


Por el contrario seguirán postergando el Plan Básico de Atención a la Salud y aprobando seguramente los sucesivos presupuestos militares entre los que el último, es decir el del corriente año es el mayor de la historia de los EEUU y más grande que todos los gastos militares del resto del mundo.


No por casualidad cuando se retiran los altos mandos del ejército pasan a ocupar importantes cargos en las juntas corporativas, se transforman en portavoces de los principales medios de comunicación o en bien remunerados consultores y políticos. Nadie mejor que ellos para mantener, desarrollar y comercializar las variadas ramas del producto bélico que tan buenos réditos proporciona a la casta gobernante y a sus aláteres




Vale la pena mencionar que el presupuesto militar norteamericano en su conjunto gravaba el año pasado con 1835 U$S a cada habitante de su país mientras que en América Latina ese gravamen era de U$S 84 y en Asia Central y el Sudeste asiático llegaba a solo U$S 22.


Es evidente que la economía de los EEUU se ha mantenido mucho tiempo en alza debido al estímulo de los gastos de guerra, creando una adicción al militarismo en las corporaciones del país, que son por otra parte las que solventan las campañas electorales de ambos partidos políticos el republicano y el demócrata, de modo a poder mantener siempre su nefasta influencia, en cualquiera de ambos lados pero siempre en el de los vencedores.


Habrá que ver y que esperar o que ayudar a que la crisis mundial termine por involucrar también a esa necrofílica mercancía fagocitando para siempre a los responsables directos de sus nefastas consecuencias.+



Fuente: Agencia ECUPRES http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=8953

27 de junio de 2010

Las Guerras de USA II



EEUU: un enorme despilfarro militar que no ha conseguido ganar una sola guerra


William Pfaff · · · · ·






En Afganistán, Pakistán e Irak, las principales regiones de interés militar para los EEUU hoy (obviando los centenares de sitios a los que se ha enviado a soldados, agentes y mercenarios norteamericanos para yugular algún que otro brote eruptivo de conflicto étnico, tribal, religioso o territorial), hay indicios de que las cosas van yendo cada vez más por su lado.



En Afganistán, el General David McChrystal ha optado por un acto de insubordinación; el presidente afgano patrocinado por los EEUU habla de hacer las paces con los enemigos talibanes y de ordenar a los EEUU y a la OTAN que abandonen el país (precisamente cuando acaban de descubrirse miles de millones de dólares en yacimientos de litio, oro y otros minerales codiciados por los dirigentes de cualquier nación moderna).



Hay disputas entre kurdos, turcos e iraquís en Irak, disputas que los EEUU consideraban más o menos pacificadas, aun si no sometidas al gobierno. Hay desórdenes en Somalia, Yemen y el Sáhara. Diríase que los EEUU no son la nación más poderosa de la tierra.



En mayo pasado, el Secretario de Defensa de los EEUU, Robert Gates, ofreció una serie de charlas, en su mayor parte no publicadas, sobre los gastos en defensa, que hace un buen número de años que está disparados, y no sólo desde los ataques de al-Qaeda sobre Nueva York y Washington en 2001, aun si esas embestidas "abrieron una espita en el gasto de defensa, que prácticamente dobló el presupuesto de base en la última década". Se supone el gasto armamentístico norteamericano se realiza para librar a los norteamericanos de problemas; pero no está funcionando.



El Secretario dijo que "la espita se ha cerrado, y seguirá cerrada por un buen período de tiempo". Lo cierto es que todos los intentos del Congreso de cerrar la espita o de reducir el gasto militar han terminado en un fracaso durante estos últimos años, porque la del gasto militar es una causa electoralmente irresistible, aun cuando los resultados sean irracionales o linden incluso con lo ridículo.



El Secretario Gates dio buenos ejemplos de esto último cuando habló en la convención anual de la Liga de la Armada a comienzos de mayo. Dijo que prácticamente todos los grandes programas armamentísticos en fase de desarrollo o de producción, incluyendo los dos principales proyectos de la Armada --el llamado Navío de Combate Costero y el programa para el caza multiservicios Joint Strike (al que algunos gobiernos europeos poco avisados se sumaron contractualmente) están pasados de presupuesto, van con retraso y saturados de problemas.



Lo que se ignora es por qué desarrollan los EEUU estas armas.



Se está comprando la nave de combate costero para operaciones en aguas poco profundas y costeras, a fin de emplear a la Armada en la guerra contra el terror (o contra piratas, o contra "extremistas violentos", de acuerdo con la moda terminológica que cada quién prefiera), de donde la Armada ha estado embarazosamente ausente, dado que los terroristas raramente son gentes marinas, mientras que los piratas, aun siéndolo a menudo, no pasan de usar lanchas hinchables tipo zodiac. Si se culmina el proyecto, el barco se terminará previsiblemente cuando los EEUU abandonen la guerra contra el terror, frustrados y hartos de fracasos, y cuando la Armada decida que, después de todo, es una Armada de mar adentro, y no precisa de tales navíos.



En su discurso ante la Liga de la Armada, Gates llamó la atención sobre los que la Armada estadounidense posee ya:



Once grandes grupos de portaaviones nucleares patrullando los mares y dispuestos para enfrentarse a flotas enemigas. Ninguna otra nación posee un solo grupo de portaviones de este tipo, de modo que no hay flotas a las que enfrentarse. Francia (¡siempre Francia!) ha construido un portaviones nuclear moderno y está pensando si puede permitirse construir otro. Ninguna otra armada tiene más que unos cuantos portadores para reactores de despegue horizontal y helicópteros(los EEUU tienen 10 de este tipo). Los EEUU tienen 57 submarinos nucleares equipados con misiles de ataque (más que todo el resto del mundo sumado), más 79 navíos Aegis equipados con misiles defensivos y capaces de portar 8.000 misiles de lanzamiento vertical. En total, se estima que la Armada estadounidense dispone del equivalente a la suma de las 13 armadas que le siguen en capacidad en el mundo.



El Cuerpo de Marines de la Armada, que dispone de sus propias fuerzas aéreas y blindadas, no tiene equivalente alguno en el extranjero, y tiene por sí misma, mayor envergadura que la mayoría de los ejércitos nacionales extranjeros.



Gates podría haber recitado cifras similares sobre la enorme desproporción entre el ejército y las fuerzas aéreas norteamericanos y los del resto del mundo tomados de consuno (exceptuando a China y a la India, que tienen fuerzas terrestres dos o más veces mayores que el ejército regular norteamericano –excluidos los auxiliares mercenarios norteamericanos—, pero se trata de ejércitos terrestres no aptos para combatir contra los EEUU, ni es demasiado probable que su gobiernos lo quisieran).



Pero este poder titánico ha sido incapaz de producir paz en parte alguna. Durante los 65 años transcurridos desde el final de la II Guerra Mundial, los norteamericanos han gastado más en gasto militar que todo el resto del mundo sumado con la declarada intención de pacificar el mundo a afianzar la democracia.



Se han librado guerras o llevado a cabo intervenciones militares en Corea, China (a través de las fuerzas mercenarias le Kuomintang y de las tribus tibetanas), Cuba (a través de los exiliados) Laos, Vietnam, Camboya, Líbano, Libia. Irak (por partida doble), Irán, Somalia, Afganistán (por partida doble), Pakistán (con zánganos y con fuerzas especiales), Nicaragua (a través de los "contras"), Granada, Panamá, la República Dominicana, Chile, Grecia y por doquiera. Más, probablemente, pero esos son los sitios que recuerdo ahora mismo.



Incompleta o no, no ofrezco esta lista a cuenta de un irrepresable sentimiento de indignación. Algunas de esa intervenciones estaban justificadas, la mayoría, no; otras han de verse en el contexto de la época. El motivo de mi listado es un hecho que nadie parece acabar de entender, y es saber: se ganaron batallas, pero los EEUU no consiguieron ganar ni una sola guerra. No hay una sola victoria (salvo las que se dirán enseguida), y ni una sola de las intervenciones arrojó un resultado positivo, tal vez con la excepción de Kosovo. Las únicas victorias inequívocas se dieron en Granada, contra una cuadrilla de albañiles cubanos, y en Panamá, en donde 500 civiles (según estimaciones de la ONU) fueron asesinados para poder detener al presidente Manuel Noriega y encerrarlo en la celda de una cárcel de Miami. Y ya ha cumplido su condena.



William Pfaff (1928) es un analista político de origen germano-norteamericano, columnista habitual del International Herald Tribune y frecuente colaborador de la New York Review of Books.



Traducción para www.sinpermiso.info: Roc F. Nyerro



FUENTE: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3439

26 de junio de 2010

La Milicia de USA



El militarismo USA y los límites de la prepotencia


Militares y políticos han tenido sus diferencias a lo largo de la historia norteamericana.


Pero todos han coincidido en los objetivos de predominio



El pasado jueves el jefe de las fuerzas estadounidenses que guerrean en Afganistán, el general Stanley McChrystal, fue relevado de su cargo por el presidente Barack Obama. Se trató de una medida inusual, pero que reconoce algunos precedentes en la historia norteamericana, un par de ellos famosos, como el relevo del general McClellan por el presidente Abraham Lincoln, durante la guerra civil, y el despido del general Mac Arthur por Harry Truman a pocos meses de iniciada la guerra de Corea. El hecho ahora es que el general McChrystal fue expulsado de su puesto luego de que se publicara en el semanario Rolling Stones un reportaje que le hiciera un periodista “embedded” en el ejército en operaciones. La estadía del cronista Michael Hastings en la cúpula del comando se extendió por alrededor de un mes y el informe que produjo fue leído por el general y aprobado por él, de modo que no caben equívocos respecto a lo que quiso decir y a lo que fue publicado.



En el reportaje en cuestión el general fue pródigo en observaciones cortantes respecto del comandante en jefe y aun más a propósito del vicepresidente Joe Biden; y su séquito no se mostró más discreto en sus propias aportaciones. Un ministro francés fue señalado como un “jodido gay”, las calificaciones que se prodigaron respecto del equipo del Departamento de Estado encargado del tema afgano fueron deplorables (apenas si se salvó Hillary Clinton), y las observaciones a propósito de los asesores militares del presidente y de la indecisión de la Casa Blanca acerca de irse o bien quedarse para ganar la guerra aplicando las tácticas contrainsurgentes acuñadas por McChrystal fueron –lo menos que puede decirse- poco compasivas a la hora de evaluar las aptitudes Obama en torno de esos temas.



Ser tratado de incompetente de parte de un subordinado no es cosa que pueda aceptar un monarca imperial. La salida de McChrystal estaba pues cantada. La cuestión es saber por qué el general tuvo esos exabruptos y consintió su publicación. Las hipótesis giran en torno de forzarle la mano al presidente –cosa improbable- o la más pertinente de una provocación vinculada a la búsqueda de un chivo expiatorio que pueda cubrir la responsabilidad de la casta militar a la hora de tener que practicar una retirada parecida a la de Vietnam. Así los militares podrán decir, como lo dijeron entonces, que habían combatido con una sola mano, o con una mano atada a la espalda, pues el poder civil no estaba preparado para afrontar la magnitud de la aventura en que habían metido a sus fuerzas armadas.(1)


Dada la pésima andadura de la guerra actual, una retirada, al menos parcial, no es un paso que quepa desestimar, a pesar de que lo que se juega en Afganistán no parezca ser negociable desde la actual perspectiva de la geopolítica estadounidense. Abandonar ese enclave estratégico en el Asia central y perder la proyección que desde ahí se puede ejercer hacia China, Rusia y el Medio Oriente no parece, en efecto, una cuestión que quepa resolver de un plumazo. Pero la situación se ha complicado tanto debido a la corrupción y la falta de fiabilidad del gobierno afgano, a las dificultades que se encuentran en el terreno y a los insondables problemas que aquejan al vecino Pakistán, que las posibilidades de aplicar con algún éxito en ese escenario una presión militar combinada con negociaciones que apunten a transar con las facciones rebeldes, como en Irak, son aquí casi nulas.



Las discrepancias entre los sectores ejecutivos del establishment tienen siempre importancia. Es verdad que las directivas maestras acerca de cómo debe ir el mundo se originan en otras sedes –Wall Street, la Comisión Trilateral, el grupo Bilderberg, los organismos internacionales de crédito-, pero a la hora de sacar las castañas del fuego lo que piensan o hacen los encargados de poner en práctica esos parámetros son el factor que decide el destino inmediato de millones de seres. Y a partir de allí la viabilidad o el fracaso de las grandes construcciones de la teleología capitalista emborrachada de globalismo.



La política exterior norteamericana está imbuida de militarismo. De hecho, el ejercicio de la fuerza como expediente único e inmediato para sostener los intereses del conjunto del mundo capitalista es sustentada por gran parte del establishment norteamericano con un vigor y una convicción en apariencia aplastantes. Pero en el siglo XXI la realidad se presenta mucho más complicada de lo que piensan los planificadores de la Full Spectrum Dominance (Predominio Total) como designan los teorizadores más extremistas del Pentágono a la imagen que se hacen del mundo: un planeta donde nada pueda escapar al control de Washington y donde la sociedad global se organizaría de acuerdo al interés del mundo híper desarrollado y a las prácticas de un neo mathusianismo susceptible de ser aplicado tanto con políticas dirigidas a regular la demografía como con expedientes que no hesitarían en exterminar a los más desfavorecidos o los más rebeldes… Y si echamos un vistazo a los que sucede en África y otros lugares, podría concluirse que esas prácticas hace ya tiempo que están en vigor.



El umbral de una nueva época



Pero la construcción del mundo unipolar que se propone el establishment norteamericano está empezando a tropezar. Estados Unidos y sus países satélites de la Unión Europea, más el frenético partner israelí, podrán seguir dictando su ley en muchos lugares del mundo, a un costo cada vez más creciente para las sociedades que se ven sometidas a esa agresión; pero, en las orillas de la caldera que hierve como consecuencia de esa brutal injerencia, otros factores de poder e influencia se están gestando. El Grupo de Shangai, que en su faz más importante representa una tácita alianza militar entre Rusia y China; y el BRIC, o sea Brasil, Rusia, India y China, que se está configurando como una posibilidad de intercambios comerciales a gran escala y como opción diplomática de enorme influencia potencial, son factores regionales que pueden gravitar pesadamente en la balanza del poder mundial.



La opción de resistir a la globalización manu militari impulsada por Estados Unidos, con la connivencia un poco a regañadientes de la Unión Europea, pasa por una suerte de desconexión que paradójicamente consiste en la formación de fuertes núcleos regionales capaces de cooperar entre sí, sustrayéndose a las políticas de la Organización Mundial de Comercio y a la regimentación de los mercados de acuerdo a las pautas del neoliberalismo. Este es un esquema con enorme futuro, en especial si se toma en cuenta que Brasil, en particular, puede ser también el factor nuclear de una asociación de estados latinoamericanos que cancele la secular pretensión norteamericana de ver a los países al sur del Río Bravo como el patio trasero de Estados Unidos.



El tira y afloja de los militares estadounidenses con su presidente no es, como dijimos, una novedad. En realidad se debe señalar que las relaciones tensas entre los “frocks” y los “brass hats” (denominaciones despectivas que se prodigaban mutuamente los exponentes de la casta militar británica y los miembros del Parlamento) son una constante no solo en el universo anglosajón sino en todo el mundo a lo largo de la historia de los conflictos humanos. Basta recordar la famosa frase de Georges Clemenceau durante el conflicto14-18: “La guerra es un asunto demasiado serio para dejarla en manos de los generales”. La cuestión es que hoy se puede comprobar que tales tensiones siguen vigentes y que la persistencia de la superpotencia en la pretensión de imponer un control a escala global implica de manera inevitable que crezca la injerencia militar y se agrave un “realismo” corto de miras que apunta a conseguir resultados con expedientes basados en la fuerza, más algún aditamento diplomático que barnice la resolución administrativa de los problemas.



La dificultad que enfrentan las políticas de esta laya, sin embargo, es que si bien proceden a poner en práctica las tendencias de la globalización por arriba, tropiezan con su propia consecuencia lógica: la globalización por abajo, que tiende a oponerse a los decretos del sistema con una resistencia que se concreta en un activismo global. Este activismo es difuso y varía de un lugar a otro, pudiendo incluso parecer que se opone a los rasgos de la modernidad tal como la entienden las castas ilustradas de Occidente, pero en realidad es la manifestación –confusa, contradictoria y en evolución permanente- de una aspiración a la dignidad que se expresa en los movimientos de masa conocidos como “populismos”. Este fenómeno, denostado por la inmensa mayoría de los sociólogos y políticos de izquierda y derecha, en especial en Europa y Estados Unidos, que lo asimilan a la demagogia, es en realidad una expresión de cómo la presencia de las masas transforma las políticas de poder. Este hecho ha sido reconocido incluso por el más fino de los teorizadores de la geopolítica estadounidense. Zbigniew Brzezinski habla de un “despertar político global”,(2) el cual, afirma, es el verdadero desafío que enfrenta Estados Unidos. Esto es, no el terrorismo (usado por Washington como pretexto ideal para fraguar sus políticas de intervención exterior), sino una radicalización de las masas a escala planetaria, radicalización que pone de manifiesto el descontento de las poblaciones con una situación que es percibida como injusta con una agudeza sin precedentes. La explosión demográfica del Tercer Mundo, que arroja al escenario a cantidades cada vez mayores de jóvenes que no encuentran una salida a sus inquietudes, pero quienes al mismo tiempo son capaces de manejar el instrumental tecnológico de la comunicación y de constituir redes que se conectan entre sí, incide para congregar esa juventud en un tramado de cerebros semiconscientes de sus posibilidades, pero cada vez más perceptivos de la trampa que los acecha.



En este juego dialéctico de las percepciones, en este ir y venir que va de la comprensión que el sistema imperial tiene de sus necesidades, a la conciencia en desarrollo que los oprimidos y marginados de todo el mundo están adquiriendo respecto de los peligros que encierra el futuro, se encuentra el pivote sobre el que giran las políticas del presente. Para el sistema, la guerra, el control económico y la manipulación mediática son las herramientas de las que ha de valerse para mantener el estatus quo. Para quienes se encuentran en la otra vereda, tanto en el mundo periférico como en la marginalia de las sociedades desarrolladas, esas instancias son el retorno a las concepciones de soberanía nacional acuñadas en la estela de la Revolución Francesa, la apropiación de la tecnología para gestar sus propias alternativas comunicacionales y, por último y si no hay más remedio, también la guerra.



Mientras tanto, la comedia prosigue. El presidente Obama ofrece el perfil del gobernante que afirma su autoridad con ponderada energía ante un profesional de la violencia, el general McChrystal, pero pone en su lugar a otro comandante, el general David Petraeus, que comparte en un ciento por ciento los puntos de vista de su antecesor aunque, en razón de sus ambiciones políticas como probable candidato a la presidencia por el partido Republicano, se abstenga de manifestarlas. Ya otro se ha encargado de hacerlo por él.



Enrique Lacolla


http://www.enriquelacolla.com/sitio/notas.php?id=181



Notas



1) El argumento era, por supuesto, una excusa de un carácter muy pobre. Las fuerzas armadas estadounidenses practicaron la guerra en Vietnam con una brutalidad manifiesta. Lo que aparentemente reclamaban –borrar del mapa a Vietnam del Norte con bombardeos indiscriminados- habría podido acarrear en esos momentos la participación directa de Rusia y China en el conflicto. Todo el andamiaje que mantenía el equilibrio bipolar se habría venido al suelo y la guerra fría habría arriesgado transformarse en caliente al enfrentar en forma directa a los protagonistas mayores del diferendo global.



2) Zbigniew Brzezinski: The Global Politc Awakening, artículo aparecido en The New York Times, Diciembre 16, 2008, citado en Global Research de Junio 26 del 2010


25 de junio de 2010

LA MILICIA



LA MILICIA NO ES ANGÉLICA



Por Arturo Pérez Reverte



Creo que alguien debería explicarle a la ministra de Defensa lo que es un soldado. Me refiero a uno de esos que desfilaron hace un par de semanas con casco y fusil. Es cierto que la ministra tiene alrededor, en cada foto, un montón de generales y uniformados varios, que podrían explicárselo perfectamente. Pero tengo la impresión de que no se expresan bien; tal vez porque a medida que asciendes, te suben el sueldo y te acercas a la jubilación, uno suele volverse menos elocuente. Con lo fácil que sería, por otra parte, abrirle a la titular del ramo el diccionario de la RAE por la palabra soldado, mostrarle que significa persona que sirve en la milicia, llevarla luego a la palabra milicia y hacerle leer algo que no admite equívocos: (Del latín militia. Fem.) 1. Arte de hacer la guerra y de disciplinar a los soldados para ella. 2. Servicio o profesión militar. 3. Tropa o gente de guerra. Es cierto que hay una cuarta acepción: coros de los ángeles, que lleva como ejemplo la milicia angélica. Pero cuidado. Que no se haga ilusiones la ministra. Ahí ya estamos hablando de otra cosa.


Lo que no dice el diccionario, desde luego, es tropa o gente de paz. En sentido recto, soldado remite a lo que debe: un fulano dispuesto para matar y que lo maten en guerras defensivas u ofensivas. Alguien que por patriotismo, obligación, dinero o lo que estime oportuno, está entrenado para escabechar a sus semejantes; procurando que palmen más fulanos del otro bando, que del suyo. El lado turbio del oficio, se compensa con otros aspectos respetables: disciplina, disposición a soportar penalidades y miserias, y el sacrificio singular de exponerse al dolor, la mutilación y la muerte. Hay gente a la que no le gusta ese paisaje, y desde un punto de vista tan digno como su opuesto, defiende la desaparición de soldados y ejércitos, en favor de un mundo ideal -y me temo que imposible- donde la palabra soldado sea un anacronismo. Otros, más realistas, admiten que la existencia de soldados profesionales, que sirven de modo voluntario y aceptan los riesgos del oficio, es necesaria en un mundo imperfecto y violento como el nuestro.


En todo caso, la palabra humanitario nada tiene que ver. Eso no corresponde a los soldados, sino a las organizaciones adecuadas. A ellas corresponde poner tiritas, repartir agua embotellada y socorrer a los parias de la tierra. Por el contrario, la misión básica de los soldados -considerando la convención de Ginebra y la conciencia de cada cual- es hacer todo el daño posible al enemigo. Matarlo mucho y bien, inspirarle temor y vencerlo, disuadiéndolo de intentarlo de nuevo. Los soldados no fueron ideados para otra paz que la impuesta por sus bayonetas, ni para inspirar afecto, sino temor. Incluso en una misión de paz se trata de pacificar a hostias, si hace falta. Llegado el caso, lo que se espera de ellos es eficacia letal; de un modo compatible, dentro de lo que cabe en su sangriento oficio, con la decencia y la piedad, cuando se pueda. Que maten más y mejor que nadie, de manera que los intereses de su patria natural o adoptiva, o de la paz ajena que defienden, sean respetados por otros. Eso significa eficacia y ausencia de complejos. Por eso, llegados a tales extremos, las palabras soldado y misión humanitaria pueden ser no sólo incompatibles, sino confusas y hasta mortales.


Es lo que ocurre en España. Incapaces de conciliar de modo inteligente la necesidad de un ejército, con la tendencia pacifista de la sociedad occidental actual, nuestros gobernantes -eso incluye al Pesoe como al Pepé- intentan lo imposible: unas fuerzas armadas desarmadas compuestas por soldados humanitarios, cuyo objetivo no es hacer la guerra sino la paz, y a los que se respeta más cuando se dejan matar que cuando matan. Esa imbecilidad se desmorona cuando lo real se presenta en forma de bomba, emboscada o combate, y las familias largan en el telediario, con toda razón, que nadie les habló de guerra, y que su chico no fue a que le volaran los huevos, sino a repartir leche condensada. Es entonces cuando la ministra o ministro de guardia, en esta charlotada bélico humanitaria del Bombero Torero, atrapados en su propia incongruencia, se adornan con media verónica ahuecando la voz y poniéndose estupendos, mientras hablan de la deuda que España tiene con los difuntos y difuntas. Haciendo, además, que éstos queden como pardillos, al negarles incluso la palabra guerra; que, por políticamente incorrecta que sea, es la única que explica una muerte en combate. Cuando en un ejército profesional, voluntario, las familias protestan y se dicen engañadas si sus chicos mueren, alguien no se ha explicado bien. O no tenemos soldados, o los tenemos. Y si los tenemos, es para que palmen sin rechistar, cuando les toque. No para que la ministra de Defensa -y sigo sin saber lo que defiende- venga a decirnos, con voz trémula y solemne, que acaban de matar a un cervatillo en el bosque de Bambi.



NR Creo que esta reflección es buena tambien para la actual Argentina


PENSAMIENTO NACIONAL




Conferencia dictada por Francisco josé Pestanha en el 3º Congreso Nacional del Pensamiento Argentino organizado por la Asociación Mutual de Trabajadores del Arte, la Cultura y actividades afines (AMTAC) el 10 y 11 de junio de 2010, en la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales (Escuela Normal), Paraná, Entre Ríos.


Antes de emprender esta conferencia, quiero expresar un caluroso reconocimiento a la labor de la Asociación Mutual de Trabajadores del Arte, la Cultura y Afines (A.M.T.A.C), al amigo Néstor Forero, y muy especialmente, a Eduardo “Lobo” Espiro, mentor y hacedor de este proyecto.

Probablemente – aunque observo que la mayoría de este masivo auditorio está compuesto por jóvenes – alguno de ustedes haya escuchado cierta referencia a una corriente de pensamiento argentino que se autodenomina como corriente “de” o “del pensamiento nacional”, y cuyos referentes mas reconocidos son – entre otros - Arturo Jauretche, Juan José Hernández Arregui, Raúl Scalabrini Ortiz, Homero Manzi y por supuesto vuestros co- provincianos Julio y Rodolfo Irazusta y Fermín Chávez.

Esta corriente que no ha sido ni receptada, ni estudiada, ni mucho menos difundida en nuestros ámbitos académicos – paradójicamente - es la que ha producido la doctrina y en cierto sentido la cosmovisión que nutrió a los dos grandes movimientos políticos acontecidos durante el siglo pasado: me refiero al Yrigoyenismo y al Peronismo. He aquí una primer paradoja que quiero dejar expresamente planteada: los dos movimientos políticos y por que no culturales (en el amplio sentido de la palabra) que acontecieron en nuestro país durante el siglo pasado han sido nutridos por una modalidad epistemológica que es sistemáticamente ignorada en los ámbitos escolarizados y ni siquiera constituye objeto estudio en la mayoría de nuestras universidades, salvo honrosas excepciones.

Nos interrogamos en primera instancia respecto cuales son las razones de esta paradoja, pero además, sobre los fundamentos por las cuales esta corriente de pensamiento se autodefine como “nacional”, cuando todos sabemos que el pensamiento en si mismo, es un fenómeno de carácter universal.

Voy a intentar a partir de breves cavilaciones transmitirles a ustedes ciertos elementos conceptuales que los ayuden a develar estos interrogantes, y también, algunos de de los fundamentos que sustentaron y aún sustentan la existencia de ésta epistemología, con las lógicas limitaciones que me impone el tiempo asignado.

A tal fine procederé citar textualmente tres reflexiones pertenecientes a pensadores argentinos - lamentablemente no muy difundidos - pero nítidamente integrados a una corriente que, por sus lógicos matices y por razones históricas, nunca se constituyó orgánicamente como tal;

“para estudiar el ser colectivo que constituye una sociedad, sea que se considere o no a ésta como un organismo, es evidentemente indispensable conocer todos los elementos que la forman y sus modos de funcionar, con resultados varios en su vida anterior y su vida presente”

Wenceslao Escalante (filosofo)

“pensar desde sí, para ser uno mismo, es liberarse, es despojarse de lo ajeno, deseducarse. el pensamiento ajeno, cuando uno no es libre, no ayuda, ocupa desalojando nuestra posibilidad de pensar lo nuestro desde nosotros mismos”.

Gustavo F. J. Cirigliano (filósofo y pedagogo)

“Las crisis argentinas son primero ontológicas, después éticas, políticas, epistemológicas, y recién por último, económicas"

Fermín Chávez (pensador y epistemólogo)

El pensamiento nacional como hemos señalado en numerosas oportunidades constituye nada mas ni nada menos que una verdadera “epistemología de la preriferia”, definición que no me corresponde, sino que ha sido acuñada definitivamente por nuestro maestro Fermín Chávez, aunque utilizada anteriormente, entre otros, por Arturo Jauretche.

Como ustedes saben los griegos diferenciaban la doxa de la epistéme. En términos simplificados mientras la doxa presuponía un conocimiento diríamos fragmentario, superficial y en tanto “aparente” de la realidad, la epistéme, era un conocimiento o saber profundo ya que “penetraba” en las causas y fundamentos de “lo conocido” en forma metódica, sistemática y en cierto sentido rigurosa. La epistemología por su parte no es solo aquella doctrina de los fundamentos y métodos del conocimiento científico - y en tanto- el estudio de su producción y validación, sino también la disciplina que aborda entre otras cuestiones los factores y las circunstancias históricas, psicológicas y sociológicas que llevan a la obtención del conocimiento.

Todas estas cuestiones nos llevan entonces a interrogarnos respecto al conocimiento, y en cierto sentido, creo que nos han mal enseñado al respecto, ya que suele asociarse el “conocer” al simple hecho de “percibir”. Pero el hecho de la percepción es solo uno de los componentes del conocimiento. Conocer como nos enseña Fermín Chávez no es solo percibir, es también a-percibir.

La a-percepción nos vincula al campo de la conciencia. La a- percepción presupone en cierto sentido que el sujeto cognoscente, para conocer efectivamente, “es” o “debe ser” plenamente consciente de su situación al momento de percibir, ya que si uno percibe sin una conciencia real de situación que ocupa como sujeto, el conocimiento que obtiene es parcial, es, diríamos, incompleto. En ese orden de ideas la simple absorción acrítica de ideas o doctrinas sin conciencia de los factores económicos, filosóficos, políticos, etc. que determinaron su creación, como asé también falta de conciencia de aquellos factores que nos determinan al momento de conocerlas nos puede conducir hacia lo que Ernesto Goldar – entre otros autores - denominan alineación. Esa conciencia que presupone el a -percibir es esencialmente histórica.

Tomemos un ejemplo. Si yo intento conocer una determinada doctrina política (por ejemplo el liberalismo) sin tener plena conciencia de las razones históricas, Políticas y Económicas que le dieron origen y por las se expandió por su región originaria - y además - de las razones y fundamentos por las cuales se difundió en otras regiones como la nuestra, y la considero simplemente como el producto de la “iluminación” o de la “razón pura” de uno o mas filósofos, o lo que es peor aún, como una cosmovisión que proviene de la misma “naturaleza humana” mi conocimiento respecto a ella no es completo. Fernández Baraibar suele recurrir para explicar esto a la película Matrix, un film donde la realidad esta compuesta por maquinas que se alimentan de los seres humanos, y otra realidad, la virtual – la de la Matrix - a la que están conectados todos los seres humanos mientras son consumidos – Los seres conectados creen que perciben la realidad pero esa es falsa es una realidad virtual creada para que los seres humanos no tomen conciencia de que están siendo consumidos.

Ahondemos un poquito en esta cuestión tomando como punto de Partida la dicotomía Civilización – Barbarie, que aunque nos resulte incomprensible, aún obnubila las conciencias de muchos compatriotas, e inclusive, de muchos “intelectuales y “comunicadores. La dicotomía Civilización y/o Barbarie esgrimida sobre todo después de la batalla de Caseros, constituyó una falsa antítesis (zoncera madre que las parió a todas según Jauretche) que sostenía que lo bárbaro era sinónimo de lo propio, de lo local, de lo telúrico, de lo vernáculo, de lo nativo, de la herencia indo –hispano – criolla, y lo civilizado, sinónimo lo ajeno, de lo Europeo, de lo clásico. Esa dicotomía para nuestros maestros resultaba alienante ya que partía de un prejuicio preexistente y a - histórico, ya que como todos sabemos, por un lado presuponía la exaltación acrítica de lo “otro” en función de la denigración de lo propio. Lo bárbaro, para los iluministas locales, no era solo el presente, lo era también un pasado indo - hispánico que había que suprimir, que había que olvidar.

Pero como enseña Jorge Bolívar, ni los civilizados eran tan civilizados, ni los bárbaros eran tan bárbaros y contra este y otros tantos prejuicios “fundantes” va a ir desarrollándose una epistemología que aspirará al conocimiento de la realidad no solo como percepción sino como apercepción - y en ese sentido – partiendo del hecho real de nuestra situación periférica y de la conciencia de que en el marco de las luchas de poder que se operan en la realidad se encuentra la cuestión conceptual e ideológica, intentará un abordaje de la realidad “sin anteojeras” es decir sin prejuicios acríticos.

Partiendo entonces del reconocimiento de las existencia de fuerzas exógenas que operan sobre las naciones en situación colonial o semi colonial, el pensamiento nacional se propondrá librar una batalla cultural que presupuso - entre otras acciones - el contribuir a despejar de las mentes de nuestros paisanos ciertos prejuicios iluministas o preconceptos como el mencionado precedentemente que Manuel Ortíz Pereyra en la década del `20 definirá como aforismos sin sentido, y que su discípulo, Arturo Jauretche difundirá luego bajo el mote de zonceras.

Respecto Ortíz Pereyra, dos son los libros que recomiendo para la comprensión del fenómeno descrito precedentemente: la “Tercera Emancipación” publicado en 1926; y “Por nuestra redención cultural y económica” publicado en 1928 (donde define y explicita los aforismos sin sentido, padres de las zonceras criollas de Jauretche).

El fenómeno de la a-percepción que – como señalamos – se encuentra en el campo del sujeto está presente en las definiciones de Ortíz Pereyra que leo textualmente:

“El hombre, frente a un objeto, ve, observa, analiza, interpreta y conoce hasta donde se lo permite su preparación y hasta lo conciente la cosa cuyo conocimiento procura”… y ….. “No basta que el sujeto sea uno. No basta que el objeto sea el mismo para que el juicio resulte siempre idéntico. Es necesario tener en cuanta la situación del observador. Cuanto mayor sea el número de sus puntos de vista mas se aproximara a la verdad”.

Desde una posición que presupone la relatividad de todo conocimiento ya que según él “no existe sujeto infinitamente dotado de inteligencia con infinitos puntos de vista”, y ni tampoco, un “objeto susceptible de presentarse a la observación en su infinitas posiciones de tiempo y lugar”, el mentor de Jauretche consideraba que en nuestro país mientras se estimulaba la inmigración de las personas se organizaba la “emigración de nuestras ideas”. No nos conformamos decía con empapar nuestros espíritus “en la fuentes de los pensadores y de los profetas de allende de océano y nos decidimos traerlos en persona para que acabaran de enseñarnos las ciencias de ellos, justo cuando mas necesitábamos estudiar y aprender las ciencias nuestras”. De esta forma para Ortíz Pereyra hubo sobresaturación de europeismo que impidió conducirnos hacia la satisfacción de nuestras necesidades que son locales, únicas y exclusivas. Nos formamos sostenía “Una verdadera cultura del recelo hacia lo nuestro y de fe en lo extranjero”.

Para esta autor y verdadero patriota era necesario recuperar la fe en el nosotros, y en ese sentido, concentrarnos definitivamente en la especulación sobre aquellos elementos que componen la realidad argentina, abordando detenidamente aquellas cuestiones que nos vinculan a nuestro propio ser colectivo - es decir - a aquellos aspectos geográficos, históricos, culturales, antropológicos, míticos y religiosos que componen nuestro propio ser, es decir, nuestra identidad colectiva.

Esa concentración en el propio ser debía orientarse a neutralizar una superestructura escolar, académica y cultural basada en prejuicios a- históricos y en el desconocimiento de lo propio, y tal sentido denunciaba que:

"el pueblo que ha concurrido a la escuela argentina ha aprendido una cantidad respetabilísima de conocimientos de historia, geografía, gramática y otras materias, pero ignora de un modo absoluto su situación real y actual de pueblo encadenado a una dictadura económica que lo hunde silenciosa e implacable en la miseria el hambre, la corrupción y el crimen”.

Estas y otras reflexiones presuponen que, para el autor, nuestra educación estaba sustentaba en un enciclopedismo universalista con escasísimo sustento en la realidad, hecho que condenaba al pueblo a la ignorancia respecto a las fuerzas reales que operaban silenciosamente en el país. Nótese que Scalabrini Ortiz en el Prólogo a Política Británica en el Río de la Plata, propone en plena sintonía el “volver a la realidad como imperativo inexcusable” para salir de ese idealismo alienante. El volver a la realidad no significaba de modo alguno someterse a un realismo pragmático, sino por el contrario, tomar conciencia de nuestra situación real para alejarnos de la alienación, y en consecuencia, comenzar a proyectar desde nosotros mismos.

Aunque parezca también paradójico, aún en la actualidad nuestra enseñanza continúa plagada de una orientación que, sido impulsada por cierto iluminismo filosófico presente en la generación del 80, aspiraba a crear un tipo específico de ciudadanía de tipo universal a partir de una educación que relegaba lo local y lo particular, y que se concentraba fundamentalmente el lo general e universal, a partir, entre otros fundamentos, de la adaptación en forma acrítica doctrinas y filosofías. Una educación concentrada en formar “ciudadanos del mundo”.

A pesar de ingentes esfuerzos individuales aún hoy no se promueve - como debería hacerse - el conocimiento de lo propio como principio rector. Quiero aclarar que cuando me refiero a lo local incluyo también a lo Suramericano. En muchos ámbitos educativos desgraciadamente instrucción, y la formación siguen siendo sinónimos de conocimiento (admirado y acrítico) de lo universal – de lo clásico- en detrimento del saber de lo particular de lo local.

Este tipo de método ha generado un profundo déficit en nuestro autoconocimiento y constituye el principal “defecto” de nuestro sistema educativo. Causa verdadera pena que cada tanto se realizan congresos “pedagógicos” que se en vez de concentrarse en las cuestiones de fondo se preocupan por las formas. La educación de un país es demasiado importante para dejarla exclusivamente en manos de los pedagogos ya que lo importante son los contenidos. Los contenidos definen el proyecto de ciudadano y de país al que se aspira.

Nuestra corriente sostiene que debe partirse del conocimiento ex – ante del propio ser, para fortalecer el campo de la a-percepción - y por ello, nuestro proceso de formación debe ir de lo particular a lo general. La referencia anterior no presupone en modo alguno menoscabar el conocimiento de lo otro, ni mucho menos despreciarlo, significa, prepararse para asimilarlo, y en ese sentido promovemos el establecimiento de un nuevo orden de prioridades diferente al que opera actualmente .

Como primera conclusión entiendo, deberíamos impulsar modificación del método de enseñanza: reitero debemos comenzar de lo local y lo regional y para luego abordar lo universal ya que lo que no se conoce no se aprecia, no se valora y en tanto no se asume. No se trata entonces de incluir en la normativa educativa cambios en las estructuras formales, sino un cambio radical el en método de abordaje de la realidad. En esta labor es vital la actitud de los docentes quienes deberán cobrar mayor autonomía respecto de las “líneas” que suelen “bajar” ministerios y academias.

El revisionismo histórico en plena sintonía con el pensamiento nacional, se constituyó en una corriente historiográfica que no surgió en función de aspiraciones narciscísticas de sus exponentes, sino, muy por el contrario, para suplir ese déficit en el autoconocimiento al que me referí precedentemente, ya que la historiografía oficial de cuño mitrista en función del modelo de ciudadanía que promovía, había omitido ex profeso incluir en el relato histórico destinado a la formación de las futuras generaciones de argentinos, hechos sustanciales y fundantes de nuestro devenir histórico. Hoy un nuevo revisionismo aspira que este relato se extienda hacia los remotos principios de la existencia humana en nuestra región, ya que como enseña Cirigliano “toda la historia es nuestra historia” y en esa línea hace poco tiempo hemos publicado una verdadera “provocación” que se denomina “Proyecto Umbral”, editado por la Editorial Ciccus.

La dicotomía Civilización Barbarie quiero resaltar, no solamente afecto el proceso de autoconocimiento, sino además, afectó los mecanismos de autoestima colectiva. Plenamente concientes de ello, tanto Manuel Ortiz Pereyra como Jauretche, se concentraron en la incidencia autodenigratoria de los aforismos sin sentido, luego, Zonceras. El manual de las Zonceras Argentinas, texto señero como pocos, constituye una denuncia sobre la existencia de verdaderos dispositivos autodenigratorios de incidencia colectiva Mas que de sociología criolla, el manual de zonceras argentinas es un texto de psicología social, o si se, quiere colectiva.

La revolución educativa y cultural que proponemos y que debe operarse en el campo del autoconocimiento, debe estar acompañada por la puesta en funcionamiento de mecanismos autoestima colectiva que en modo alguno pueden ser a- críticos, pero que deben orientarse hacia el establecimiento de una relación afectiva entre el sujeto cognoscente y lo conocido, es decir su propio país, su propia comunidad, su propia nación. Si en términos individuales consideramos el amor propio (autoestima) es un ejercicio de virtudes reconocidas, en términos colectivos lo es el amor por lo propio. El Pensamiento Nacional es una corriente impulsada a por un profundo sentimiento de amor hacia lo propio tal cual es y tal cual manifiesta en la realidad.

Para ir concluyendo me interrogo y dejo expresamente planteado este interrogante; ¿Cómo pretender encarar el estudio de la historia argentina del siglo pasado sin un profundo y desprejuiciado abordaje respecto a modalidad epistemológica extraacadémica que nutrió e influyó sobre los dos movimientos políticos más importantes de la argentina durante el siglo pasado? Y otro; ¿Como lograr esa conciencia nacional o autoconciencia (apercepción) de la que hablaban Hernández Arregui y Fermín Chávez sin el conocimiento cabal de la realidad, de lo que “realmente fuimos y pensamos” y de lo que “realmente somos” para entonces, como comunidad, evaluar en forma equilibrada y desprejuiciada nuestras potencias y fortalezas, y nuestras debilidades - y desde allí - determinar nuestros intereses y establecer nuestros objetivos y metas.

Finalmente y a fin de responder una de las preguntas quiero manifestarles que “la cultura popular” es el espacio, quizás el único ámbito que se ha preservado históricamente de la alienación. Si ustedes observan con atención la historia de nuestro país, podrán concluir que es a través del arte y la cultura popular, entendiendo por arte y cultura popular, todo producto de la expresión y creación no institucionalizada, que el espíritu nacional fue preservado por este medio. Fermín Chávez ha estudiado esta cuestión con profundidad y ha acreditado como, a través de la poesía gauchesca sobrevivió el espíritu facúndico. Les recomiendo un texto de este autor que se encuentra en Internet, que demuestra como lo gauchesco se reencarnó primero en el tango orillero, y posteriormente, en ciertos exponentes del rock Nacional. Les recomiendo además que observen detenidamente como la revolución cultural operada entre los años 1920-1940, influyó sobre la revolución política económica, política y social operada entre 1945 y 1955. Miren además las expresiones de cultura popular durante la dictadura, además, observen detenidamente lo que esta pasando en la actualidad con las nuevas generaciones. En los países sujetos a la acción colonial o semi - colonial el verdadero espacio de resistencia es definitivamente la cultura popular.

Quiero despedirme haciendo entrega a las autoridades de la AMTAC tres libros de Fermín Chávez que gentilmente ha obsequiado su hijo Simón, y que constituyen a mi entender la matriz del pensamiento de nuestro maestro: Historicismo e iluminismo en la cultura Argentina Editorial País, Bs. As, 1977; Porque esto tiene otra llave. De Wittgenstein a Vico. De Editorial Pueblo Entero, Bs. As, 1994; La conciencia nacional: historia de su eclipse y recuperación de la Editorial Pueblo Entero, Bs. As., 1996;

Muchísimas gracias a todos.

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